Las campañas norteamericanas por la presidencia se han destacado en los últimos veinticinco a treinta años, por una sarta de ataques sucios sobre los oponentes. Ya los norteamericanos se van acostumbrando a eso, como se acostumbraron a ser los héroes de todas las guerras y los paladines de toda causa justa, a partir de los largometrajes hollywoodenses posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Las campañas norteamericanas por la presidencia se han destacado en los últimos veinticinco a treinta años, por una sarta de ataques sucios sobre los oponentes. Ya los norteamericanos se van acostumbrando a eso, como se acostumbraron a ser los héroes de todas las guerras y los paladines de toda causa justa, a partir de los largometrajes hollywoodenses posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Pero la campaña de Bush ha sido más torcida y ha seguido el patrón de su presidencia: utilizar la mentira impunemente. Recordemos que Bush tiene esa rara cualidad de insistir en sus mentiras aun cuando los hechos demuestren lo contrario.
El mejor resultado de esta tergiversación lo ha obtenido por la actitud de la prensa. La prensa, en sentido general, y muchas veces con el supuesto propósito de “no tomar partido” ( en definitiva los dos partidos son esencialmente lo mismo), contribuye a desviar la atención de aquellas cuestiones que llegan a la superficie mostrando asuntos que pudieran ser de peligroso uso público. Así ocurrió con el documental de Michel Moore, donde se dieron a la tarea de restarle importancia a los efectos de su influencia en el proceso electoral. Este enfoque no decía que los hechos presentados en la cinta fueran inciertos, pero implicaban que la cinta no
tenía importancia y así, por el mecanismo psicológico de la asociación, las personas sin tiempo para buscar verdades y leer la realidad, se inclinan fácilmente por pensar también que su contenido no tiene importancia.
Este procedimiento le ha permitido al Presidente transitar entre las mentiras sin gran problema. Recordemos que la prensa fue su mejor punta de lanza cuando lanzó “su guerra santa” contra Irak. Cuando surgieron las verdades que la prensa conocía al menos mucho mejor que el público, la misma ha procedido de manera equívoca, contribuyendo así más a la desinformación que a la verdad.
Ahora en la campaña contra Kerry, Bush quiere opacar la participación del candidato en Vietnam, cuando éste combatió como soldado del ejército norteamericano. Una organización llamada Swift Boat Veterans for Truth, está haciendo la propaganda de que las medalla otorgadas a Kerry no estuvieron avaladas por una conducta heroica. Este hecho ha motivado que el editor del Chicago Tribune, William Rood, quien estaba en el bote donde operaba Kerry, escribiese un artículo en el cual menciona cómo Kerry propuso una estrategia que fue elogiada por sus superiores y que dio resultados. Esto último fue corroborado por la documentación militar relativa a aquel evento. También ha salido a relucir la declaración de William Langhofer quien estaba en otro bote detrás del de Kerry, quien ha narrado cómo Kerry, en medio del fuego cruzado de los vietnamitas, rescató al soldado James Rassmann.
Kerry ha insistido en los últimos días en que el Presidente no sólo debe detener sus ataques basándose en mentiras sino que debe ponerle un freno a la labor de esa organización independiente llamada Swift Boat Veterans for Truth, la cual pretende hacerle el juego a la campaña de Bush, basándose en mentiras.
No creo que esa solicitud del señor Kerry tenga algún efecto en Bush quien además de mitómano ha demostrado tener hábitos torcidos. Su presidencia ha sido una muestra de eso y la campaña de las primarias republicanas, por la candidatura presidencial en el 2000, también fue testigo de este mal, cuando utilizó la misma sarta de mentiras para desacreditar a su contrincante republicano John McCaine.
Creo que nada va a detener su mitomanía y torcedura de carácter porque el perro huevero,
aunque le corten el hocico sigue, comiendo huevos.
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