Lamentamos profundamente la anulación de la planificada ronda de negociaciones que debía haberse celebrado en la isla de Barbados entre el Gobierno de Venezuela y la oposición. No importa quién fuera el autor de esta decisión, la causa fundamental de la frustración del proceso negociador es evidente y radica en la desatinada política practicada por Washington con respecto a Venezuela y sus legítimas autoridades. Las presiones económicas que Estados Unidos aplica a la par con otros procedimientos contrarios al Derecho Internacional, son inadmisibles. Censuramos resueltamente la manifiesta injerencia estadounidense en los asuntos de un Estado soberano, socio estratégico de Rusia.
Es muy de lamentar que las agresivas medidas unilaterales adoptadas por el Gobierno de otro país respecto a los ciudadanos venezolanos, sean aplaudidas por los políticos opositores de Venezuela, dispuestos, a juzgar por todo, a sacrificar las perspectivas del arreglo de la situación para satisfacer sus propias ambiciones. Estamos convencidos de que no hay alternativa al diálogo entre las fuerzas políticas responsables. Otra vía de avance de los acontecimientos conduce a un caos con consecuencias impredecibles.
Con preocupación escuchamos las declaraciones de los cargos oficiales de Estados Unidos en el sentido de que “los tiempos del diálogo han pasado, ya es hora de actuar”. Semejantes intentos de presiones de fuerza, el empeño en exacerbar la tensión no hacen sino reflejar las pretensiones de Estados Unidos de desempeñar el papel de “árbitro supremo” a escala mundial. Es menester poner coto a todo ello con esfuerzos mancomunados de los políticos sensatos y gobiernos responsables.
Hay que darle una oportunidad al pueblo venezolano de ejercer su incuestionable derecho a decidir por cuenta propia su destino, actuando conforme con la Constitución y la legislación nacionales.
La misión de la comunidad internacional consiste en estimular esos esfuerzos, facilitando en torno a ellos un ambiente constructivo para encontrar soluciones pacíficas. Rusia reafirma su invariable apego a esta línea.
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