Conforme pasan los días y López Obrador se apresta a asumir la Presidencia de la República, las advertencias de los pueblos del Congreso Nacional Indígena (CNI) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se hacen realidad. Nunca confiaron en la llamada “izquierda” electoral: ni en 2006, 2012 ni en 2018. Desde hace 13 años realizaron un claro y vigente análisis del obradorismo. Desde entonces dijeron que ese proyecto no era de izquierda y rechazaron sumarse a una plataforma político-electoral contrapuesta a sus convicciones.

Fueron vilipendiados por no apoyar al candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD, 2006 y 2012) y del Movimiento Regeneración Nacional (Morena, 2018). Desde esa “izquierda” electoral, se les dijo que le “hacían el juego a la derecha”. En realidad, los zapatistas nunca llamaron a votar por alguno de los candidatos ni tampoco llamaron a no votar. Sólo dejaron en claro que no apoyaban a partido político alguno. El llamado del EZLN, el CNI y las organizaciones de izquierda con las que confluyen fue, en las últimas tres elecciones presidenciales: “Votes o no votes, organízate”.

Parecían decir, “organízate, porque el que llegue, sea quien sea, no va a frenar el despojo; lo va a profundizar”.

Que si el obradorismo combatirá la corrupción, recortará los obscenos sueldos de los funcionarios y aplicará mejores programas asistencialistas… está bien. Incluso es lo que el propio sistema demanda para reproducirse eficazmente. Es lo que llaman un “ambiente de negocios competitivo”.

El asunto es que el modelo económico quedará intacto. Vamos, ni siquiera se le critica que no sea anticapitalista, sino que sigue siendo neoliberal, el tipo de capitalismo más depredador. López Obrador sentenció que no habrá reformas a la Constitución: el Artículo 27 se quedará tal y como lo dejaron Salinas y Peña (los ejidos y las comunidades agrarias seguirán desintegrándose, y a las trasnacionales petroleras, mineras y eléctricas se les mantendrá la puerta abierta). Tampoco se reformará la Ley de Aguas Nacionales, que ya contempla una privatización de los recursos hídricos por la vía de “concesiones” para que los empresarios puedan “suministrar” a terceros…

No sólo se trata de que el obradorismo no plantea revertir esas contrarreformas implantadas en sexenios pasados. Lo peor es que venga a profundizarlas.

En los “25 proyectos prioritarios” enlistados por López Obrador se incluye la creación de 100 universidades, la cobertura de internet para todo el país, la construcción de viviendas para los afectados por los sismos, el aumento de la pensión para los adultos mayores, las becas para estudiantes, la entrega de medicamentos de manera gratuita, asegurar una canasta básica a bajo costo y el acceso al derecho a la salud para toda la población. Difícilmente alguien podría oponerse a estas propuestas (de las cuales no se ha informado cómo se financiarán).

Pero, entreveradas, van otras “prioridades” que tienen extasiados a los grandes empresarios: la construcción del aeropuerto (con un barniz de legitimidad por medio de una “consulta” en la que los pueblos de Atenco estarán en desventaja); el “desarrollo” del Istmo de Tehuantepec (el nuevo nombre del Plan Puebla Panamá, con la instauración de las Zonas Económicas Especiales del peñismo y que fungirá como la segunda frontera para detener a los migrantes); el Tren Maya, que recorrerá 1 mil 500 kilómetros de Quintana Roo, Campeche, Chiapas, Yucatán y Tabasco; la explotación de bosques madereros y la siembra de árboles frutales; la creación de una zona franca en de libre comercio y libre de impuestos 30 kilómetros antes de la Frontera Norte (la tercera gran barrera para detener a los migrantes); y, entre otras, el proyecto minero para renegociar (no erradicar) los nuevos proyectos de las trasnacionales en el país.

“La prueba de amor que está dando el señor López al gran capital, al finquero, son los territorios de los pueblos originarios”, dijo el subcomandante Galeano del EZLN, el pasado 5 de agosto en el Caracol de Morelia, Chiapas, durante la Clausura del Encuentro de Redes de Apoyo al Consejo Indígena de Gobierno y su Vocera.

“Ustedes saben que todo el esfuerzo de Morena y de López Obrador desde el primero de julio es por congraciarse con la clase dominante y con el gran capital; no hay ningún indicio, o sea nadie se puede llamar a engaño, no hay ningún indicio que diga que es un gobierno progresista, ninguno. Sus principales proyectos van a destruir los territorios de los pueblos originarios”, señaló en su análisis.

Ante tal emergencia, la propuesta del EZLN –ignorada por casi todos los medios, ocupados éstos en congraciarse o en aplaudir, atacar o defender al obradorismo– es que el Concejo Indígena de Gobierno deje de ser sólo indígena y nacional. La resistencia a la que convoca el zapatismo, y que plantea al CNI, es “abrir ya el corazón a las rebeldías y resistencias que emergen y perseveran en donde cada quien se mueve, en el campo y la ciudad, sin importar las fronteras”.

Se trata de una convocatoria a los anticapitalistas a enfrentar juntos el embate. El análisis finaliza: “Nuestro llamado, pues, no es sólo a los originarios: es a todos y a todas, quienes se rebelen y resisten en todos los rincones del mundo”.

Las disertaciones de los subcomandantes Mosiés y Galeano, así como de concejales y concejalas de comunidades indígenas del país pueden leerse y escucharse en: https://zapateando.wordpress.com/.

El reto de López Obrador no son los empresarios. Con ellos se llevará muy bien. Pelearán por criterios distintos en el desarrollo de proyectos, el reparto de concesiones y los dividendos resultantes de los negocios. Al fin, el modelo económico permanecerá intacto. Los conflictos con la alta burocracia serán por los recortes a sus insultantes privilegios y por la restructuración de la administración pública. El problema de fondo será con la izquierda, con los movimientos sociales, los campesinos, los indígenas, los trabajadores. Cree que puede anularlos con sus “30 millones de votos”. La resistencia ya se aglutina.