Los documentos sobre la guerra en Afganistán desclasificados a pedido del Washington Post no demuestran que Estados Unidos fracasó al tratar de pacificar ese país. Lo que realmente muestran es que el Pentágono sigue al pie de la letra la estrategia de «guerra sin fin» trazada en su momento por Donald Rumsfeld y el almirante Arthur Cebrowski. Una operación que supuestamente debía durar sólo semanas prosigue aún, de forma deliberada, desde hace 18 años.
En la Declaración de Londres [1] los 29 países miembros de la OTAN reafirmaron su «compromiso por la seguridad y la estabilidad a largo plazo de Afganistán». Una semana después, habiendo utilizado la Ley sobre la Libertad de Información (que se usa para vaciar de vez en cuando algunos armarios llenos de esqueletos, pero sólo una buena cantidad de años después de los hechos), el Washington Post “obtuvo” la desclasificación de unas 2 000 páginas de documentos que «revelan que funcionarios estadounidenses engañaron al público sobre la guerra en Afganistán» [2]. Fundamentalmente, esos funcionarios escondieron los desastrosos efectos, incluso las consecuencias económicas, de una guerra que ya dura 18 años.
Los datos más interesantes tienen que ver con los costos económicos. Esa guerra costó al menos 1 500 millones de dólares, cifra que sin embargo «sigue siendo “opaca”», o sea es un estimado conservador ya que nadie sabe cuánto gastaron los servicios secretos ni cuanto costaron verdaderamengte los «contractors», como llaman a los mercenarios reclutados para la guerra a través de ciertas compañías –actualmente son unos 6 000.
Como «la guerra se financió con dinero prestado», los intereses de tales préstamos se elevan a 500 000 millones de dólares, lo cual ya representa una suma de 2 000 millardos [3]. Pero todavía hay que agregar otros gastos: 87 000 millones para el entrenamiento de fuerzas afganas y 54 000 millones para la «reconstrucción» –en gran parte «perdidos en corrupción y en proyectos fracasados». También hay que contar al menos 10 000 millones más dedicados a la «lucha contra el narcotráfico», cuyo resultado paradójicamente es un fuerte incremento de la producción de opio: hoy en día Afganistán aporta el 80% del tráfico mundial de heroína.
Con los intereses que siguen acumulándose (en 2023 se elevarán a 600 000 millones) y el costo de las operaciones actualmente en marcha, el gasto sobrepasa ampliamente los 2 000 millardos.
Pero todavía queda por agregar a eso el costo de la ayuda médica destinada a los veteranos que regresan de la guerra gravemente heridos o inválidos. Hasta ahora, para los que combatieron en Afganistán o en Irak, ese gasto se eleva a 350 000 millones, pero en los próximos 40 años ya será de 1 400 millardos. Como la mitad de ese gasto va a los veteranos de Afganistán, el gasto de la guerra se sitúa para Estados Unidos en unos 3 000 millardos de dólares.
Al cabo de 18 años de guerra y con un número indeterminado de víctimas civiles, el resultado en el terreno es que «los talibanes controlan gran parte del país y que Afganistán sigue siendo una de las principales fuentes de refugiados y migrantes». El Washington Post concluye que estos documentos desclasificados muestran «la cruda realidad de pasos en falso y fracasos en el esfuerzo estadounidense por pacificar y reconstruir Afganistán».
Pero, con esa conclusión, después de haber demostrado que funcionarios estadounidenses «engañaron al público», el prestigioso Washington Post también engaña al público ya que presenta la guerra como un «esfuerzo estadounidense por pacificar y reconstruir Afganistán». El verdadero objetivo de la guerra de Estados Unidos en Afganistán, en la que la OTAN participa desde 2003, es controlar esa área de primera importancia estratégica por su situación de encrucijada entre el Medio Oriente y el centro, el sur y el este de Asia, sobre todo para tratar de obtener ventaja sobre Rusia y China.
En esa guerra está participando Italia, bajo las órdenes de Estados Unidos, desde que el parlamento autorizó –en octubre de 2002– el envío de un primer contingente militar italiano a partir de marzo de 2003. El gasto militar de Italia, proveniente de los fondos públicos, como en Estados Unidos, está estimado en unos 8 000 millones de euros, a los que habría que agregar otros gastos indirectos.
Para convencer a la ciudadanía afectada por las reducciones de los gastos sociales de que hay que asignar más fondos a la guerra en Afganistán, nos dicen que ese dinero aportará mejores condiciones de vida al pueblo afgano. Y los Hermanos del Sagrado Convento de Asís entregaron al presidente Mattarella la «Lámpara de la Paz de San Francisco», en reconocimiento a que «Italia, con las misiones de sus militares, colabora activamente para promover la paz en todo el mundo».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «Déclaration de Londres», Réseau Voltaire, 4 de diciembre de 2019.
[2] “The Afghanistan Papers. A secret history of the war. At war with the truth”, Craig Whitlock, The Washington Post, 9 de diciembre de 2019.
[3] 1 millardo = 1 000 millones
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