Como surge de las palabras de Simón Bolívar la patria tiene que ver con nuestros padres, es la “madre patria” tal como ellos la llamaron desde la que también soñaron con una patria mejor. Es, pues, en cuanto ámbito construido y reconstruido y por eso mismo, un ethos que se juega, en cuanto tal, entre el ser y el deber ser. Es el referente identitario lejano, añorado en relación con el cual se elabora la dolorosa experiencia del exilio; es el conjunto heterogéneo de paisajes que gozamos como riqueza compartida y propia; es la ciudad, el campo, la montaña, nuestra ciudad, nuestro campo, nuestra montaña; es, en fin, el punto de apoyo de nuestra resistencia y de nuestra protesta; es, volvamos a lo dicho, un ser transido de deber ser, construido desde nuestra interna diversidad humana, tan colorido de paisajes como de historia, transido de miserias y surcado de cicatrices.
Hay, pues, una patria que juega como ideal y que es a la vez sentimiento y, muchas veces, sentimiento de dolor profundo cuya categoría básica es la de inclusión en una humanidad y en una tierra, aun cuando la patria real haya sido construida de marginaciones y exclusiones.
Estas hermosas como lúcidas palabras pertenecen a uno de los grandes filósofos vivos de nuestra América, el argentino Arturo Andrés Roig -filósofo de la liberación latinoamericana- y son un denso comentario al célebre Juramento del Monte Sacro pronunciado por nuestro Libertador, en la ciudad de Roma, el 15 de agosto de 1805. 199 años de aquel juramento imperecedero hecho nuestro, por ahora y por siempre.
Esta profunda reflexión nos sirve para proclamar en el punto de partida de este texto, que en Venezuela, aquí y ahora, la patria ideal y la patria real son una sola y hay todo un pueblo en estrecha unidad cívicomilitar -hay que quitar de una buena vez el guión separador- dispuesto a defender esta viva verdad. Estamos avanzando a paso de vencedores hacia la materialización de esa categoría básica y de esa experiencia fundamental para tener patria: lo que Roig llama la inclusión en una humanidad y en una tierra.
Contra viento y marea: contra la oposición directa del Imperio del Norte que no soporta que un pueblo recupere su dignidad y se reapropie de su memoria histórica y no acepta que nuestros soldados -nuestros verdaderos soldados- le estén dando vida al legado y el ejemplo del Libertador de un mundo, de un Nuevo Mundo.
La marcha es y sigue siendo dura y hoy podemos decir: si dura, necesaria; si dura, liberadora; si dura es porque vamos tras los pasos de Bolívar y eso obliga mucho. Esto nunca podrá entenderlo el apatridismo que hoy vemos convertido en bandera política: en intento de restaurar el Antiguo Régimen como si no hubiera pasado nada; como si la Revolución Bolivariana no hubiese generado un sólido y cada vez más creciente nivel de conciencia; como si la nueva gesta emancipadora pudiese ser evaporada mediáticamente y volvamos a ser la factoría, la colonia que fuimos durante cuarenta años de desgobierno, miseria y saqueo; como si Carabobo ya no nos perteneciera definitivamente en tanto que batalla inconclusa y el hombre del cerro Buenavista ya no estuviera dando sus órdenes finales para completar la derrota de un enemigo histórico que ya no cuenta, por detrás de él, con una Santa Alianza pero sí con la arrogancia y la prepotencia de un Imperio que ha pretendido imponerle al mundo -según la gráfica expresión del pensador español Jorge Verstrynge- un proceso de recolonización unipolar que no es otra cosa que la más dura e inhumana de las tiranías conocida en los anales de la historia.
La Patria de Bolívar no es ni puede ser refugio para apátridas que son capaces de propiciar una invasión a su propio suelo como lo demuestra la frustrada intentona que pretendía producir un escenario de violencia generalizada, usando al nefando paramilitarismo colombiano para que les hiciera el trabajo. Ninguno de los apátridas responsables de la autoría intelectual de esta infame traición da la cara ni asume su responsabilidad. Lo mismo ocurrió con la denominada Guarimba. Quién puede creer entonces que su actuación va a ceñirse -en el presente inmediato y en el porvenir- al marco constitucional cuando no lo respetan y se consideran con el derecho de violarlo cada vez que les viene en gana. Creen además que los soldados de Venezuela, van a prestarse a secundar el nada oculto escenario de violencia que pretenden reeditar tomando como pretexto el Referéndum Presidencial y con la anuencia, la bendición y el apoyo de sus amos del norte. Están prestos a gritar ¡fraude! porque eso está en el libreto confeccionado por sus amos.
Recientemente, el Presidente ha relanzado la idea del Frente Nacional. No concebimos este nuevo bloque histórico sin la presencia de los militares activos. Un centro de comando único del proceso -que encarne fielmente la pluralidad constitutiva que le ha dado vida a la Revolución Bolivariana- es impensable sin ellos. Aquí está en juego la vida de la patria, y los militares venezolanos no pueden ser excluidos de este centro que va a asegurar la unificación definitiva de todos. Centro absolutamente necesario para esta fase antiimperialista que recién ha comenzado. La batalla es a corto, mediano y largo plazo: la salida de los halcones podría darnos un respiro pero no nos garantiza nada. Kerry echa mano de una retórica imperialista que apenas se diferencia en insignificantes matices de la de Bush. La vieja conseja de Jefferson al Presidente Adams ha cobrado nueva vigencia: absorber las colonias españolas pedazo a pedazo. Ésa y no otra es la lógica que está detrás del ALCA. Pero en el presente las cosas son mucho peores. Bien lo ha dicho Susan Sontag recientemente en Colombia: el proyecto imperialista ha entrado en una fase radical. Fase radical que contempla el arrasamiento de la Revolución Bolivariana: el objetivo es que nuestro petróleo esté bajo control de Washington, volviéndonos el más servil y lacayo de sus proveedores. Por eso el deslinde establecido por el Presidente no pudo ser más oportuno y pertinente: la batalla del 15 de agosto es entre los bolivarianos y baby Bush. Y la batalla pasará a otros escenarios, luego de la derrota electoral de las fuerzas imperialistas y neocoloniales. Estamos en la mira del Imperio por tiempo indefinido.
No: el imperialismo no puede volver a imponer su voluntad a la Patria de Bolívar, así nos cueste la vida a muchos. Ningún sacrificio es poco cuando se trata del suelo nativo: el suelo donde tenemos enterrado el ombligo y en el que están sembrados nuestros muertos. Este suelo cubierto de muertos con dignidad, para decirlo con el trovador uruguayo Rubén Lena. Ni una traición más, como dijo el Presidente Chávez en memorable ocasión.
Aquí hay que insistir, una vez más, en el valor genésico, fundacional y liberador de nuestra Constitución. En sus páginas está contenido el nuevo proyecto histórico nacional: el que la inmensa mayoría de los venezolanos estamos creando, al que le estamos dando vida.
Hay que poner de relieve que el constitucionalismo de nuestros soldados, los verdaderos soldados, no es un constitucionalismo formal y retórico: es un constitucionalismo vivo y activo. Nuestra Constitución que el pueblo y sus soldados -este es un principio fundamental para entender la fortaleza de la unidad cívicomilitar- sienten como suya: un texto vivo que se está escribiendo y rescribiendo todos los días en la realidad nacional con el esfuerzo constructivo, creativo y liberador de todos para tener una patria, nuestra patria, la que nos pertenezca real y verdaderamente a todos. A esa Carta Magna -no lo dicen públicamente pero es así- pretenden patearla una vez más. La Constitución es el primer enemigo de los apátridas: la que le cierra el camino al único proyecto que tienen: la restauración de un orden neoliberal salvaje que se convierta -usamos la expresión del filosofo español Eugenio Trías- en una democracia censitaria de fachada. No otra cosa que una tiranía y un régimen totalitario y represivo.
Volvamos a las palabras de Roig. El ser y el deber ser ya no están escindidos y hoy podemos retornar a Carabobo, con la frente en alto, a darle el parte al hombre, al gigante del cerro Buenavista. El punto de apoyo de nuestra resistencia y de nuestra protesta es también hoy el punto de apoyo de nuestra esperanza y de nuestra propuesta: el punto de apoyo para alcanzar nuestra segunda independencia nacional; y nada ni nadie puede ni podrá detener al pueblo venezolano en su lucha por conquistar el más trascendental objetivo histórico. La nueva gesta emancipadora es hechura suya: con su esfuerzo, su sacrificio, su entusiasmo y su conciencia, la está forjando cada día.
