Los acontecimientos en Venezuela se han aproximado a una línea peligrosa.
Al fracasar en sus intentos de destituir a Nicolás Maduro, inclusive, mediante su eliminación física, los opositores extremistas al Gobierno legítimo de Venezuela eligieron la forma de protesta más confrontativa. La investidura de un opositor como "Presidente interino de Venezuela" y su reconocimiento inmediato por parte de Estados Unidos y de varios Estados regionales buscan agravar la división en la sociedad venezolana, provocar mayores enfrentamientos frontales en las calles, desestabilizar dramáticamente la situación política en el país e impulsar la escalada del conflicto. Esa creación intencional y obviamente bien pensada de la ‘dualidad de poder’ en Venezuela, la formación de un centro alternativo de toma de decisiones lleva directamente al caos y a la destrucción de los cimientos del Estado venezolano. Ya se registraron las primeras víctimas humanas. Condenamos resueltamente a quienes empujan la sociedad venezolana al abismo de una sangrienta guerra intestina.
Vemos en las acciones descaradas de Washington un nuevo testimonio del desprecio total hacia las normas y principios del Derecho Internacional, un intento de desempeñar el papel de juez impostor de los destinos de otros pueblos. Es evidente el deseo de convertir a Venezuela en un nuevo escenario para aplicar recetas probadas para cambiar Gobiernos indeseables.
Sobre todo inquietantes son las señales procedentes de varias capitales que no descartan una intervención militar desde el exterior. Advertimos contra tales aventuras preñadas de consecuencias catastróficas.
Exhortamos a los políticos venezolanos sensatos que están en la oposición al Gobierno legítimo de Nicolás Maduro a no convertirse en peones de un juego de ajedrez ajeno.
Partimos de que cualquier actividad política debe llevarse a cabo estrictamente en el marco de la Constitución y de conformidad con la legislación nacional. Sin duda alguna los ciudadanos de este país pueden expresar abiertamente su postura, en particular, mediante las manifestaciones, pero exclusivamente por vía pacífica que no lleve a la violencia ni ponga en peligro la seguridad de los ciudadanos.
Sólo los venezolanos tienen derecho a determinar su futuro. Una injerencia externa destructiva, especialmente en la coyuntura actual extremamente tensa, es inaceptable. La incitación no tiene nada que ver con el proceso democrático. Es un camino directo a la anarquía y al derramamiento de sangre.
La tarea de la comunidad internacional consiste en ayudar a diversas fuerzas políticas de Venezuela que priorizan los intereses nacionales a llegar al entendimiento mutuo. Estamos dispuestos a cooperar en esto con todos los Estados que comparten estos objetivos.
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