Según el diario francés Le Monde, las violaciones se han convertido en arma de «la guerra secreta de Bachar al-Assad» contra la oposición armada. Al menos eso afirma en un largo artículo la periodista Annick Cojean (ver imagen) [1].
Según esa periodista francesa, la oposición inicialmente pacífica se volvió violenta como reacción ante las violaciones masivas de mujeres perpetradas por el ejército del régimen. El artículo menciona el testimonio de una siria refugiada en Jordania que declaró haber sido encarcelada y violada: «Todos los días nos violaban al grito de “¡Nosotros, los alauitas os aplastaremos!”»
El testimonio busca reactivar la tesis clásica de la propaganda occidental sobre la existencia de una dictadura alauita en Siria, cuando la administración Assad es en realidad baasista. Los alauitas son una pequeña minoría religiosa, vinculada al chiismo, y consideran que la religión no es una cuestión de ritos sino un asunto puramente personal.
El presidente Assad es alauita pero la gran mayoría de los miembros de su administración y de los oficiales del ejército no lo son. Así que nada justifica el calificativo de «alauita» en el caso del régimen sirio, a no ser que la autora adopte la interpretación wahabita del islam.
El presidente sirio Bachar al-Assad es al mismo tiempo presidente del partido Baas, formación política de carácter laico, socialista y panárabe, cuya ideología se inspira directamente del legado de la Revolución francesa y de la Revolución rusa.
En Siria, el simple hecho de pronunciar la frase citada por la señora Cojean –«¡Nosotros, los alauitas os aplastaremos!»– bastaría para provocar la destitución del militar o funcionario que la dijese.
Al inicio de la operación de la OTAN contra el Estado sirio, numerosos diarios occidentales afirmaron al unísono que el Ejército Árabe Sirio obligaba a sus prisioneros a abjurar de su religión y a adorar retratos del presidente Assad, acusaciones que rápidamente se disolvieron por lo absurdo que resultaban.
La acusación que ahora trata de reactivar, desde la capital jordana, la periodista francesa Annick Cojean resulta particularmente grotesca para cualquier conocedor de Siria por ser de público conocimiento que el actual Estado sirio y el partido Baas siempre han estado a la cabeza de la promoción de los derechos de la mujer en el mundo árabe, oponiéndose en ese combate no sólo a la Hermandad Musulmana (que controla la Coalición Nacional de la oposición siria en el exterior) sino también a muchas otras organizaciones sunnitas.
La periodista francesa Annick Cojean, miembro de la Fundación franco-estadounidense [2], es bien conocida por sus repetidos intentos de manipular los derechos de la mujer para justificar la propaganda antisiria de Estados Unidos.
Después del linchamiento de Muammar el-Kadhafi, la señora Cojean publicó un libro donde acusaba al líder libio de dedicarse a secuestrar niños para violarlos [3]. Y como a nadie –ni siquiera en plena guerra de la OTAN contra Libia– se le había ocurrido lanzar ese tipo de acusación contra Kadhafi, la periodista francesa afirmaba que todo el mundo lo sabía desde hace tiempo pero que nadie se atrevía a decirlo por temor a posibles represalias. En otras palabras, Kadhafi era un dictador porque violaba niños y la opinión pública lo ignoraba porque era un dictador que podía reprimir a los testigos.
Annick Cojean preside el jurado del premio periodístico francés que lleva el nombre de Albert Londres.
[1] «Syrie: le viol, arme de destruction massive», por Annick Cojean, Le Monde, 4 de marzo de 2014.
[2] «El caballo de Troya estadounidense en Francia: la French American Foundation», por Pierre Hillard, Red Voltaire, 7 de agosto de 2007.
[3] Les Proies: dans le harem de Kadhafi, Éditions Grasset & Fasquelle, 2012.
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