El presidente estadounidense Joe Biden, el secretario de Estado Antony Blinken y su próxima subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, están reactivando la guerra en Ucrania, una guerra que ellos mismos iniciaron en 2013-2014. El cuarto miembro de la banda, Geoffrey R. Pyatt, es actualmente embajador de Estados Unidos en Grecia. Estos personajes están enviando ahora barcos de guerra al Mar Negro y preparan incluso el envío de bombarderos nucleares.
Varios F-16 estadounidenses enviados desde la base de Aviano –en Italia– están participando en «complejas operaciones aéreas» en Grecia, donde ayer comenzó el ejercicio Iniochos 21.
Esos F-16 estadounidenses pertenecen al 510th Fighter Squadron, con base en Aviano (Italia), una fuerza cuyo papel está claramente indicado en su emblema: el símbolo del átomo junto a tres rayos que impactan la tierra, todo acompañado de un águila imperial. Se trata de aviones de ataque nuclear, enviados por la US Air Force a Grecia, país que en 2020 concedió a Estados Unidos el uso de todas sus bases militares.
En Iniochos 21 también participan cazabombarderos F-16 y F-15 de Israel y de Emiratos Árabes Unidos. Ese ejercicio se desarrolla en el Mar Egeo, extremadamente cerca del Mar Negro y de Ucrania, donde se concentra el megaejercicio Defender-Europe 21 del US Army.
Estas maniobras militares, y otras más, que convierten Europa en una gran plaza de armas, incrementan la tensión con Rusia alrededor de Ucrania. La OTAN, después de haber descuartizado Yugoslavia valiéndose de una serie de fracturas internas de aquel Estado, se presenta hoy como defensora de la integridad territorial de Ucrania.
Por ejemplo, al reunirse en Kiev con el presidente ucraniano Volodimir Zelenski y con el jefe del estado mayor ucraniano, el presidente del Comité Militar de la OTAN, el Air chief marshal británico Stuart Perch, declaró que «los miembros de la OTAN están unidos para condenar la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia y sus acciones agresivas en el este de Ucrania». El militar británico repetía así la versión según la cual Rusia anexó Crimea por la fuerza, cuando en realidad la población rusa de Crimea decidió mediante un referéndum separarse de Ucrania y reintegrarse a Rusia para evitar ser atacada por los batallones neonazis de Kiev, situación que hoy vive la población rusoparlante del Donbass.
Esos batallones de neonazis ucranianos reúnen en sus filas a los mismos elementos que fueron utilizados, en 2014, como fuerza de asalto durante el putsh de la plaza Maidán, iniciado por francotiradores georgianos que dispararon simultáneamente sobre los manifestantes antigubernamentales y los policías. También fueron utilizados en acciones posteriores, como los actos de inaudita violencia perpetrados en diversas localidades, el incidente de los militantes quemados vivos en la Casa de los Sindicatos de Odesa, la masacre de civiles desarmados perpetrada en Mariupol y los bombardeos con fósforo blanco registrados en Donetsk y Lugansk. Todo ello como resultado de un sangriento golpe de Estado orquestado por Estados Unidos y la OTAN, para instaurar en Europa una nueva guerra fría, aislar a Rusia y reforzar la influencia y la presencia militar de Estados Unidos en suelo europeo.
El conflicto en el Donbass, cuyos pobladores se organizaron en las Repúblicas de Donetsk y de Lugansk y crearon sus propias milicias populares, tuvo un periodo de tregua relativa con la apertura de las conversaciones de Minsk para una solución pacífica.
Pero ahora el gobierno de Ucrania se ha retirado de las conversaciones con el pretexto de que se niega a ir a Minsk por estimar que Bielorrusia no puede considerarse un país democrático. Al mismo tiempo, las fuerzas del gobierno de Kiev han reiniciado los ataques armados en el Donbass. Khomchak, el jefe del estado mayor ucraniano, a quien Stuart Perch felicitó en nombre de la OTAN por su «compromiso en la búsqueda de una solución pacífica del conflicto», ha declarado que el ejército de Kiev «se prepara para la ofensiva en el este de Ucrania» y que en esa operación «está prevista la participación de los miembros de la OTAN».
No es casualidad que el conflicto en el Donbass se haya encendido nuevamente cuando la administración Biden nombró como secretario de Estado precisamente a Antony Blinken. De origen ucraniano, Blinken fue el principal organizador del putch de la plaza Maidán, cuando era consejero adjunto de seguridad nacional en la administración Obama –con Joe Biden como vicepresidente.
Ahora, Biden ha nombrado como vicesecretaria de Estado a Victoria Nuland, quien participó en 2014 en la organización de la operación estadounidense que desembocó en el putch de Kiev –que Estados Unidos financió con 5 000 millones de dólares para instaurar en Ucrania el «gobierno correcto», lo que la misma Victoria Nuland reconoció públicamente [1].
No es imposible que estos mismos personajes tengan ahora un nuevo plan: promover una ofensiva de las tropas ucranianas en el Donbass, ofensiva que contaría de hecho con el apoyo de la OTAN. Ese plan pondría a Rusia ante una difícil disyuntiva: permitir que las poblaciones rusas del Donbass sean masacradas por los neonazis ucranianos o intervenir militarmente para socorrerlas.
El hecho es que se está jugando con fuego –y no precisamente en sentido figurado– al encender prácticamente la mecha de una bomba en pleno corazón de Europa.
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patricio
[1] “Remarks by Victoria Nuland at the U.S.-Ukraine Foundation Conference”, por Victoria Nuland, Voltaire Network, 13 de diciembre de 2013.
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