No se puede afrontar aquí este peligro, más que apoyándose activamente en un amplio movimiento popular... Poulantzas [4]
La fundamentación filosófica del orden socioeconómico de los pueblos latinoamericanos y su dinámica, decía Rodolfo Quintero [5]), está definida y condicionada por los intereses materiales de las clases sociales expresados como formas ideológicas. Dichos intereses materiales representan, por una parte, la extensión histórica de la cultura de conquista colonial inducida por el imperio español en nuestras poblaciones originales o mestizas y, por la otra, de la cultura neocolonial que comenzó a imponernos el imperio (Europa+ Estados Unidos) a partir de nuestras luchas de independencia en el siglo XIX.
Como hemos dicho en trabajos anteriores ( [6], la cultura neocolonial es parte del proceso civilizatorio imperial inducido o aplicado por la fuerza a las sociedades periféricas con el objeto de naturalizar la opresión y la dominación sobre las mismas. Este proceso no se pudo llevar a cabo sin la colaboración activa de las clases sociales dominantes que se constituyeron a raíz de la culminación de nuestra independencia política de España a partir de 1830, fecha en la cual se concreta el Estado nacional venezolano.
Para aquellas fechas, los intereses de la clase dominante, conformada particularmente por los héroes republicanos devenidos dueños de las antiguas haciendas mantuanas, los relictos de la nobleza colonial terrateniente y el bloque de comerciantes criollos y extranjeros que comienza a desarrollarse hacia mediados del siglo XIX, se orientaban fundamentalmente hacia el control de la hacienda pública -más que del Estado mismo- considerada hasta el presente como un negocio privado de los grupos económicos del poder oligárquico. [7]
Los pensadores orgánicos de aquella abigarrada clase social, adoptaron como referente ideológico el idealismo liberal que exalta la libertad y la democracia como principios absolutos transhistóricos, válidos para todas las condiciones sociales y épocas históricas; solo que en este caso particular, la libertad era concebida como el derecho de la clase social con mayor poder económico de actuar a su arbitrio, como el derecho de los gobiernos neocoloniales, hoy las transnacionales, de intervenir libremente en las actividades políticas y económicas de los países neocolonizados, y como el derecho de todos ellos a ser dueños de la industria y la producción en general y controlarlas en beneficio propio.
En dicho concepto de libertad no tiene cabida la de los pueblos para luchar y obtener su independencia económica y su autonomía política para eliminar la miseria, el atraso y la dominación en todas sus formas, el derecho de los pueblos de planificar y organizar la producción y reproducción de su vida social y su vida material material para beneficio de toda la población venezolana, no solamente de una élite empresarial que no representa los intereses de la mayoría.
La democracia, tal y como ha sido concebida e instrumentada por el bloque político dominante de la sociedad venezolana, constituye simplemente una estrategia y un recurso táctico para favorecer la penetración de las transnacionales y la consolidación de sus aliados nacionales, así como una manera de mantener a las grandes masas de población excluida, ignorantes y alejadas del combate por la liberación económica y social. Iguales características ha tenido la implantación de la democracia liberal representativa en el resto de los países latinoamericanos.
Ese es el tipo de democracia representativa implantada en Venezuela durante la IV República, el modelo político de la Nueva Derecha cortado a la medida del proceso civilizatorio transnacional. A esta Nueva Derecha no le interesa ser antimarxista, ni antirevolucionaria, ni antipopular, núcleo duro de los conservadores clásicos, pues se considera uncida a la revolución neoliberal la cual plantea como el único proyecto político viable para el porvenir de la Humanidad. No obstante, el triunfo anunciado del neoliberalismo nunca había sido tan críticamente frágil y catastrófico como en el momento actual, desenmascarado en la teoría y en la praxis por su fracaso en Argentina y por el moderado éxito del modelo venezolano de desarrollo alternativo.
Involución intelectual de la vieja izquierda
A raíz de la rebelión popular del 27 de Febrero de 1989 contra la imposición del paquete de ajustes neoliberales, el ascenso político de los antiguos sectores sociales subalternos, dominados, culminó con la elección de nuestro actual presidente Hugo Chávez Frías. La aprobación de un paquete de leyes sociales, particularmente la Ley de Tierras, afectó profundamente las bases del poder económico de los sectores dominantes y el control absoluto que hasta ese momento detentaban sobre todos los órdenes de la vida nacional venezolana.
