Presiones internacionales y denuncias de fraudes rodean la segunda tentativa de convocar al referendo revocatorio del mandato de Hugo Chávez. Pero el resultado, a ser divulgado el sábado, es una incógnita. Un triunfo del gobierno es la recuperación de la economía, después de meses de crisis.
Imagine el lector el siguiente escenario: Noviembre de
2004, Washington, Estados Unidos de América. Los
escrutinios de las elecciones presidenciales
norteamericanas llegan a un impasse. El conteo de votos en varios condados de la Florida presentan números
contradictorios entre sí. Los trabajos de las mesas están
paralizados y la incertidumbre y las tensiones crecen. Los mercados financieros permanecen a la expectativa.
Aparentemente el candidato demócrata está adelante, pero
una confusa sumatoria, que lleva en cuenta el número de
distritos y no de electores, coloca en la delantera a
George W. Bush, del Partido Republicano. Hay protestas en
varias partes del país, que ponen en duda la limpieza del
proceso. La comunidad internacional se muestra confusa.
En ese momento, desembarca en la capital del país una
misión internacional del Centro Chávez, poderosa
Organización no Gubernamental, dirigida por el líder
venezolano Hugo Chávez. Junto a ella, llegan César
Gaviria, secretario general de la Organización de Estados
Americanos, y Luis Ayala, chileno, dirigente de la
Internacional Socialista. Luego se instalan en el hotel
más lujoso de la ciudad y pasan a conceder entrevistas a la
prensa y a convocar a reuniones con diversos partidos y
organizaciones civiles. Reciben a los dueños de los
grandes monopolios mediáticos: Fox News, CNN, ABC, New York
Times, Washington Post, etc. Por fin, el presidente del
Centro Chávez convoca a una entrevista colectiva y
advierte: «Si, bajo cualquier circunstancia, por más
remota que sea, hubiera alguna diferencia entre los datos
de la Justicia Electoral y los números que tenemos
nosotros, los observadores internacionales, nos reservamos
el derecho de volver públicos nuestros datos».
«Esperamos que eso no acontezca.»
¿Aparentemente absurdo no? Pues es exactamente eso,
cambiados los lugares y nombres, lo que sucede en estos
días en Caracas, después de la segunda recolección de
firmas con miras a la aprobación del referendo revocatorio
del mandato presidencial de Hugo Chávez Frías. La ONG en
cuestión es el Centro Carter, cuyo dirigente, el ex
Presidente de EE.UU., Jimmy Carter, «claramente extrapoló
las funciones de observador internacional», según afirmó
Jorge Rodríguez, uno de los cinco integrantes de la cúpula
del Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano del Estado
bajo cuyas reglas se desarrolla el proceso.
Ni las «misses» desvían la atención
El ambiente político en la capital venezolana es tenso. El tiempo permanentemente pesado y nublado parece contribuir
a eso. Ni siquiera la tentativa de recolocar el
decadente concurso de Miss Universo, otrora una de las
manías nacionales, desvía la atención del principal. La
etapa final del concurso, realizado en Quito (Ecuador), no
merece más que tímidas noticias en las páginas interiores
de los periódicos. Los titulares y los noticieros de
televisión están dominados por la posibilidad o no de la
realización del referendo revocatorio, medida inédita
prevista en la Constitución venezolana.
Durante tres días, del 28 al 30 de mayo, la oposición
intentó obtener por segunda vez el número mínimo de firmas -20% del total del electorado nacional- para convocar la
consulta popular. Nadie se atreve a prever el resultado
final, cuya divulgación debe ocurrir el próximo sábado. En
la primera etapa, realizada a inicios de diciembre, la
oposición alegó haber recolectado cerca de 3,4 millones de
firmas, sobrepasando en 800 mil el piso mínimo exigido, de
2,6 millones. Sin embargo, después del examen, la CNE
constató irregularidades en aproximadamente 1,8 millones.
Un nuevo proceso fue convocado, para que los dueños de las
firmas impugnadas reconfirmasen su presencia. El techo
ahora es de 800.000 mil rúbricas, para que el posible
referendo sea realizado en agosto.
La oposición suda la camisa para obtener el acuerdo de un
quinto de la población, pero sus miembros tratan de hacer
alarde con la posible obtención del incierto techo como
una desaprobación incuestionable al gobierno. El editorial
de este miércoles de El Nacional, uno de los principales
soportes del golpe de Estado de 2002, llega a decir que «el
régimen cesó de gobernar y permanece solitario en su desguarnecida trinchera, de donde solo saldrá para
entregarse».
A pesar del juego de nervios, ninguno de los dos lados
canta victoria con anticipación. El propio Chávez afirmó
en la tarde del martes que «sea cual sea el resultado, será
con un margen pequeño».
Irregularidades
El proceso estuvo marcado por denuncias de irregularidades.