Al igual que ayer, hemos tenido que abrir nuestra propia Pica de la Mona -recibiendo, con impavidez y serenidad, fuego cerrado- pero ya hemos encontrado la salida hacia la llanura y el poder constituyente en movimiento está desplegado en batalla para defender lo alcanzado con el más inmenso de los esfuerzos. Una bella canción del trovador bolivariano José Garcés dice una gran verdad que compartimos: ¡Es tanto y tan poco lo que hemos logrado! Por eso mismo, recordemos a Bolívar, no podemos retrogradar. Debemos triunfar por el camino de la Revolución y no por otro. Por eso, calzadas las botas de campaña, como lo veía Martí, nos va diciendo a cada uno y a cada una palabra alentadora, una expresión conmovedora. Desde diciembre de 1998, Bolívar mandó a ensillar y, como sentía Alí Primera, está cabalgando otra vez. Eres Padre, como bien decía Asturias, la lucha que no termina y a tu Pueblo en armas no le queda otra alternativa que seguir tu ejemplo y tu mandato. Si grande en Carabobo, gigantesco eres vuelto pueblo en marcha y en nueva batalla por la liberación.
De este suelo han renacido nuevos prodigios de valor y nuevas encarnaciones del más sublime heroísmo colectivo: Cedeño, Plaza, Camejo, Rondón, Farriar, han vuelto hechos millones de conciencias y de corazones que tienen grabada a fuego esta divisa: traicionar a la Patria jamás. Es Bolívar que ha vuelto hecho causa popular y es el encuentro vivo, cotidiano y definitivo con su ideal emancipador. Aquí está con nosotros: no pudieron matarlo volviéndolo bronce y ceremonia formal. Ha resucitado porque el Pueblo venezolano se volvió, a su vez, el Lázaro colectivo con el que siempre habíamos soñado. Hoy sí que es verdad que volver a Carabobo no es una frase para cumplir o salir del paso: es una unánime realidad colectiva porque el hombre del cerro Buenavista está comandando la batalla.
Decir Así fue Carabobo pertenece al pasado: decir Así es Carabobo pertenece al presente y al porvenir. Nuestro 24 de junio de todos los días es una verdad como verdad es el pan nuestro de cada día. La connatural vocación heroica del Pueblo venezolano está haciendo -tomando la bella expresión de Ernesto Che Guevara- que lo increíble se haga realidad. El despertar de su participación y su protagonismo se consolida y profundiza: hoy cada compatriota que cierra filas en esa inmensa mayoría que respalda y sostiene el nuevo proyecto histórico nacional, sabe -con la conciencia, el alma y el corazón- que por ser obrador de su propio destino, vale la pena vivir y, si llega el caso, morir. Estamos hoy más que nunca seguros de que el gran poeta inglés Dylan Thomas tenía razón cuando escribía: Y la muerte no tendrá poder, no tendrá señorío porque el pueblo venezolano está desposado definitivamente con la vida. La desaparición física sería sólo un tránsito para fusionarnos enteramente en millones de almas.
Una vez más hay que referirse al nefasto papel que han jugado y siguen jugando algunos medios de comunicación privados: verdaderos poderes de las tinieblas y propiciadores de la escisión de una parte pequeña pero significativa de la familia venezolana de la inmensa mayoría de sus compatriotas. Uno no puede dejar de preguntarse: ¿qué hace que este grupo de venezolanos y venezolanas se haya habituado a gravitar en su órbita, cuando los han manipulado una y otra vez sin el menor pudor y sin el menor respeto por sus inteligencias? Lo que tiene definitivamente que ser conjurado y contrarrestado es el poder de sus dueños -sembradores de cenizas, para usar la expresión de Augusto Mijares- quienes ya han comandado dos golpes de Estado y tienen la desvergüenza de seguir presentándose como demócratas. Uno de ellos, en especial, se promociona internacionalmente como empresario global y pone a su servicio, pagándola a precio de oro, la pluma de uno de los grandes escritores de nuestra lengua -con deshonra para él- para prologar una biografía hecha a su gusto y bajo su dictado. Convenientemente se borró de estas páginas, entre otras cosas, su vocación y acción golpista comprobada por los venezolanos en 2002, 2003 y 2004.