Se produjo entonces un fenómeno social sui generis: buena parte de los que habían sido hasta esas fechas supuestos “intelectuales” de la izquierda, incluso antiguos comandantes guerrilleros, abrazaron con fervor las banderas del neoliberalismo y de la Nueva Derecha, llegando incluso a reverenciar como salvadores a dirigentes corruptos, ignorantes, antidemocráticos que los habían reprimido y encarcelado durante las décadas de los sesenta y los setenta.
Los pensadores de la Nueva Derecha, predicadores del evangelio neoliberal son muchas veces, en el caso venezolano, “intelectuales” universitarios, formados casi siempre en universidades extranjeras, cuya retórica simplista se limita a elaborar sobre una idea central: es necesario acumular mucha riqueza en pocas manos para poder redistribuirla después, puesto que si no hay ganancias no puede haber reparto de riquezas ni tampoco garantías de libertad. Este evangelio dogmático se ha fundamentado en un darwinsimo social que legitima el triunfo de los más fuertes y aptos.
Hasta hace poco, estos elegidos se encontraban solamente en el lado del bloque dominante; sin embargo el proceso social venezolano ha demostrado que ese dogma no es absoluto, que los más aptos, fuertes y mayoritarios se encuentran en el bloque de fuerzas progresistas y bolivarianas que luchan por la justicia y la redención social, por la soberanía de los pueblos y la democratización del capital como fundamento de la libertad colectiva.
¿Qué hacer con la vieja izquierda?
Dentro de los así llamados intelectuales que apoyamos el proceso de cambio liderado por el Presidente Chávez, una preocupación recurrentemente debatida ha sido el qué hacer para tratar de recuperar a los “intelectuales”, de izquierda o de derecha, que supuestamente dieron el salto hacia la Nueva Derecha, o de explicar su transformación de revolucionarios de izquierda en activistas de derecha. Los intelectuales, como ha planteado Gramsci [8] , forman históricamente categorías especializadas para el ejercicio de la función intelectual, en conexión con los grupos sociales más importantes.
En este sentido, podríanos decir que a partir de la derrota política y militar de la izquierda en la década de los setenta del siglo pasado, las elaboraciones de sus intelectuales comenzaron a ser producidas en relación y en concordancia con la clase dominante venezolana que los nutre y los mantiene luego de haberlos apaleado a su gusto. A pesar de que su discurso representaba aparentemente una trasgresión al orden neocolonial, la clase dominante los conquistó, los sedujo y corrompió de mil maneras y convirtió el discurso de la trasgresión izquierdista en uno de legitimación del orden neoliberal: se les permitió que lo expresasen de manera discursiva, mas no se aceptó que lo convirtiesen en acción transformadora de la realidad.
Los intelectuales se convirtieron así en los gestores del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno político, del aparato de coerción estatal que aseguraba la sumisión de los dominados. Dicho en palabras de Gramsci, de estar en conexión con los grupos sociales mayoritarios y empobrecidos, pasaron a estarlo con los grupos sociales dominantes; transformándose muchos de ellos de intelectuales orgánicos en técnicos y repetidores.
La mayoría de los intelectuales venezolanos que apoya hoy día el programa de la Nueva Derecha incrustado en la llamada Coordinadora de Oposición, generaron parte del aparato de represión ideológica de la democracia burguesa de la IV República. Por ello no es de extrañas que muchos hayan seguido trabajando solapadamente en la V República tanto en plan de saboteadores como de funcionarios que han cambiado de sombrero; ahora visten la boína roja, pero no han cambiado de cerebro y en consecuencia siguen produciendo las mismas ideas, las mismas formas de comportamiento alienado al neocolonialismo.
Dentro del pensamiento idealista liberal, los intelectuales se consideran ellos mismos como autónomos e independientes de la realidad social. Sin embargo, tal como señala Gramsci, no existe tal autonomía, los intelectuales son, decía el pensador italiano, seres sociales, seres inscritos en relaciones sociales concretas. Toda persona que trabaja, ejerce fundamentalmente una acción intelectual: la mano del trabajador no se mueve independientemente de su intelecto, sino a causa precisamente de su intelecto. El profesional del “intelecto” es -en principio- aquel que centra su trabajo en el análisis y la producción de ideas. Pero la formación y actuación de los intelectuales no se produce en situaciones sociales abstractas, sino, por el contrario, muy concretas.
