Viendo la multitudinaria celebración en las afueras del palacio presidencial a las 5 a.m. aquel 16 de Agosto, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías declaró lo que sus seguidores esperaban: “El referéndum revocatorio no fue un referéndum para Hugo Chávez”, anunció hablando en tercera persona, “fue un referéndum del proceso revolucionario, al cual la mayoría de los venezolanos le dieron su apoyo.¡Es el momento de profundizar la revolución!”
De esta manera, el experimento revolucionario venezolano ha entrado en una nueva etapa, la reafirmación (término con el cual los chavistas han comenzado a referirse al referéndum revocatorio) tanto de Chávez como de la revolución bolivariana venezolana, por parte de un 60% de los votantes, marca un hito histórico en la evolución de la política venezolana radical. Nunca antes, Chávez o el “proceso” habían contado con tanto apoyo en Venezuela, o con tanta aceptación - aunque con renuencia- por parte de la comunidad internacional.
Para muchos, las venideras elecciones regionales, tentativamente pautadas para finales de Octubre próximo, son la primera oportunidad para profundizar la revolución. Con el ímpetu que les ha dado la victoria en el referéndum y el descalabro en las filas de la oposición, los candidatos chavistas tienen el potencial para ganar un considerable terreno político.
Muchos miembros actuales de la oposición que ocupan puestos claves, fueron electos para sus respectivos cargos como candidatos chavistas en las elecciones regionales de 2000, solo para cambiar de bando cuando los vientos políticos comenzaron a soplar en contra de Chávez. Adivinaron mal, y ahora podrían perder sus cargos por su deshonroso oportunismo.
No obstante, los chavistas están en posición de lograr más que simplemente la reconquista de posiciones que “han debido ser suyas durante los últimos 4 años”. El voto por el “NO” en el referéndum del mes pasado -voto en contra de la revocatoria del mandato presidencial- ganó en 23 de los 24 estados, incluyendo los 8 estados actualmente gobernados por la oposición, aunque en ocasiones con votación cerrada. Si aquellos que votaron “NO” en Agosto, lo hacen por candidatos chavistas en Octubre, se reforzaría la amenaza contra la oposición en esos estados.
Sin embargo, cada vez más parece que este no será necesariamente el caso. Aunque la oposición, constituida en un conglomerado anti-chavista, fue derrotada de manera contundente, algunos de los candidatos a gobernaciones y alcaldías aún gozan de cierta aceptación a nivel local. Además, si bien es cierto que un alto porcentaje de chavistas probablemente votará por los candidatos oficialistas en las elecciones regionales, también es cierto que existe una cantidad no conocida de simpatizantes de Chávez que quizás no lo haga.
Este es un problema que tiene sus raíces en la práctica de la política a la defensiva que ha predominado en Venezuela desde el fallido golpe de estado en contra de Chávez en Abril de 2002 (o tal vez desde antes). Durante el golpe, cuando el pueblo venezolano inundó las calles por todo el país, y decenas de miles de ciudadanos rodearon el palacio para exigir el retorno de Chávez, se generalizó en la conciencia ciudadana una mentalidad de asedio masivo para la acción política. Esta mentalidad se arraigó aún más durante los meses siguientes, cuando la economía fue de hecho (aunque temporalmente) destruida por el paro petrolero.
La asociación de Chávez (que hace la oposición) con todo lo maligno que esta oposición le atribuye a la revolución bolivariana, tuvo el efecto de confirmar su singularidad como líder y su imagen mesiánica a los ojos de sus seguidores. Fueron las increíbles movilizaciones de chavistas las que neutralizaron o revirtieron los constantes ataques contra Chávez que comenzaron con el golpe de 2002. El efecto ha sido movilizar y radicalizar a una gran masa de seguidores que no obstante son primero chavistas que revolucionarios.
Chávez ha entendido bien el peligro que representa para la revolución el exagerado énfasis en su propio rol como líder. Desde que ascendió al poder, su administración del proyecto bolivariano ha buscado dotar al pueblo con las herramientas para labrar un camino a la revolución desde la base. De allí su insistencia en la importancia de la educación, en darles a todos los venezolanos acceso a la instrucción desde el nivel de alfabetización hasta el universitario; de allí también su empeño en que existan estructuras de poder con base comunitaria.
