La historia tiene a veces formas curiosas de expresar sus designios. Los autores señalan que si analizamos todo lo ocurrido en Venezuela y el mundo a partir del lapso comprendido entre el 11 y el 13 de abril de 2002, podríamos ver cómo ha vuelto a incidir el curso de la historia venezolana en la toma de decisiones dilemáticas que están estableciendo el curso de la Historia Universal.
"¿....por no explicar todo el presente,
es el pasado totalmente inútil
para explicarlo?"
M. Bloch
El pasado probable y el futuro contingente
John Reed, el célebre periodista norteamericano, escribió un apasionante libro donde analizó, como testigo presencial, los diez primeros días de la Revolución Bolchevique, días que a partir del mes de Octubre de 1917 cambiaron el curso de la Historia Universal.
Las horas transcurridas entre el 11 y el 13 de abril de 2002, con el derrocamiento temporal del presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y la instauración de una efímera dictadura neoliberal de extrema derecha, también conmovieron al mundo a pesar del bloqueo mediático, del telón de papel que aisla o filtra sesgadamente todo lo que ocurre en nuestro país. Tales hechos constituyen un factor importante de la actual coyuntura mundial. La trayectoria posible del primer hecho histórico, el derrocamiento, quedó interrumpida 47 horas más tarde por la ocurrencia definitiva del segundo evento, la restauración de la legalidad constitucional.
Valorar la probabilidad que tuvo un evento histórico de producirse y tener consecuencias es como construir un porvenir de antaño: la probabilidad vive en el porvenir, aunque la línea del pasado sea retirada imaginariamente hacia atrás. El pasado -de todos modos- es un dato que ya no deja lugar a lo posible; solamente el futuro es contingente [1].
Sin embargo, la noción del pasado probable y del futuro aleatorio ha comenzado a ser utilizada en la filosofía de la ciencia para la investigación histórica, por la tendencia denominada Historia Contingente o Análisis Contrafáctico (counterfactual) [2].
El análisis de la contingencia histórica concreta -se dice- nos enseña a predecir de qué manera los cambios coyunturales que ocurren o habrían ocurrido pueden o habrían podido constituir una alteración duradera o temporal del curso de la Historia.
La historia no es un proceso lineal en sentido absoluto. Por el contrario, parece ser un proceso con innumerables bifurcaciones que se producen no solo por las decisiones que fueron tomadas por los actores sociales en situaciones dilemáticas, sino también por aquellas que no lo fueron. Lo que ocurrió, la decisión que fue tomada en una encrucijada de la historia, produce una serie de eventos que marcan la vida de la sociedad. La decisión que no fue tomada generaría también, eventualmente, escenarios colaterales y situaciones dilemáticas no previstas que podrían incidir sobre aquella serie central de eventos o -en todo caso- servir como fundamento a una teoría sobre las decisiones políticas y la estructuración de la Historia.
No se trataría de incluir un elemento de indeterminación en la Historia, sino de resaltar las determinaciones que se producen por las decisiones equivocadas, políticamente acertadas, débiles o emocionales tomadas por los actores políticos o por los sujetos sociales.
Esta nueva tesis sobre el estudio de la Historia es el análisis contrafáctico de la contingencia, de lo que habría ocurrido si lo que no pasó hubiese existido, la cual permite conjeturar de manera experimental el curso probable seguido. Las características del evento en estudio nos permiten transportarnos al pasado para medir sus probabilidades, fundamentándonos tanto en la naturaleza de los hechos concretos como en la interpretación de su proyección histórica.
Situaciones del pasado. La contrarrevolución del 11 de abril
En el golpe de Estado ocurrido en Venezuela el 11 de abril de 2002 contra el gobierno constitucional del presidente Chávez, la contingencia histórica se manifestó de una manera curiosa: el golpe de Estado ocurrió, pero no pudo triunfar sino por pocas horas [3].
La derrota posterior del golpe, gracias a la respuesta cívico-militar del pueblo venezolano, repuso. en 47 horas al presidente Chávez en el poder, pero la contingencia histórica creó una coyuntura totalmente diferente a la que existía antes del 11 de abril. Podríamos interpretar en este caso lo que hubiese podido ocurrir si el golpe hubiese triunfado, contrastado con las consecuencias de su derrota posterior, señalando las alteraciones que efectivamente fueron inducidas en la coyuntura mundial.