En verdad, los dueños de los medios son unos pobres seres resentidos y vengativos. Imperan sobre una pequeña franja de compatriotas pulsando la tecla del miedo para usarlos como carne de cañón cada vez que lo consideren necesario. Se creyeron, durante demasiado tiempo, los dueños omnipresentes y omnipotentes del país -lo fueron- y no entienden cómo las mayorías rompieron con su tiranía. Nuestro gran desafío es limitar cada vez más el resto de poder que todavía les queda. Ayudar a democratizar la comunicación y la información poniéndole coto a la entropía que reina en el espectro radioeléctrico. Quienes hacen pública incitación a delinquir contra su propio suelo, no merecen sino el más franco rechazo. Por eso mismo, qué grande y qué lejos les queda Carabobo inmortal a los primeros servidores del Imperio del Norte.
Al entrar la Revolución Bolivariana en lo que el Señor Presidente ha llamado la fase antiimperialista, no podemos dejar de recordar que hace cincuenta años exactamente, por estos días de junio, la hermana República de Guatemala era víctima del más criminal atropello por parte de los Estados Unidos de Norteamérica, usando, por supuesto, a una oligarquía cipaya y a unos militares sin sentido del honor. A la Guatemala del Coronel Jacobo Árbenz y del Canciller Guillermo Toriello, se le aplicó todo el peso del panamericanismo como doctrina al servicio de los intereses imperialistas de Washington. ¿Qué hizo el Gobierno del Coronel Árbenz?: devolverle la tierra a sus legítimos dueños, los campesinos guatemaltecos, expropiándosela a quien se la había arrebatado por el engaño y por la fuerza: la United Fruit Company. Eso bastó para que la infamia mediática difundiera y repitiera por todo el mundo que Árbenz pretendía convertir a Guatemala en una república soviética. Estados Unidos no sólo promovió y financió la invasión ocurrida desde territorio hondureño, comandada por el traidor Carlos Castillo Armas: los aviones de su Fuerza Aérea bombardearon varios puntos de la geografía guatemalteca. Pocas veces se ha visto tamaño e inmoral contubernio entre la mentira y la fuerza para aplastar el deseo de ser libre de todo un pueblo, volviendo letra muerta el principio de igualdad entre las naciones sin que ningún organismo internacional se pronunciara unánime y firmemente contra este crimen histórico. En el abultado expediente del imperialismo estadounidense, Guatemala 1954 es, sin más, una de las mayores pruebas de su condición forajida. Recordemos que la Administración Eisenhower ya había sido responsable del derrocamiento de Mohammed Mossadeg, 1953, por haberse atrevido a nacionalizar el petróleo en Irán.
La vacilación y las indecisiones hundieron a este Gobierno nacionalista en Guatemala. Vacilación e indecisiones que, así lo creemos, el Señor Presidente conjuró, de entrada, al anunciar que entrábamos en la fase antiimperialista. Vacilación e indecisiones que debemos dejar a un lado con el fin de prepararnos para un hipotético escenario en el que tendremos que librar una real y verdadera Guerra del Pueblo -expresión de Nguyen Giap- y no ese abstracto eufemismo que los yanquis llaman Guerra Asimétrica, el cual deberíamos desterrar de nuestro vocabulario porque no corresponde a un modo de pensar endógeno.
Quiero recordar, por todo esto, el alerta que lanzó el General Raúl Isaías Baduel en una entrevista realizada por el conocido intelectual progresista Heinz Dietrich, el 3 de marzo de este año, al caracterizar la dolorosa coyuntura que hoy atraviesa el hermano pueblo de Haití:
...algunos factores externos han pretendido aprovechar, en mi visión, de una manera irresponsable y sin ningún respeto por la autodeterminación del pueblo haitiano, las circunstancias extremas que lamentablemente ha vivido ese país sumido en la pobreza, para avanzar sus propios intereses, en lugar de concitar la atención del resto de los países en el sentido de propiciar, que mejoraran las condiciones en la isla.
