El comentarista italiano Manlio Dinucci coincide con el análisis de Thierry Meyssan, quien mostraba en un reciente artículo que el ataque militar perpetrado en París el viernes 13 de noviembre de 2015 es consecuencia de la implicación terrorista de Francia. Dinucci explica que esta crisis entre las potencias que apadrinan el terrorismo es conveniente para Washington. Después de haber iniciado, en 1978, el uso del terrorismo en Afganistán contra la intervención soviética, Estados Unidos observa complacido como sus discípulos –Turquía, Arabia Saudita y Francia– se enfrentan entre sí. Sólo el Imperio debe sobrevivir como Estado.
Banderas a media asta en los países de la OTAN por «el 11 de septiembre de Francia» mientras que el presidente Obama anuncia a la prensa: «Proporcionaremos a ustedes informaciones serias sobre quiénes son los responsables.»
No hace falta esperar porque ya está claro.
La enésima masacre de inocentes ha sido provocada por la serie de bombas de fragmentación geopolítica, que han estallado siguiendo una precisa estrategia: la estrategia que entró en aplicación desde que Estados Unidos, después de haber ganado en la confrontación con la URSS, se proclamó como «el único Estado con fuerza, alcance e influencia en todos los sectores –política, económica y militar– realmente globales» proponiéndose
«impedir que ninguna potencia hostil logre dominar una región –Europa occidental, Asia oriental, el territorio de la antigua Unión Soviética y el sudoeste de Asia– cuyos recursos sean suficientes para generar un poderío global».
Con ese objetivo, Estados Unidos reorientó su propia estrategia desde 1991 y, coordinando su acción con las potencias europeas, también reorientó la estrategia de la OTAN.
Desde entonces han sido fragmentados o destruidos mediante la guerra (abierta y/o encubierta) los Estados considerados como obstáculos para el plan de dominación global –Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania y otros más–, mientras que otros –como Irán– están en la mirilla. Esas guerras, que han destruido de paso millones de vidas, han acabado con sociedades enteras, creando una masa enorme de desesperados cuya frustración y ansias de revuelta conducen por un lado a una verdadera resistencia pero, por otro lado, son a menudo manipuladas por la CIA u otros servicios secretos –incluyendo los de Francia– para implicar combatientes en una «yihad» que de hecho resulta conveniente a la estrategia de la entidad USA/OTAN.
Así se ha construido un ejército de la sombra, que se compone de grupos islamistas –a menudo adversarios entre sí– ya utilizados para destruir desde adentro el Estado libio, mientras que la OTAN lo atacaba desde afuera, y más tarde para emprender una operación similar en Siria y en Irak. De todo esto surgió el Emirato Islámico, donde confluyeron «combatientes extranjeros», entre los que se hallaban también agentes de diversos servicios secretos, y que recibió miles de millones de dólares y armamento moderno provenientes de Arabia Saudita y de otras monarquías árabes, aliadas de Estados Unidos y, en particular, de Francia.
Esta estrategia no es nueva. Tiene más de 35 años. Para que la URSS cayera en la «trampa afgana», miles de muyahidines de más de 40 países fueron reclutados a través de la CIA. Entre ellos estaba el rico saudita Osama ben Laden, quien llegó a Afganistán con 4 000 hombres, el mismo individuo que posteriormente fundaría al-Qaeda, convirtiéndose entonces en «el enemigo número 1» de Estados Unidos.
Pero Washington no es el clásico aprendiz de mago incapaz de controlar las fuerzas que él mismo puso en marcha. Es más bien el centro motor de una estrategia que, al destruir Estados enteros, provoca una reacción en cadena caótica de divisiones y conflictos que en su momento han de ser utilizados siguiendo el viejo método: «divide y vencerás».
Los ataques terroristas de París, perpetrados por ejecutores convencidos de que están golpeando a Occidente, llegaron en el momento perfecto, cuando Rusia, al intervenir militarmente, ha bloqueado el plan USA/OTAN de destrucción del Estado sirio, a la vez que anuncia contramedidas militares en respuesta a la creciente expansión de la OTAN hacia el este. Al crear en Europa un clima de fortaleza asediada, los atentados de París «justifican» un fortalecimiento militar acelerado de los países europeos miembros de la OTAN, incluyendo el aumento –tan reclamado por Estados Unidos– de sus gastos en el sector militar, y también abren el camino a nuevas guerras, siempre bajo el mando estadounidense.
Francia, que hasta ahora había realizado «contra el Estado Islámico en Siria sólo ataques esporádicos», según escribe el New York Times, efectuó en la noche del domingo [15 de noviembre de 2015] «el ataque aéreo más agresivo contra la ciudad siria de Raqqa, golpeando objetivos del Estado Islámico indicados por Estados Unidos». Entre esos objetivos había, precisan funcionarios estadounidenses, «varias clínicas y un museo».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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