Los años anteriores al triunfo electoral del presidente Chávez se caracterizaron por un proceso de paulatina, lenta, pero segura, destrucción del Estado nacional venezolano. Luego de haber desnacionalizado la educación, desestructurando de esa manera la mentalidad de los venezolanos/as, arrancada de cuajo -pretendían los partidos puntofiistas y sus amos imperiales- toda noción de memoria histórica, de identidad nacional, de identidad cultural venezolana, el último paso de ese proceso etnocida era privatizar la industria petrolera y entregarla a las empresas transnacionales.
Desaparecida así la empresa estatal petrolera, Venezuela hubiese quedado reducida a una tierra arrasada, con una población empobrecida y miserable donde subsistirían ciertos enclaves sociales altamente desarrollados. De paso, desbarrancarían definitivamente a la OPEP, afianzando ad perpetuam el dominio hegemónico imperial del mundo por parte de las transnacionales norteamericanas y europeas. Para garantizar la realización de ese objetivo, Luis Giusti, antiguo presidente de Pdvsa, con la anuencia de presidente Rafael Caldera, logró bajar el precio del barril de petróleo a 9-7 dólares, aumentando indiscriminadamente la producción de crudo, estimulando también la sobreproducción y la sobreoferta en los otros países que integran la OPEP. El futuro lucía promisorio para el grupo de traidores que negociaba abiertamente el colapso de la patria venezolana y -de paso- de la meta de Simón Bolívar: la nación soberana.
Acostumbrados a no tomar en consideración la opinión de los venezolanos/as sobre las decisiones que afectan nuestro futuro, los puntofijistas acordaron en 1998 proponer al señor Salas Römer como siguiente presidente de la República y ejecutor de la estocada final que consagraría el secuestro de Venezuela por parte de las transnacionales del imperio.
Hasta ese momento, el futuro aleatorio se iba transformando serenamente en presente vivo. Pero la causalidad histórica de la nación venezolana, encarnada en el pueblo irredento que buscaba citarse con su destino desde hacía a lo menos dos siglos [4], por diferentes razones eligió por abrumadora mayoría a Hugo Chávez como presidente de Venezuela. Los dueños de los medios de comunicación venezolanos, las viudas del puntofijismo y las consortes del dominio imperial buscaron de mil maneras mantener el rumbo liquidador de la Patria: trataron de sobornar, seducir y corromper al presidente Chávez, rodeándolo con un entorno de políticos corruptos coordinado por un antiguo compañero de ruta de los servicios de inteligencia del imperio infiltrado en un puesto clave: el Ministerio del Interior.
De esa manera, pudieron armar con toda tranquilidad la conspiración, garantizando una estructura legal apátrida, desorganizando los servicios de inteligencia venezolanos, socavando la lealtad del Alto Mando Militar, acción donde participaban también diferentes servicios extranjeros de inteligencia, notablemente de los Estados Unidos, España y Colombia, entre otros, empresarios venezolanos (Fedecámaras) y extranjeros y -por supuesto- los partidos políticos que cohabitan en la Coordinadora de Oposición y los vestigios de la CTV.
Quizás para garantizar la fluidez del apoyo político y financiero a la conspiración por parte del gobierno de los Estados Unidos, Luis Giusti fue designado asesor petrolero del presidente George Bush Jr., mientras el "Adelantado" Gustavo Cisneros, beneficiario directo de la conspiración, cuadraba con Papá Bush el reparto del botín llamado Venezuela. La conspiración llego así a acumular un gran volumen de recursos financieros, el cual permitió a los conjurados comprarse unos 70 generales, almirantes y coroneles que integraban el Alto Mando de la Fuerza Armada venezolana.
Así, aparentemente inerme, cercado por todos lados y traicionado notablemente por su ministro del interior, el gobierno del presidente Chávez colapsó el 11 de Abril. Las decisiones inmediatas del gobierno dictatorial, presidido por Carmona, estuvieron orientadas, en primer lugar, a eliminar la Constitución Bolivariana que prohibe la venta de PDVSA, a decretar in continenti su privatización, a liquidar la legalidad de la República Bolivariana y a erradicar de cuajo (léase eliminar físicamente) todos los oponentes chavistas, tal como había hecho el general Pinochet con decenas de miles de militantes de la Unidad Popular chilena.