El intelectual tipo Cuarta República, estaba así destinado generalmente a ser un funcionario -como ya hemos dicho- cuyo pensamiento, siguiendo los lineamientos de los orgánicos, debía legitimar el proyecto político puntofijista; tal es el caso de aquellos que se autoincluyeron en el llamado “sector cultural venezolano”.
Con el triunfo electoral de Hugo Chávez, la estructura clientelar del estado capitalista de la IV República entró en crisis. La respetable alternabilidad entre los dos partidos del estatus, Acción Democrática y Copei que garantizaba la permanencia de los intelectuales pseudo izquierdistas como coartada en los aparatos culturales y de represión ideológica, pagados con favores amistosos becas, canonjías, agregadurías culturales, embajadas, el reconocimiento oficial de la gran burguesía, etc., parecía haber llegado a su fin.
El fascismo y la nueva derecha
El ascenso político de los sectores sociales subalternos mayoritarios se presentaba y se sigue presentando en Venezuela como indetenible, augurando la implantación y reproducción ampliada de un sistema de gobierno más equilibrado, con una mayor carga de justicia social y de soberanía nacional frente al imperio trasnacional.
El sistema político puntofijista instaurado hasta 1998 por pseudo partidos social demócratas y social crtistianos, se caracterizó por un estatismo autoritario de estructura fascistoide, nutrido también con aportes del falangismo español inducidos vía ciertos colegios y universidades católicos controlados por el Opus Dei y regentados por religioso(a)s españoles y a veces cubanoamericanos.
La crisis del estatismo autoritario del régimen puntofijista desencadenó un proceso de fascistización y/o falangización de la derecha que culminó en la creación de una oposición política totalmente antidemocrática. Podría pensarse que se trata de una posición política trasnochada, mas no es así, el neofascismo o neofalangismo venezolano refleja la forma moderna adoptada por la llamada democracia representativa en Estados Unidos y otros países de América Latina, ejemplificada en el sistema político autoritario y terrorista implantado por los grupos transnacionales que apoyan al gobierno de George W. Bush.
La única manera de imponer el estatismo autoritario del fascismo es promover una crisis del Estado. El fascismo, hasta ahora, no se ha instalado nunca en frío; por el contrario, su entronización en Italia, en Alemania y en España durante el pasado siglo, y más recientemente en los Estados Unidos, se ha fundamentado en la creación de un estado de excepción, en una ruptura del antiguo Estado burgués precedida por una derrota histórica de los movimientos populares. Esta derrota es la que generalmente abre el camino a los movimientos fascistas como fue el caso de Chile.
En el caso de Venezuela, el autoritarismo fascista trató de producir en Abril del 2002 una crisis del Estado nacional por la vía del golpe militar de derecha, promoviendo una gran marcha de los sectores de la clase media y alta destinada a tomar por asalto el palacio presidencial, promovida por un circo de payasos de la Coordinadora de Oposición, comportamiento reminiscente de la Gran Marcha sobre Roma comandada por Benito Mussolini o el famoso Puscth de Munich comandado por Adolfo Hitler. De triunfar la marcha y el golpe militar, se habría instalado una dictadura fascista al estilo de Pinochet, asesinando, desapareciendo y poniendo en prisión a todos los ciudadanos que apoyábamos el proceso de cambio histórico liderado por el presidente Hugo Chávez.
En el caso venezolano, los medios privados de comunicación (televisoras, radios, periódicos, etc.) se convirtieron en la dirección ideológica del movimiento fascista, aplicando las técnicas del mercadeo de productos comerciales para la promoción de una sola mercancía: el odio al presidente Chávez y al chavismo. La derrota de la intentona fascista se debió a la reacción de la alianza cívico militar mayoritaria, cuya contraofensiva expulsó de Palacio y del gobierno a los conjurados fascistas..
La segunda crisis provocada para crear un estado de excepción y destruir el Estado nacional, utilizando el mismo libreto terrorista, fue promovida a través del sabotaje petrolero de Pdvsa y la huelga empresarial, derrotada otra vez por la alianza cívico militar. En este caso, el movimiento fascista perdió su joya más preciada, la Compañía de Petróleos de Venezuela, cuya alta rentabilidad había garantizado hasta entonces la persistencia del poder económico de los grupos dominantes fascistoides.
