Sólo José María Aznar, presidente del gobierno español, y el presidente mexicano Vicente Fox se abstuvieron de aplaudir a los representantes indíos del Encuentro Social Alternativo, que estuvieron presentes en la Cumbre Iberoamericana de Santa Cruz, Bolivia
Los indios expresaron con denuedo: "Somos cientos de millones; no es una cifra que puedan darse el gusto de ignorar". El orador boliviano Carlos Eduardo Molina recibió la respuesta de los brazos cruzados de Vicente Fox y José María Aznar, quienes están convencidos de que la revuelta india contra el desenfreno desregulado de las empresas energéticas es un abuso intolerable.
Juan Carlos de Borbón, en cambio, sí aplaudió a los portavoces indios. No es poca cosa porque, evidentemente, sí aprendió algo de la transición española. Pero el jefe del estado español, que es punto de referencia de cierta unidad política de los pueblos de habla española, no pudo evitar que la Cumbre se desviara de su objetivo unitario, para transformarse en una plataforma desde la cual se criticó al proyectado Acuerdo de libre comercio americano, con el que las oligarquías pretenden entregar plenamente los recursos naturales a las transnacionales.
El comportamiento del presidente mexicano Fox en la cumbre Iberoamericana de Las Cruces es una nueva agresión en contra de los pueblos que han reaccionado en sentido contrario a la globalización. Fox ha dado la espalda de nueva cuenta a su propio pueblo del que intenta sustraer hasta la última gota de su sangre para que mediante impuestos abusivos su gobierno tenga los fondos suficientes para pagar la bancarrota de la banca usurera. El presidente Fox ha llegado al extremo de recomendar a sus conciudadanos que ya no lean periódicos para evitar la contaminación.
Mientras tanto, en Bolivia, el país que fue el escenario de la Cumbre, el triunfo de la oposición sindical y de los indios aymaras y quechuas contra el monopolio que proyectaba la empresa energética española Repsol, que por unos cuantos millones de dólares quería acaparar el gas y el agua dulce, han puesto en el primer sitio del escenario del antiglobalismo a los indios.
La singularidad del movimiento es que en el momento que los indios actuaban contra el monopolio propuesto por Repsol, en México la empresa del petroleo nacionalizado, PEMEX, otorgó a esa empresa hispana la concesión para explotar el gas de la Cuenca de Burgos, que abarca territorios de los Estados de Coahuila y Nuevo León de manera desregulada, es decir, sin que el Estado mexicano tenga la mínima facultad normativa en el ejercicio de contratos firmados al margen de la constitución federal.
Esta concesión fue otorgada a la empresa española las vísperas de la celebración de la Conferencia especial de seguridad hemisférica, en la ciudad de México a finales del mes de octubre transcurrido. Conferencia que se llevó a cabo a pesar de que por disposicón de Fox al principio de su mandato, México dejó de pertenecer el Tratado de asistencia recíproca (TIAR) que une a los Estados mayores del continente. En la reunión los asistentes norteamericanos no cesaron de hacer llamados a una lucha común contra el terrorismo.
La noción norteamericana de la seguridad hemisférica que hasta hace poco estuvo impregnada por imágenes poco convincentes de la lucha contra las drogas, ahora la domina el mito de la lucha contra el terrorismo. Imágenes ambas que están desprovistas de credibilidad.
En cambio, ha empezado a remodelarse en el sur del continente americano el nuevo espacio de la soberanía nacional que parecía perdido. La estrategia común de los desheredados que se movilizan reintegran la capacidad para intervenir de manera inmediata ante toda medida extranacionalista, y en este sentido la grieta que divide al mundo en norte y sur se hace mayor.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter