¿Por qué Bolivia tiene un Presidente empresario que suele imitar el estilo de Max Fernández en las campañas electorales, o un Vicepresidente que salió de un canal de televisión como lo habría hecho Carlos Palenque? Fernando Mayorga nos da las respuestas a partir de su libro Neopopulismo y Democracia: Compadres y padrinos en la política boliviana.
La última década del siglo XX dejó en el sistema político boliviano una marca indeleble, algo así como la cicatriz de múltiples vacunas que nos sanaron del espanto sin castrarnos la capacidad de asombro, y nos inmunizaron para enfrentar los dilemas del nuevo milenio con una mayor madurez democrática.
De esta poción llamada "neopopulismo" nos inyectamos en los años 90 cierta sobredosis que parecía hacernos dependientes de una especie de nihilismo colectivo, afiebrándonos en lo abstracto "pluri multi". No cabe duda de que el neopopulismo de los años 90, gestado como hijo bastardo en el vientre señorial del 21060, nos quitó ante el espejo de la realidad nacional las caras falsas y nos puso unas máscaras verdaderas para reconocernos en nuestra dramática y rica diversidad, donde habitan las paradojas de carne y hueso; que no son las mismas de aquel populismo fenecido con el bloque histórico corporativista y estatista del 52.
Carlos Palenque y Max Fernández encarnaron ese drama central de la política boliviana, concentrando en sí todas las pasiones, las incertidumbres, las esperanzas, taras y virtudes, vida y muerte, del cotidiano conglomerado. "El neopopulismo soy yo" dirían Palenque y Fernández, con aires pioneros, si alguien no entendía qué significaba esa emergencia política tan propia de la nueva democracia boliviana. Por ello su estudio, su interpretación y su comprensión resultan tan vitales para el conocimiento de la historia contemporánea boliviana, y ahí radica el aporte metodológico del sociólogo Fernando Mayorga.
Desde aquella elección municipal del 89 cuando un candidato de UCS en Cochabamba se excusó de intervenir en un foro televisivo a través de una carta, escrita prolijamente en papel membretado de la CBN, explicando que debía ausentarse a La Paz para participar en el lanzamiento de una nueva marca de cerveza, Fernando Mayorga quedó fascinado ante esas "imbricaciones" y no dejó de hacer un seguimiento fiel y minucioso del fenómeno, enamorándose de este objeto de estudio hasta dar a luz su primer trabajo sobre el tema, La política del silencio, editado por el Ildis en 1991, que el autor luego enriqueció en una obra subsiguiente, Discurso y Política en Bolivia (Ildis-Ceres, 1994).
Neopopulismo y democracia: Compadres y padrinos en la política boliviana -editado por el Cesu, Ceplag y Plurales la tesis final, la cristalización definitiva del seguimiento realizado por Mayorga al periodo neopopulista que abarcó del 88 al 99, con que este sociólogo cochabambino, fundador del centro de Estudios Superiores Universitarios de la Umss, obtuvo su doctorado en Ciencia Política en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de México.
Este nuevo libro de Mayorga nos brindó un excelente pretexto para conversar con él.
Su trabajo comienza por describir a Jaime Paz vistiendo overol y haciendo obras comunitarias en El Alto, y a Goni confesando su gusto por el ají de fideo; insinúa con ello el resurgimiento de un populismo, diríamos, tradicional. Max Fernández y Palenque, en cambio, son neopopulistas…
Mencioné estas anécdotas, acontecidas en abril del 2000, simplemente para mostrar que los partidos y políticos "modernos" terminaron adoptando ciertas prácticas con que pretendían emular el asistencialismo desplegado por Max Fernández y Carlos Palenque. Un asistencialismo que había cosechado rédito electoral para UCS y Condepa porque se tradujo en una modalidad de intercambio político ("obras por votos" o "favores por votos") que pese a ser criticada fue asumida por sus detractores; aunque en ellos este gesto aparecía como una impostura.