De haberse mantenido la dictadura de Carmona, es muy probable que la mayor parte de los activos de Pdvsa hubiese sido transferida al "Adelantado" y su grupo cubano-americano y venezolano, a Repsol, la petrolera española, una de las financistas del golpe junto con el Señor Aznar y su Partido Popular. La alianza de Aznar con Bush y Tony Blair no era simple coincidencia. Si Repsol se hacía con el control de Pdvsa, esa compañía se hubiese convertido en una de las mayores potencias petroleras del mundo, dueña de Citgo, de la YPF argentina, del petróleo colombiano y, luego, por gravedad, del gas boliviano y del petróleo brasileño.
De tal manera, España, convertida gracias al golpe fascista de Carmona, en quasi dueña del mundo, como en los tiempos de Felipe V, desarticularía la Vieja Europa (Francia+Alemania) convirtiéndose por esa vía en cabeza de la Comunidad Europea. Estados Unidos, por su parte, invadiría luego militarmente a los Estados parias del Oriente Medio y Asia: Irak, Iran y Norcorea; con el arsenal atómico y el poderío militar de Israel, subyugaría posteriormente al resto de los países árabes. En esta nueva coyuntura mundial, Estados Unidos, con el poder económico de los empresarios cubanoamericanos-venezolanos miembros de la conspiración contra Venezuela, tendría la capacidad para destruir también toda posibilidad de convertirse Mercosur, con Brasil a la cabeza, en una potencia competidora del bloque angloespañol dominante, eliminando de paso a Cuba y convirtiendo a Colombia en el gendarme del norte de Suramérica.
El nuevo orden mundial se habría finalmente consumado, al haber logrado la Alianza Imperial destruir a Venezuela, pieza clave del ajedrez político mundial, como Estado nacional y como nación soberana.
Pero el pueblo venezolano, aliado con su Fuerza Armada, derrotó esa primera fase de la conspiración fascista, estableciendo las bases del nuevo futuro, de la nueva contingencia histórica. El presidente Chávez, una vez instalado nuevamente en el poder, perdonó a los conspiradores. El Tribunal Supremo de Justicia, por otra parte, asumiendo una posición que por lo absurdo podría parecer una broma de mal gusto, determinó que el golpe de Estado del 11 de abril nunca ocurrió. Un grupo de magistrados de oposición, aliados de la conspiración, había modificado oficialmente el pasado con una bizarra sentencia leguleya.
El futuro contingente 1: la Batalla del Petróleo
La Alianza Imperial, constituida por Estados Unidos, Inglaterra y España, decidió contratacar para derrocar al presidente Chávez. Esta vez, la estrategia era ir directamente a la yugular y destruir sin ambajes el Estado nacional venezolano. La quinta columna de apátridas, integrada por la meritocracia de Pdvsa, de Fedecámaras, el espantajo de la CTV y los grupos políticos que cohabitan en la Coordinadora Fascista, organizó un paro empresarial y un sabotaje a la empresa petrolera estatal que comenzó el 1 de diciembre de 2002 [5].
El objetivo continuaba siendo apoderarse de Pdvsa y privatizar sus activos para beneficio de los miembros de la Alianza Imperial. De manera simultánea, ésta había puesto en marcha un plan de invasión colonial a Irak para apoderarse de su riqueza petrolera. Como se observa, se trataba del mismo proyecto estratégico mundial que se habría puesto en ejecución si Chávez hubiese sido derrocado por el golpe de Estado de abril del 2002.
La invasión de Irak requería apropiarse previamente del petróleo venezolano, para proteger la retaguardia de la Alianza Imperial y como medida de contención eventual de los precios mundiales del petróleo. El plan para invadir a Irak estaba contemplado para ser iniciado el 8 de diciembre de 2002.
La soberbia de la quinta columna venezolana había prometido a la Alianza Imperial que el 5 de diciembre de 2002 ya el gobierno de Chávez habría colapsado, ajustando su ofensiva genocida a la programación militar que debía asegurarle a la Alianza el poder hegemónico mundial y a la quinta columna venezolana unos 30 millardos de dólares como recompensa por haber vendido la soberanía de Venezuela, tal como las treinta monedas de plata que recibió Judas por vender la vida de Jesucristo. Pero, de nuevo, la alianza cívico-militar venezolana, dirigida magistralmente por el presidente Chávez, derrotó la conspiración para destruir el Estado nacional venezolano [6].
