Estas no son historias de chicas glamorosas ni de frívolas matronas, tampoco de mujeres oportunistas. La mayoría conocieron a sus esposos cuando todavía no podían soñar con las posiciones que luego ocuparían, los amaron y compartieron con ellos esperanzas y desafíos. Como figuras públicas, la sociedad y la crítica estuvieron pendientes de sus actos. Son como las demás, sólo que más observadas, como alguna dijo: cuatro u ocho años en la pecera.
Comúnmente se les juzga no por ellas mismas, sino por lo que hicieron o dejaron de hacer sus maridos. Este no es el caso.
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La Habana (Cuba) |
El oficio de Primera Dama de los Estados Unidos se tornó importante a partir del 18 de agosto de 1920 cuando tardíamente entró en vigor la 19° Enmienda a la Constitución que concedió a la mujer el derecho al voto y se hizo estelar con el desarrollo de los medios de difusión masiva, especialmente de la televisión. Desde entonces, quiéranlo o no, ellas también forman parte del sistema político y de la maquinaria electoral.
LA PRIMERA
Opacada por las brumas del tiempo y por la imponente presencia de las contemporáneas, agraciadas, cultas y dispuestas, pocos recuerdan a Martha Dandridge Custis, la mujer de George Washington, que nunca fue llamada Primera Dama. Cuando se casaron, él no era famoso y ella era más rica, viuda y madre de dos hijos. Con Washington no tuvo ninguno.
UNA PRECURSORA
En 1995 algunos empleados de la Casa Blanca, revelaron que por la residencia deambulaban fantasmas. Entre los aparecidos incluían a Abigail Adams esposa de John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, la primera pareja que gobernó desde Washington y habitó la residencia y quizás la primera norteamericana en integrarse a la lucha por la independencia. Cuando su marido redactaba la Declaración de Independencia, ella le escribió una carta que la inmortalizaría: “Espero -le decía- que en la nueva legislación que vais a hacer tomaréis en cuenta a la mujer, y seréis más comprensivos con ella que vuestros predecesores...En caso de que no prestéis particular atención a la mujer estamos decididas a fomentar una revolución, pues no nos sujetaremos a leyes que se hicieron sin nuestra voz ni nuestra representación”. No fue escuchada.
UNA NOTA AMARGA
Viuda a los 21 años, a los 22, en segundas nupcias, Martha Wayles Shelton, contrajo matrimonio con Thomas Jefferson que la convertiría en la tercera Primera Dama de los Estados Unidos, jerarquía que apenas pudo disfrutar porque falleció en 1882 durante el parto de su segunda hija. Viudo, desconsolado, todavía en edad de merecer y con dos niñas que cuidar, Jefferson se apoyó en una joven esclava negra, nombrada Sally Hemmings, según se afirma, hermana bastarda de su mujer a la que convirtió en su amante y en madre de varios hijos, también bastardos y a los que nunca concedió la libertad.
UN MAL MOMENTO
Dolley Payne Todd, en su tiempo notoria por su gracia y hermosura, esposa de James Madison, el primer presidente en declarar la guerra a un país europeo y en perderla, formó con su marido la única pareja obligada a huir de Washington cuando en 1812 fue tomado por tropas británicas que le prendieron fuego a la Casa Blanca, al Capitolio y a otras dependencias del gobierno.
UNA MUJER DE ARMAS TOMAR
Según cuentan la primera dama que más ha influido sobre su marido y sobre la política norteamericana fue Edith Bolling, segunda esposa de Woodrow Wilson que se convirtió en una destacada colaboradora de su marido al que asesoró y suplantó. Según se afirma ella tomó parte en las decisiones más importantes respeto a la I Guerra mundial y acompañó a su esposo a Europa para negociar el Tratado de Versalles. Los periódicos criticaron hasta el hartazgo al presidente por conceder semejante protagonismo a su mujer y se comenta que en venganza, el Congreso denegó la solicitud para ingresar en la Liga de Las Naciones.