¿Podríamos, en todo caso, especificar de manera más precisa una distinción conceptual entre populismo y neopopulismo?
Si la noción de populismo remite a procesos o prácticas políticas definidas, el término de neopopulismo es muy ambiguo, pese a que es utilizado de manera convencional para referirse a ciertos actores políticos que han surgido en América Latina en los últimos años, como es el caso de Fujimori en Perú, Menem en Argentina, Bucaram en Ecuador o, más recientemente, Chávez en Venezuela, y que en nuestro país tuvo y tiene sus propias manifestaciones. A pesar del prefijo "neo", el populismo de esta época tiene muy poco que ver con el populismo de mediados del siglo XX, que se caracterizaba por un discurso que apelaba al pueblo como sujeto revolucionario; que identificaba pueblo, nación y Estado; que propugnaba el protagonismo estatal en la economía con ideas redistributivas y que incorporó a las clases populares en la política mediante mecanismos corporativos; todo esto, además, en torno a la figura de un líder carismático. Excepto por este último rasgo, no es posible pensar en el neopopulismo como una suerte de resurgimiento de ese populismo pretérito; entonces, uno se cuestiona acerca de la pertinencia del uso de esta categoría y por eso entiendo tu interrogante, pero en vez de inventarme un categoría específica, opté por delimitar sus alcances analíticos.
Una noción central que usted desarrolla sobre este concepto es que neopopulismo implica un "estilo de acción", es decir la forma que revisten determinados discursos políticos dentro la democracia…
Sí, y a partir de esa definición es posible considerar la confluencia de algunos factores que caracterizan el discurso y la conducta política de los actores llamados neopopulistas: predominio del carisma personal del líder en la representación política; debilidad de los mecanismos institucionales formales en los partidos respecto a las decisiones del caudillo; influencia de factores culturales en el intercambio político, esto es, que las relaciones clientelares entre líder y seguidores están matizadas por elementos simbólicos y emocionales; y, finalmente, precariedad de la ideología en la conformación de identidades políticas, lo que no evita que nuevas demandas y nuevas identidades sociales sean incorporadas a la política a través de estos liderazgos, ampliando la capacidad representativa de la democracia. Así, con este criterio de "estilo de acción" es posible abordar casos nacionales diversos que eran o son calificados a partir de su especificidad: "fujimorismo", "bucaramismo", "menemismo" o "chavismo". En mi libro realizo un análisis de dos partidos, Condepa y UCS, para dar cuenta de la pertinencia de esa definición y para esbozar sus posibilidades de generalización como hecho político.
El neopopulismo y la democracia
Uno de los aportes notorios de su libro consiste en discernir sobre el proceso de institucionalización que el neopopulismo, a partir de su origen caudillista y asistencialista (lo "infomal" de UCS y Condepa), experimenta a medida que la democracia avanza en sus reglas de juego jurídicas. El desenlace que tuvieron ambos proyectos parece indicar que ese proceso de adecuación y "formalización" tiende a truncar y agotar los desarrollos neopopulistas. ¿No se ve aquí una interesante paradoja?
Lo paradójico estriba en que ambos partidos tienen que enfrentar desafíos de adaptación al entorno institucional -eso que denominas adecuación y "formalización"después de la muerte de sus líderes. Es cierto que un partido cuyo funcionamiento interno y sus relaciones con los otros actores políticos depende de la voluntad incontrastable del caudillo, tiene mayores dificultades de adaptación al entorno institucional de la democracia representativa y, en estos casos, no tiene sentido suponer qué hubiera sucedido si ellos no hubiesen fallecido. Por eso, creo que un factor decisivo para entender las dificultades que Condepa y UCS tuvieron para consolidarse fue la desaparición física de sus líderes fundadores porque debilitó su fuerza electoral y generó pugnas internas respecto a la conducción partidista. No es casual que después ambos partidos, particularmente Condepa, tuvieron que dirimir conflictos internos con la intervención de la Corte Nacional Electoral. Menciono este hecho para no caer en un fatalismo del tipo "te modernizas o desapareces", porque bien vistas las cosas, la mayoría de nuestros partidos tienen déficit en términos de institucionalización pero lograron -es el caso del MNR, aunque habría que ver qué pasará con ADNsolucionar el dilema de la sucesión de liderazgo.