Más bien me parece que se ha querido establecer un formato, tratándose de presentar una vitrina ante el mundo para enseñar que esto podría hacerse extensivo a otros países y, muy particularmente, hacia nuestro país. Porque hemos visto funcionarios del Departamento de Estado de Estados Unidos y sus muñecos de ventrílocuo internos repitiendo, que debemos tender la mirada hacia Haití porque esto es lo que podría venir.
Y algunos de esos muñecos de ventrílocuo lo dicen con convicción como si ya les hubiesen dado el libreto de que eso es lo que deben decir. Y como si ya les hubiesen asegurado que eso es lo que están dispuestos a hacer...
Tengan la seguridad estos muñecos de ventrílocuo, y el ventrílocuo mismo, que si están dispuestos a activar una intervención bélica en la Patria de Bolívar, jamás nos rendiremos y defenderemos con la escrupulosidad y la energía debidas, con el valor y el heroísmo que provienen de más de quinientos años de lucha, el suelo sagrado de la Patria. Venezuela no es Haití -sin que esta comparación represente una ofensa a un pueblo que tanto apoyó la causa de nuestra independencia- y el que esté pensando en invadirnos, debe saber que nuestra mejor defensa es todo un pueblo en resistencia que hoy está convencido de la justicia de su causa.
Necesario es recordar lo que nos dice un libro -digno de atenta lectura y estudio detenido- de dos coroneles de la Fuerza Aérea China, Qiao Liang y Wang Xianghui llamado La Guerra Más Allá de las Reglas: Evaluación de la Guerra y de los Métodos de Guerra en la Era de la Globalización, publicado por la editorial Prensa de Artes del Ejército de Liberación Popular en 1999. Un libro que plantea que en caso de agresión, el Pueblo chino tiene el derecho a defenderse por todos los medios: literalmente, para sus autores, por todos. En una estrategia de defensa nacional del territorio patrio, todo es lícito. Incluso aquello que el canon bélico occidental le ha colocado el rótulo de prohibido. Si yo soy invadido, las reglas de juego tienen necesariamente que cambiar y vale todo para no darle ni un solo respiro al invasor. La guerra irregular -para ambos autores- está en el centro de una genuina y masiva resistencia nacional por todos los medios.
Qiao y Wang, sostienen que en cuanto a los métodos de guerra, existe en gran parte del mundo desarrollado una especie de culto a la alta tecnología y a las nuevas armas áreas en las que Estados Unidos tiene un claro liderazgo. Según estos dos autores, las armas de tecnología de vanguardia fabricadas para la defensa nacional, debido a sus costos cada vez más altos, pueden causar en un momento dado el colapso económico de un país. En este sentido, los Estados Unidos podrían estar siguiendo los pasos de la ex Unión Soviética: El derrumbe del imperio soviético no llegó con un fuerte trueno, sino más bien con el sonido que hace algo al desinflarse. Este podría ser el destino de Estados Unidos.
Qiao y Wang hacen un señalamiento tan lúcido como pertinente: El error más serio de los Estados Unidos reside en la percepción de que las disputas internacionales pueden ser resueltas definitivamente, en caso necesario, en el campo de batalla.
De modo que Estados Unidos se enfoca hacia el objetivo de mantener su capacidad de combatir y ganar dos guerras regionales más o menos al mismo tiempo. Subrayemos que esto lo decían los autores en 1999. Véase los casos de Irak y Afganistán para medir la magnitud de este error estadounidense: no han podido quebrar ni el espíritu ni la fortaleza de la resistencia nacional en ambos casos.
Necesario es, entonces, avanzar más decidida y rápidamente, esto no admite demoras, hacia una estrategia de defensa nacional por todos los medios. Incluida dentro de esta estrategia, la más sólida preparación en los métodos y las tácticas de la guerra irregular. Entendemos el fortalecimiento y la masificación de la Reserva desde este ángulo.
Ayer Carabobo fue sublime victoria colectiva, triunfo de todo un pueblo: sigamos ese camino para estar prestos a repeler cualquier agresión sobre nuestra tierra venga de donde venga. Hoy nos ha tocado, parafraseando al Libertador, poner, sin temor, la piedra fundamental de la Segunda Independencia de la Patria Grande. Debemos contar con las mejores condiciones para defender en el terreno bélico ese derecho conquistado tras tantos, tantísimos años, de lucha y de sacrificio. Hoy como ayer: Vacilar es perdernos.
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