La tercera y hasta ahora última intentona para promover el estado de excepción y la crisis del Estado nacional a través de la derrota del movimiento popular bolivariano, fue la importación de terroristas paramilitares colombianos para promover una subversión apoyada por militares golpistas, debelada por la misma Fuerza Armada y el referéndum, previsto en la Constitución Bolivariana, solicitado por el movimiento fascistoide de la Coordinadora de Oposición para revocar el mandato del presidente Hugo Chávez. Otra vez, el 15 de Agosto de 2004, el movimiento popular bolivariano derrotó por amplia mayoría de votos al movimiento fascistoide no solo venezolano, sino también al norteamericano liderado por George Bush, financista y soporte político de sus congéneres venezolanos.
Por primera vez en la historia venezolana, el fascismo cristalizó su ordenación orgánica en un dispositivo o estructura autoritaria paralela a la del Estado Nacional, incluyendo Súmate, un organismo financiado por la National Endowment for Democracy, fundación dependiente del Departamento de Estado norteamericano, encargado de promover y organizar los fraudes electorales a favor del fascismo. Es poco probable que, fallado el intento de crear estados excepcionales de crisis del Estado, el intento de fascistización promovido por la oposición venezolana pueda operar como una infiltración u ocupación desde afuera del aparato del Estado.
No hay que olvidar que el proceso bolivariano está tratando también de crear un Estado de nuevo tipo [9] a través de las diferentes Misiones y programas: Barrio Adentro, Robinson, Sucre, Vuelvan Caras, Mercal, etc., y que los movimientos fascistoides, particularmente Primero Justicia, tratarán de infiltrarlos a través de la captación de sectores populares.
No hay que olvidar tampoco que la fuerza del proceso bolivariano no reposa solamente en los artesanos, en las clases populares: los abandonados y los excluidos por el autoritarismo fascista de la IV República; somos una gran legión entre los campesinos, los obreros, los artesanos, los técnicos, los empleados de oficina y comercio, funcionarios, cuadros empresariales y políticos, intelectuales y en general vastos sectores tanto de la burguesía tradicional como de la pequeña nueva burguesía en formación, que sumamos el 70% de la población venezolana que no está dispuesta a dejarse gobernar de nuevo por el autoritarismo fascista o falangista.
Las condiciones de la coyuntura mundial parecen anunciar la agudización de crisis política y económica del sistema neoliberal de dominación global al cuestionar la centralidad automática del poder imperial. El auge de los movimientos sociales en Suramérica y El Caribe tiende hacia una gradual evaporación de la exclusión social que había sido la piedra angular del dominio del autoritarismo fascistoide sobre nuestros pueblos. Los nuevos movimientos sociales venezolanos ahora están recuperando voz propia y capacidad para hablar y actuar por sí mismos.
¿Qué capacidad tienen los intelectuales de la IV República y de la Nueva Derecha que no tengan ahora las personas comunes antes oprimidas por los grupos dominantes? La rebelión de los movimientos sociales como el bolivariano ha convertido a los intelectuales tanto de la vieja izquierda como de la Nueva Derecha venezolana, acomodados a la molicie del autoritarismo de la IV República, en una nota al pie de página de la historia de la Nueva Era que está comenzando. Dejémosles pues, consumirse en paz, cual solitaria vela de un santo de pueblo.
[1] (Nicos Poulantzas. 1980. Estado, Poder y Socialismo).
[2] (Nicos Poulantzas. 1980. Estado, Poder y Socialismo).
[3] (Nicos Poulantzas. 1980. Estado, Poder y Socialismo).
[4] (Nicos Poulantzas. 1980. Estado, Poder y Socialismo).
[5] (Rodolfo Quintero. 1969. Caminos para Nuestros Pueblos.
[6] Mario Sanoja-Iraida Vargas, 2004. Civilización y Descolonización. Question 3-26.
)
[7] (Banko, Catalina, 1998. El Capital Comercial en Venezuela. Re.VenEconomía y Ciencias Sociales.4:2-3.)
[8] (Antonio Gramsci. 1975. Cuadernos de la Cárcel: Los Intelectuales y la Organización de la Cultura. Antonio Gramsci, 1984. Antología. Manuel Sacristan. Ed..
)
[9] (Mario Sanoja-Iraida Vargas-Arenas, 2004. La Vía del Cambio Social. Question 2:20.
)
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