En otras palabras, no existe incongruencia entre neopopulismo y democracia ¿o sí?
No me atrevería a establecer tal incongruencia. Se trata simplemente de una tensión que puede tener varias resoluciones dependientes tanto de la capacidad de adaptación de los partidos como del propio decurso de las reformas. Con todo, pienso que, por lo pronto, es difícil pensar en la democracia boliviana prescindiendo del neopopulismo, a no ser que se adopte una postura normativa que termine por obviar este fenómeno; y esta postura es un error analítico y también político.
Siguiendo con esta línea de análisis, ahora en relación a una cultura política, ¿cuáles son los signos positivos y los elementos perversos que aporta el neopopulismo?
Se parte del supuesto que el neopopulismo es un obstáculo para la consolidación democrática porque reproduce elementos negativos -caudillismo, clientelismoque atentan contra su institucionalización. Otra vez, creo que el asunto es reconocer la vigencia del neopopulismo y evaluar su rol en la democracia y su influencia en las visiones y en las prácticas políticas. En general, la cultura política ha cambiado y sigue cambiando con la democracia y en ese marco, en esta democracia, el neopopulismo juega roles, precisamente, democráticos a pesar de sus rasgos "premodernos", y su influencia positiva se traduce en la incorporación, dentro de la discursividad política, de nuevas demandas como solidaridad, reconocimiento de la diversidad social, redistribución o equidad, y nuevas identidades (cholas, indígenas, mestizos, migrantes, informales, etcétera), que provocaron la ampliación de la capacidad representativa de la democracia e incidieron en el cariz que asumieron las reformas estatales. Es curioso que actores políticos que eran y son percibidos como riesgo de "informalización" de la política y de "desinstitucionalización" de la democracia cumplan un rol de afianzamiento del sistema democrático e influyan para que el modelo estatal preste atención a lo social; pero eso muestra, precisamente, los cambios que propician en la cultura política.
Del éxito al fracaso media un medio
Tras la desaparición de Max Fernández y Carlos Palenque, en algunos sectores del espectro político, lo vimos en las últimas elecciones, se ha intentado reproducir el "estilo de acción" de estos caudillos, especialmente en lo concerniente al uso de los mass media e incluso al poder empresarial con sentido asistencial. Surgieron "compadres al micrófono" (como diría Rafo Archondo) haciendo campaña para NFR y UCS, y en Condepa se lanzó un candidato empresario a lo Max Fernández. Pero todos ellos fracasaron. ¿Por qué?
Curiosamente, tenemos un empresario como presidente y un líder mediático como vicepresidente, aunque con estilos muy distintos a los de Max Fernández y Carlos Palenque. Pero sirve, así sea por analogía, para ver el peso de esas influencias. Es obvio que esos fracasos que mencionas tienen que ver con otro hecho: una cosa es incorporar los medios en una estrategia para formar liderazgo político, y otra cosa es que el prestigio social forjado en los medios permita incursionar en la política. Esta última modalidad es la que caracterizó la trayectoria de Palenque y por eso sirve de modelo para otros, así como el asistencialismo de Max Fernández, que fue una práctica previa a su ingreso a la política y no una consecuencia de su participación como candidato.
¿Cómo evalúa el fenónemo neopopulista a la luz de los resultados electorales de junio?
Las primeras expresiones partidistas del neopopulismo están heridas de muerte, pese a la presencia de UCS en el Parlamento, sin embargo, el neopopulismo como estilo de acción sigue y seguirá vigente. No se debe olvidar que ya en las elecciones municipales de 1999, cuando se produjo la primera debacle electoral de Condepa y UCS, se manifestó una diversificación partidista del neopopulismo expresada en el surgimiento de líderes y partidos locales como NFR en Cochabamba, el Movimiento Sin Miedo en La Paz, el partido de Joaquino en Potosí y otros, cuya votación conjunta bordeó ese tercio histórico que obtuvieron, desde 1989, UCS y Condepa.
MAS, rock, jazz, tinku y saya
¿Qué interpretación tiene Ud. sobre el éxito electoral del Movimiento al Socialismo, un retorno izquierdista sin precedentes, frente al escenario neopopulista?
El MAS, junto con la NFR y el MIP, han sustituido a Condepa y UCS (y no hay que olvidar la debacle de ADN) en cuanto a protagonismo en el sistema de partidos y con rasgos similares, positivos y negativos, a la presencia de los partidos de Palenque y Fernández: amplían la legitimidad de la democracia e incorporan nuevas identidades en el escenario político, pero carecen de institucionalidad organizativa y resta saber si se consolidarán como organizaciones políticas autónomas de sus líderes o de las organizaciones sindicales que los sustentan, en cada caso.
Hablemos específicamente del "fenómeno" MAS…
El éxito electoral del MAS, pese a su fracaso en las negociaciones postelectorales, no solamente se explica porque ocupa un espacio en disputa, sino porque condensa un sinnúmero de interpelaciones que exceden la disyuntiva entre partidos neopopulistas/partidos tradicionales (que es el caso de la NFR) o entre k’aras/indios (el MIP). Me refiero al tema de la coca que se manifiesta como una contradicción soberanía/imperialismo (en su momento Evo/Rocha) y al modelo económico que se expresa en un conflicto entre mercado/Estado (es clara su posición respecto al papel del Estado en la exportación del gas). Creo que la condensación de esos elementos le permitió al MAS ampliar su radio de interpelación electoral, aunque habría que incorporar las estrategias de sus rivales para trazar un cuadro de evaluación más pertinente .
Antes del MAS, parecía que a nuestra izquierda le había sucedido lo que le sucedió al rock argentino, que fue desplazado por la cumbia chichera en los escenarios bailantes. ¿Cree que eso se está revirtiendo?
Bonita metáfora, pero algo tramposa; porque el asunto no es sólo quien ejecuta la música sino quienes bailan a su compás. El neopopulismo introdujo la cumbia chichera en el escenario político y con ella a los que nunca eran convidados a la fiesta democrática. La izquierda, que nunca pudo lograr que el rock sea popular, ahora tiene la posibilidad de hacer bailar a quienes ya están en la pista de baile y a otros que ingresaron con el MAS y el MIP, con sus propios instrumentos e indumentarias. Tal vez, si se trata de música, lo que sucede con el rock boliviano y su onda de fusionar saya o tinku con rock o blues -me refiero a Atajo, Octavia, entre otroses más interesante que lo que sufre el rock argentino que, como Fito Paez, canta a la Argentina "desaparecida" y añora la "Casa tomada" por los cabecitas negras, ese célebre cuento de Julio Cortázar.
Personalmente me quedo con Bolivian Jazz o los de Parafonista, y por qué no Pablo Huáscar Muñoz…
No dudo de tu buen gusto. Está claro que el MAS es la primera expresión victoriosa en las urnas de esa combinación de discurso clasista y reivindicaciones étnicas, y puede convertirse en el referente de reconstitución de la izquierda, aunque cabe preguntarse qué es ser de izquierda en estos tiempos y en esta sociedad. Porque hay un discurso polifónico en la izquierda que va de reforma a revolución y la diferencia no es poca cosa. Por lo menos, yo no creo que estemos en un "movimiento al socialismo" sino en un proceso de profundización de la democracia, para fortalecer a la sociedad civil, y de reforma del neoliberalismo, para fortalecer al Estado; el éxito electoral del MAS permite avanzar en ese sentido.
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