Amigo personal y estrecho consejero del presidente Lula, no dudó a inicios del año pasado dejar su fraternidad dominica de San Pablo para trasladarse a Brasilia. Como simple militante, a su franco decir. Carlos Alberto Libânio Christo, más conocido como Frei Betto, es el responsable de Movilización Social del programa Hambre Cero que busca reducir este flagelo que golpea a 45 millones de brasileños. Betto es un ex preso político, periodista, escritor de unos 50 libros, religioso y además, uno de los padres de la Teología de la Liberación latinoamericana.
El hambre hace distinción de clases
- ¿Cuál es la base conceptual que sustenta la campaña Hambre Cero que viene implementando el gobierno brasileño a nivel nacional?
– -Mucha gente piensa que son tres las causas principales de muertes en el mundo: la guerra, el terrorismo y el SIDA. ¡ No es para nada verdad! Lo que más mata es el hambre. 842 millones de seres humanos viven en situación de desnutrición crónica. Las estadísticas hablan de 100 mil muertes diarias por esa causa, de las cuales 30 mil niños en edades que oscilan entre los 0 y 5 años. ¡Varias Torres Gemelas cada día! Pero son muertes anónimas, nadie las llora, pocos se indignan, no hay monumentos con sus nombres. Hay 45 millones de personas con SIDA en el mundo. Y es importante hacer campañas.
Pero el hambre mata veinte veces más que el SIDA... ¿ Porqué no hay, proporcionalmente, tantas campañas contra el hambre?
-¿Tiene la respuesta?
– -Tengo una sola un tanto cínica. El hambre hace distinción de clases. A los ricos no les toca, por lo tanto no se preocupan... Y por eso Lula impulsa el programa Hambre Cero y en el plano internacional promueve la creación de un Fondo, sobre la base de aplicar una especie deTasa Tobin sobre las relaciones comerciales en los paraísos fiscales (ndr o sobre la compra-venta de armas)
-Paradójicamente esa propuesta fue bien recibida por algunos gobernantes, entre ellos algunos europeos, que no son muy «sociales» ni progresistas...
– -No tenemos ningún prejuicio. Aceptamos a todo aquél que quiera sumarse para enfrentar la pobreza y el hambre. Una cosa sí que me preocupa, es la concepción asistencialista que se sigue teniendo en Europa. Combatir el hambre no es donar comida a los «pobres». Esa es la peor manera de combatirlo porque desestimula la producción local; incentiva la corrupción de muchos políticos que negocian alimentos a cambio de apoyo electoral y justifica los subsidios en el Norte.
Hambre Cero no es asistencialista sino un programa de inclusión social. Hay que busca crear condiciones de sustentabilidad. No es una propuesta de distribución de alimentos, sino de inserción social a través de una redistribución de los ingresos. A partir de fomentar, paralelamente, el cooperativismo, el micro crédito, la educación ciudadana, la reforma agraria.
-¿Un esfuerzo por aumentar la conciencia y la organización de los beneficiados por el programa?
– -En efecto. Hemos estructurado una red organizada en todos los Estados de Brasil que se llama «Talher», que en portugués hace referencia a los instrumentos para comer y a la capacitación. Contamos ya con 540 educadores formados y con 10 funcionarios del Gobierno Federal que trabajan en mi oficina, implementado la pedagogía de Paulo Freire.
- Cómo se implementa ese enunciado pedagógico en un programa como el que usted coordina?
– -Cuando llegamos a una famlia y le damos una tarjeta magnética - que se llama tarjeta ciudadana- para sacar cada mes su dinero del banco federal, exigimos que no haya ningún analfabeto (y si lo hubiera debería comenzar de inmediato su alfabetización) ; que los chicos vayan a la escuela; que participen de un programa de salud; de clases de cooperativismo o micro-créditos...Ahí entra lo de la educación popular y ciudadana. Un esfuerzo para que la gente adquiera conciencia sobre los derechos de la familia, de planeamiento familiar -¡que no es control de natalidad!-...Toda una estrategia integral. A este ejercicio le llamamos condicionalidad. Un concepto creado por los políticos para complicar las cosas (señala jocosamente)...pero que habla en nuestro caso de derechos y deberes.
-Hubo críticas sobre Cierta lentitud para aplicar Hambre Cero...
– -Este año que terminó ha sido un gran éxito. Pensábamos favorecer a un millón de familias en 1.000 municipos. Llegamos a 3 millones 615 mil familias en 2.340 municipios, más de la mitad de los que existen en Brasil. Se priorizaron las regiones casi desérticas del noreste; aldeas indígenas; grupos de sin tierra; habitantes de basurales y las comunidades «kilombolas» descendientes de esclavos. Se lograron unificar todas las políticas estatales ligadas al combate contra el hambre.
Y, adicionalmente, cuando se beneficia a un grupo humano, llegan los agentes de nuestro programa para promover la salud pública,la educación, los huertos comunitarios y domésticos, la educación nutricional, etc. Ahora promovemos también la construcción de una cisterna en cada casa beneficiada. Un método muy simple inventando por un campesino que permite recolectar, aún en las zonas más secas, hasta 16 mil litros de agua de lluvia del techo de la vivienda. Cada una cuesta 450 dólares, tiene una vida útil de 40 años y es construida por el mismo grupo familiar, lo que contiene desde el inicio un condimento significativamente educativo.
- ¿Hay resistencias en Brasil al programa Hambre Cero? -
– -No al programa. Pero sí a las reformas estructurales que deben implementarse y sin las cuales Hambre Cero no puede tener éxito. Me refiero especialmente a la reforma agraria ... Hay ya un plan listo para asentar 530 mil familias en cuatro años. El Movimiento de los trabajadores rurales sin Tierra (MST) pedía un millón. En lo inmediato el Gobierno asegura un poco más de la mitad de esa demana. Este año serán 115 mil familias. En eso no se quiere pecar de demagogia y de promesas que no se pueden cumplir.
- ¿Quién se opone a esa reforma?
– -Es en una buena pregunta, pero hay que considerar que en el país hay unas 600 millones de hectáreas cultivables. De ese total, un tercio se puede afectar a la reforma agraria porque son tierras ocupadas por propietarios ilegales, grandes latifundistas.
- ¿Sigue vigente el «casamiento» que se produjo con los movimientos sociales cuando Lula llegó al gobierno?
– -Lo que sigue vigente es una relación crítica entre contrapartes. En todo este tiempo ningún movimiento social ha roto con el Gobierno de Lula. Hay críticas que consideramos positivas. Pero es inobjetable que Lula viene de esos movimientos y conoce en carne propia la miseria. Y es muy claro en su idea de evitar dos errores que serían garrafales. Uno, el «capitalista», que sería criminalizar al movimiento social. El otro, el «socialista», que sería el de considerar a los movimientos sociales como correas de transmisión de la política de Estado lo que atentaría contra su necesaria autonomía.
- ¿Se mantiene la paciencia de esos movimientos a pesar de los cambios son más lentos de lo que se esperaba? Hay sectores que han roto con el Partido de los Trabajadores en el gobierno...
– -Se mantienen las expectativas. Las primeras encuestas indicaban que la gente le daba al Gobierno un crédito de dos años. Hasta ahora sólo dos o tres sectores, sin contar la extrema derecha o la oposición , se han distanciado. Unos pocos parlamentarios de extrema izquierda y algunos intelectuales...
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