El Futuro Contingente 2: El colapso de la Alianza Imperial
El colapso de los imperios comienza, generalmente, por la descomposición de la periferia de la cual extraen su renta. Al no lograr sus objetivos en Venezuela, el plan para invadir a Irak tuvo que ser pospuesto para el mes de Marzo de 2003. Irónicamente, el gobierno de los Estados Unidos necesitaba ahora que Venezuela se repusiese de los daños que su quinta columna venezolana había ocasionado a Pdvsa, a los fines de asegurar su retaguardia en caso de un eventual colapso de la producción petrolera del Medio Oriente. Como ya sabemos, la invasión colonial a Irak se ha saldado por un fiasco militar, económico y político para los Estados Unidos.
Los costos fabulosos de la invasión no han podido ser recuperados y el negocio petrolero de Haliburton y otros socios no termina de concretarse favorablemente. George Bush y Tony Blair están a punto de perder su reeleción; la insurgencia irakí contra la ocupación angloamericana ha logrado descuadrar la estrategia militar y política de la Alianza Imperial; la brutalidad y la sevicia con la cual han tratado a los patriotas irakíes, ha marchitado el prestigio de los militares angloamericanos y abierto la perspectiva de una guerra larga y mortífera con los pueblos islámicos.
Aznar perdió las elecciones en España y el nuevo presidente del gobierno, Rodríguez Zapatero, se retiró de la coalición reanudando el vínculo político de España con Francia y Alemania. Por el contrario, Venezuela ha visto su economía fortalecida a la par que sus alianzas comerciales con Rusia, China, La India e Irán, y consolidado su asociación con el Mercosur. La quinta columna venezolana, debilitada y abandonada por la mayoría de los ciudadanos/as que la apoyaban, se embarca ahora en una campaña de terrorismo asesino con el apoyo directo de los paramilitares colombianos y el beneplácito de los gobiernos de Colombia y Estados Unidos.
El Futuro Contingente 3: La Nueva Era
La historia tiene a veces formas curiosas de expresar sus designios. El inicio de la Historia Universal, de los conflictos imperiales entre Inglaterra, Holanda, Francia y España que signarían el desarrollo del sistema capitalista, comenzó por el control de las Bocas del Orinoco, Venezuela, entre finales del siglo XVI e inicios del XVII. Este río se consideraba como la llave que abriría el acceso al corazón del Imperio Español, el Perú.
Si miramos en retrospectiva, todo lo ocurrido en Venezuela y el mundo a partir del lapso comprendido entre el 11 y el 13 de abril de 2002, podríamos ver cómo ha vuelto a incidir el curso de la historia venezolana en la toma de decisiones dilemáticas que están estableciendo el curso de la Historia Universal; ésta parece marchar acelerada, pero seguramente hacia un relevo de las alianzas políticas mundiales, el colapso definitivo del orden mundial impuesto por los angloamericanos desde el siglo XVII y el surgimiento de uno nuevo, fundamentado en la solidaridad humana, la libertad y la democracia.
Un cambio de humanidad que anticipa el imperio mundial de los valores cristianos originales: el fin de los tiempos que auguraba La Biblia.
[1] Marcel Bloch. 1952. Introducción a la Historia.
[2] Philip E. Tetlock y Aaron Belkin. 1996. Counterfactual Thougth Experiments in World Politics. L. A. Paul. 1998. Keeping track of the time: emending the counterfactual analysis of causation.
[3] D. Lewis. 1986. Postscript to «Causation». Alude a la secuencia de eventos históricos abortada antes que la alternativa causal preventiva pueda completarse.
[4] Mario Sanoja-Iraida Vargas-Arenas. 2003. Venezuela Irredenta. Question. Año 2.No.15.
[5] Mario Sanoja. 2003. De La Bastilla a PDVSA. Question. Año.1 No. 8.
[6] Mario Sanoja-Iraida Vargas-Arenas. 2003. Cultura, Educación y Defensa Nacional. Question. Año 1 No. 10.
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