La rosa es blanca como la de José Martí y es para una estrella: Rosita Fornés. Se la merece por mujer honesta, por magnífica artista, por humanista y por mejor cubana. Solo el delirio de una absurda conducta endemoniada puede concebir tanto odio y rencor contra quien como Rosita Fornés, en su carrera profesional ha cosechado el cariño y el aplauso de un público que la ha acompañado lealmente por todos los escenarios del mundo en que ha regalado su arte, colocando siempre bien alto el nombre de Cuba.
La noticia llegó a La Habana y no causó sorpresa. Se lo imaginaban. Un evento humanitario artístico en beneficio de los enfermos del SIDA tuvo que ser cancelado en la ciudad de Miami porque los extremistas de siempre -la misma pandillita- había amenazado con actos de sabotaje por la presencia en ese espectáculo de la artista cubana Rosita Fornés que viajaría especialmente desde la isla en calidad de invitada de honor sin otro interés de su parte que el de contribuir con su exquisito arte a una obra humanitaria que debiera tener el respaldo de todos.
No era la primera vez que a Rosita Fornés se le hacía el alto honor de ser víctima de estos facinerosos cobardes que tienen la mala costumbre de "hablar mal de mujer", como decía el Apóstol. En ocasión anterior, en el año 1996, dos presentaciones de la popular vedette cubana, anunciadas para el conocido restaurante Centro Vasco de la Pequeña Habana, tuvieron que ser canceladas debido a las constantes amenazas terroristas que se materializaron con el lanzamiento de varios "cócteles molotov" contra ese centro nocturno. A esos hechos criminales prosiguieron una serie de amenazas de bombas que dieron por resultado la cancelación de las actuaciones de Rosita Fornés en Miami y la quiebra y clausura del restaurante Centro Vasco.
Se decía que las cosas habían cambiado en Miami. Que el "exilio" llamado histórico había "madurado". Que la torpe, por no decir ciega, irracional y estúpida actitud que asumió su dirigencia cuando el caso del niño Elian González, los había hecho recapacitar buscando otros caminos para encausar sus frustraciones políticas, que no son mas que bastardas ambiciones.
Pero no. Sólo bastó que se anunciara la presentación de Rosita Fornés en un espectáculo programado para el pasado sábado en un teatro de la "Pequeña Habana", para que se armara de nuevo el escándalo por las emisoras de Miami controladas por los terroristas de las ondas radiales. En el evento "La Flor de la Esperanza" se entregarían premios de reconocimiento a aquellas personalidades que hayan contribuido de alguna manera a ayudar a los enfermos del SIDA. Rosita era una de ellas.
"La Fornés" es solo una artista. Ni es política ni tiene cargos oficiales en Cuba. Eso sí, es una cubana que defiende la plena soberanía de su patria y si quiso seguir viviendo en Cuba esa fue una decisión muy propia suya, como otros tomaron en su momento la resolución de salir de su país. ¿Es acaso un pecado querer seguir viviendo en Cuba? Tampoco es pecado ni delito vivir fuera de la isla. Cubanos hay viviendo en Cuba -los menos por cierto- que les importa poco la patria y su soberanía, de la misma manera que habemos muchos -bastantes por cierto- que aún residiendo en el extranjero somos cubanos como los que más, por no decir mas.
De manera que la patria no está ni en los bolsillos donde se guarda la cartera ni en el estómago o los pies. La patria, como decía Martí se lleva en el corazón y va con uno hasta la misma tumba.
De nuevo la mala imagen de un Miami intolerante es lo que se ha proyectado al mundo con esta imposición de la más absurda irracionalidad. Políticos venales y corruptos son los que manejan los destinos de esta comunidad. Así de mal ven desde todas partes del mundo a Miami, ya bien conocida como la ciudad del odio.
Hablamos desde La Habana.Aquí en la isla, donde Rosita Fornés es adorada como una de las más grandes estrellas de la Cuba de siempre, no pueden comprender que haya cubanos de tan mala condición moral capaces de tanta ignominia y maldad perversa.
Sin embargo Rosita Fornés tiene hoy mas que nunca la simpatía del pueblo cubano. Del de aquí y del de allá, por mucho que ladren los perros rabiosos del odio.
Para ella una flor, una rosa tan blanca como su nombre que no puede ser manchado por tan cobarde infamia.
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