Sin embargo, al calor de la batalla en estos últimos cinco años, gran parte de su esfuerzo por consolidar las estructuras de poder de base se ha contenido -hubo serias amenazas contra la revolución misma, a las que lógicamente se dio prioridad. Además, la prontitud con que había que hacerles frente exigía el liderazgo directo de Chávez. Y desde luego, otro factor presente en esta incipiente revolución es el hecho de que se está gestando con un estado capitalista que se sigue pareciendo más que nada a la corrupta burocracia del estado venezolano pre 1998 (4ª república)
La actual coyuntura
¿Cómo trascender las barreras que han limitado la revolución bolivariana?
¿Cómo profundizar la revolución aún en el contexto de continuas amenazas en su contra?
¿Cómo ir más allá del esquema de acudir a elección tras elección, y en su lugar dar paso a la creatividad revolucionaria permanente?
El 20 de agosto ,William Izarra -jefe del ala ideológica del comando Maisanta- equipo de coordinación de la campaña electoral, dictó una conferencia llamada “Profundización de la revolución Bolivariana”. Al preguntársele sobre el papel que desempeñarían las unidades de batalla electoral (UBE) y las “Patrullas” (grupos de activistas pro el voto del “No” en el referéndum), ahora que ha culminado el proceso de referéndum, Izarra contestó: “hasta ahora no tenemos nada específico, pero las patrullas y las UBEs continuarán como batallones electorales: No tenemos más nada en específico”
Sin embargo, las miembros de las UBEs y los patrulleros no están aguardando a que el Comando Nacional Maisanta les de directrices. Las respuestas a las preguntas formuladas anteriormente se están debatiendo actualmente en comunidades por todo el país. Y hasta ahora parece haber consenso claro en un planteamiento; cualquier profundización de la democracia debe comenzar ahora, no se puede esperar hasta después de las elecciones regionales.
Como resultado, surgido una serie de planes para crear las estructuras participativas y la coordinación que sentará las bases desde las cuales se dará impulso a esta nueva etapa de la revolución. A este debate se la ha dado cierta urgencia dados los conflictos en torno a la polémica selección de candidatos regionales y municipales para las elecciones venideras.
La experiencia de las elecciones regionales de 2000 puso en evidencia para muchos la necesidad de un método alternativo y consistente para la selección de candidatos. Sin embargo, cuando se anunció la fecha de la elección el pasado abril (aunque la fecha se ha cambiado en dos ocasiones), en lugar de las primarias, los candidatos fueron escogidos por el comando Ayacucho -el caótico antecesor del comando Maisanta-. Se planteó la necesidad de unas elecciones primarias debido a las aparentes preferencias por parte del comando hacia candidatos que se mostraban más acordes con su definición más rígida del chavismo, en lugar de candidatos con una auténtica base social en sus comunidades.
Como resultado, muchos candidatos pro-Chávez decidieron replegarse -sobre una plataforma chavista- pero en desacuerdo con los candidatos chavistas oficiales.
La clave para que los chavistas incrementen al máximo sus posibilidades en las elecciones regionales es la unidad, Para evitar la división del voto es imprescindible que se diseñe (e implemente) otro mecanismo de selección. Lamentablemente, en vez de tomar como un aprendizaje la renuencia de las bases y de sus candidatos a renunciar a sus aspiraciones electorales tan solo porque el comando Ayacucho les dijo que así lo hicieran, Chávez parece incidir en el mismo error. El pasado domingo, en su programa semanal Aló Presidente, Chávez declaró que “Ya hemos anunciado los candidatos, y esos son los candidatos. Los que no quieran la unidad que se unan a los «escuálidos» (oposición)”
En tanto, se están dando varios ejemplos innovadores y alentadores de iniciativas para abordar este problema. A continuación, dos ejemplos que ilustran estos dos enfoques,
Las primarias:
En un municipio del interior de la república, donde varios candidatos chavistas a alcaldes decidieron crear una comisión bajo consenso para organizar el siguiente proceso con tres etapas de consulta:
En primer lugar, se convoca a una asamblea popular en la cual cada candidato presentaría su plataforma al público. Luego se llevaría a cabo una encuesta, la cual debido a limitaciones de tiempo, se restringiría únicamente a aquellas zonas donde el chavismo hubiese obtenido el mayor apoyo en el referéndum. El tercer paso consistiría en convocar a una nueva asamblea popular, en la cual los seguidores de las distintas opciones harían una breve presentación para darle a la comisión una idea de la base de apoyo que tiene cada candidato.