El lunes, el presidente del CNE, Franciso Carrasquero, en
reunión con observadores internacionales, resaltó que
«cerca de 25 mil cédulas de identidad presentadas en las
mesas de votación son falsas, pues las fotos no
corresponden con los nombres y éstos están en desacuerdo
con los números». Algunos centros de clonación de cédulas
fueron descubiertos por la policía y el CNE constató que 7
mil muertos comparecieron a los centros de verificación de
firmas.
«Pero no vale la pena hacer de esta una batalla meramente
aritmética», señala el profesor de estadística e
investigador de la Universidad Central de Venezuela, Luis
Lander. «Reducir la lucha política a eso corresponde
aceptar el juego de la oposición, que saca de la escena su
historia pasada, golpista, de paros empresariales y
sabotajes durante los cinco años del gobierno de Chávez".
El terreno exclusivo de la contabilidad de votos puede
colocar al gobierno en la defensiva, ante una victoria
apretada de la oposición.» ¿Qué significa 20% de los
votos, frente a las realizaciones de estos últimos años, de
la recuperación económica, del creciente apoyo popular?",
se pregunta el investigador.
El vice-presidente de la República, José Vicente Rangel, en
el discurso de apertura de la III Cumbre de la Deuda Social
y por la Integración Latinoamericana, realizada en la
mañana del miércoles, insiste en la misma dirección: La
decisión no está en la recolección de firmas, sino en el
referendo. Los que hoy se aferran a él son los mismos que
no querían en la Constitución.
No aceptación
A pesar de eso, las advertencias de Jimmy Carter -poniendo
en duda el veredicto del CNE-, secundadas por diversos
líderes de la oposición, apuntan hacia una posible no
aceptación de los cómputos, en caso que no sea aprobado
el referendo. El propio Chávez lanzó públicamente un
desafío como respuesta: «Estoy listo para aceptar el
resultado, cualquiera sea; no oigo a nadie de la oposición
decir lo mismo. Esta no será una victoria de ellos. Tenemos casi 13 millones de electores. Si alcanzan el piso necesario, todavía les falta 10 millones para estar
convencidos. ¿Dónde estaba esa gente durante la
recolección de estos tres días?.»
Algunos sectores de la oposición, castigados por derrotas
seguidas, tratan de no exacerbar las tensiones. Manuel
Cova, secretario general de la otrora poderosa Central de
Trabajadores de Venezuela, trinchera histórica de Acción
Democrática, partido que dominó el escenario por cuatro
décadas, señaló a sus pares «que no es hora de ponernos
prepotentes», reclamando una postura más humilde.
Economía
El gobierno cuenta con una inequívoca carta bajo la manga:
la recuperación económica de los últimos meses, sostenida
por el aumento del precio del petróleo, cuyo barril superó
el precio de US$ 40 dólares en los últimos días. Según el
Ministro de Planificación Jorge Giorgani, el PIB
venezolano, que cayó 27.8% en el primer semestre de 2003,
debido al paro petrolero, subió a 29.8% en el primer
trimestre de 2004. O sea, se recuperó la actividad
económica interrumpida hace un año y la producción
petrolera sigue alrededor de 3.1 millones de barriles
diarios. El desempleo, que alcanzó el final del año
escandalosa cifra del 27.8% de la población económicamente
activa, cayó ahora al 21.8%. Y la inflación registra un
ritmo descendente en los últimos meses.
Para Luis Lander, tales datos alejan un escenario de
sabotaje económico por parte de las clases dominantes en
agosto, posible fecha de la realización del referendo. «La
recuperación depende del petróleo, controlado por el
Estado. Es muy difícil que, con una demanda creciente, los
Estados Unidos dejen comprar el petróleo venezolano, por
ejemplo», dice. No obstante, presiones y terrorismo
político y mediático seguramente se darán.
Doble objetivo
Pero el referendo no es el único objetivo de la oposición.
Caso sea derrotado, se puede tratar de crear un clima
interno de enfrentamiento y alegatos de fraudes, con el
llamado para que se cumpla la Carta de la OEA, aprobada en
2001. El documento sentencia que la organización debe
intervenir en cualquier país miembro que irrespete las
normas de la convivencia democrática.
El golpe de Estado, patrocinado por Estados Unidos y
Francia en Haití, con el secuestro del ex presidente Jean-
Bertrand Aristide, se dio con las bendiciones de la ONU y
de varios países latinoamericanos, que ahora envían al país
una "fuerza de paz" dirigida por Brasil. Conflictos
internos, escaramuzas en la frontera con Colombia, el mayor
aliado de la Casa Blanca en la región, el descubrimiento de
centenas de paramilitares colombianos entrenando dentro de
Venezuela y el intento de aislar a Chávez en la reciente
cumbre de Guadalajara -a pesar de haber sido el centro de
las atenciones- hacen parte de un peligroso caldo de
cultivo. Esa situación puede incluso justificar una
posible intervención en un país que trata a toda costa, a
diferencia de sus vecinos, de mantener su soberanía, su
democracia y romper con el orden neoliberal
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