Sólo después del proceso de consulta, la comisión evalúa los resultados de cada etapa de del proceso y se pronuncia a favor de un solo candidato, para luego incorporar a los otros tres miembros a la campaña del ganador para fomentar la unidad.
El segundo ejemplo proviene de un barrio popular caraqueño y bastión chavista. Aquí los residentes decidieron apoyar al candidato chavista oficial, pero bajo condiciones. Instauraron el “primer Foro Municipal de Participación Popular: Construyendo el Poder Popular“, una conferencia de tres días en la cual los miembros de la comunidad llevan a cabo talleres y debaten con la finalidad de redactar un manifiesto esbozando los avances que se consideran más urgentes en el poder popular. El manifiesto luego se presentaría a al candidato chavista oficial para su firma como condición de apoyo para contar con el apoyo de la comunidad.
Cerrando la brecha
Empero, la declaración más reciente de Chávez parece contradecir estos vibrantes ejemplos de política participativa y consultiva. Y la existencia de otros experimentos parecidos para lograr la institucionalización de la participación popular en la selección de candidatos sugiere una peligrosa desconexión entre Chávez y sus seguidores.
Esta desconexión no es del todo nueva; ha existido de una manera u otra desde que Chávez asumió el poder. Sin embargo, puede que esta sea la primera vez que el debate sobre las elecciones regionales se haya ventilado de manera tan vigorosa. Si la meta es profundizar la revolución política participativa sobre las cual se basa la proceso bolivariano -y de hecho convertir esta política de retórica en realidad- no hay más opción que apoyar el derecho de cada comunidad de escoger su propio candidato,(de la misma manera que tiene el derecho de votar a favor o en contera del candidato en cuestión)
Hasta el programa del domingo pasado, Chávez más que nadie estaba consciente del abismo entre él y su pueblo.
La sola idea de una revolución democrática implica que al menos inicialmente, todo lo que se logre por medio de una victoria electoral es liderazgo del estado. Pero todavía no implica, ni le es posible, un cambio fundamental dentro del propio estado. La transformación del estado es quizás la meta más estratégica que una revolución pueda esperar llevar a cabo y que estará lejos del alcance del pueblo venezolano mientras no se movilice para lograr para lograr la completa institucionalización de su derecho a participar en la política en todas las instancias del gobierno. Es decir, hasta tanto los venezolanos no hayan internalizado su derecho a participar en la política, no sólo a nivel de su comunidad, estado o nación, sino inclusivo a nivel internacional.
Cada avance en la democracia participativa desde que Chávez fuera electo por primera vez -que de hecho se ha llevado a cabo a través de su influencia directa- ha sido diseñado para cerrar esta brecha. Las misiones educativas, de salud y de empleo representan una forma de “paralelismo” diseñado como atajo para obviar las estructuras estatales existentes y que son per se incapaces de actuar como canales para la transformación revolucionaria.
De continuar este patrón, el debate en torno a los candidatos requiere coordinación pública y una respuesta oficial. Las venideras elecciones regionales pueden irónicamente representar, como la arena en la cual probablemente se librará este debate, la prueba más profunda para la revolución Bolivariana desde el golpe de Abril de 2002. No para la totalidad de la sociedad venezolana, sino como punto focal de debate dentro del chavismo. Está en juego la habilidad de la revolución bolivariana de trascender la defensa de Chávez e ir más allá al hacer avanzar a la revolución misma; al hacer la transición de una etapa de la revolución a la otra, del chavismo a la revolución.
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