Cuando Wilson sufrió un infarto que prácticamente lo dejó sin habla, obligó a mantener el secreto, incluso ni el vicepresidente era informado de la salud del Mandatario, en nombre del cual ordenó que se le enviaran a ella los asuntos que requerían atención del presidente. Según los secretarios del gabinete y el vicepresidente Marshall, en que en ese período, las decisiones eran tomadas por la Primera Dama. Fue llamada usurpadora. Su último acto oficial fue asistir a la toma de posesión de JFK
UNA TRAGEDIA
Jane Pierce la mujer de Franklin Pierce, tuvo un ataque de nervios cuando se enteró de que su marido aspiraba a la presidencia y le suplicó que no la llevara a Washington. No fue escuchada. En el tren rumbo a la capital murió el último de sus tres hijos. Pasó el resto de su vida de luto severo.
LA FIGURA MÁS ALTA
La reina entre las primeras damas norteamericanas es todavía Eleanor Roosevelt, esposa de Franklin D. Roosevelt, Primera Dama durante cuatro períodos electorales. Fue ella quien dio a esa condición un verdadero realce, convirtiéndola en una categoría del sistema político norteamericano. Es también la que ostenta el record de haber tolerado la infidelidad de su marido a lo largo de ¡29 años!
COSAS DE LA VIDA
Edith Kermit Carow, vivió con Teodoro Roosevelt, de quien fue la segunda esposa una experiencia singular. En 1884 la primera esposa, Alice Lee de la que Roosevelt estaba profundamente enamorado y su madre murieron el mismo día de la misma enfermedad: tifus. Pasaron años antes de que el joven se repusiera de tan duro golpe hasta que en Londres, en 1886 se casó con ella.
UNA CURIOSIDAD
Nadie se explica de que modo Grace Coolidge se comunicaba con su esposo, Calvin Coolidge, considerado el más lacónico de los políticos norteamericanos de todos los tiempos. Para él decir “si o no” era un alarde retórico que el pueblo no soportaba. Ella misma contaba la anécdota de una joven que sentada a su lado lo retó: “Le haré decir tres palabras”. Al final de la velada el presidente le respondió: "gané".
LAS UNICAS
Abigail Adams: esposa de John Adams y madre de John Quincy Adams
Bárbara Bush: esposa de George Bush y madre de George W Bush.
DOS MUJERES PARA UN DESTINO
Thelma "Pat" Catherine Ryan, que en 1940, al contraer matrimonio con Richard Nixon, inició la senda que la llevaría de humilde maestra de mecanografía a Primera Dama y al escarnio público cuando su esposo, violo escandalosamente la ley y fue obligado a renunciar, quedando ella también cesante, mientras que Elizabeth Warren ascendió a primera figura femenina de la Nación sin pasar por el suplicio de una elección cuando su marido, Gerald Ford, ocupó los cargos de vicepresidente y de presidente sin ser nunca electo para ninguna de esas funciones.
ASÍ SON ELLAS
Criticada por sus afanes de protagonismo, Nancy Davis, la mujer de Ronald Reagan, se abstuvo de toda actividad pública durante los diez años que duró la enfermedad de su marido al que se unió 50 años atrás cuando ambos eran actores. La Primera Dama número 40, la única actriz de Hollywood en desempeñar esa función, no niega sus arrebatos místicos, que no le han impedido librar una batalla personal contra las políticas de la actual administración en torno a las investigaciones sobre células madre. Aunque le gustó estar allí, confiesa "haber llorado frecuentemente en la Casa Blanca”.
VIVIERON LAS ANGUSTIAS DE LAS GUERRAS
Eleanor Roosevelt, esposa de Franklin D. Roosevelt, que condujo a los Estados Unidos durante la II Guerra Mundial
Mary "Mamie" Geneva Doud, la esposa de Dwight Eisenhower, Comandante aliado durante la II Guerra Mundial.
Elizabeth Virginia Wallace con Harry Truman, al final de la II Guerra mundial y durante la Guerra de Corea...
Claudia Alta Taylor (Lady Bird), cuando su marido, Lyndon Johnson escaló la Guerra de Vietnam.
MALTRATADAS POR LA ADVERSIDAD
Cuatro mujeres, estando en la Casa Blanca, lloraron a sus maridos asesinados: Mary Ann Todd por Abrahán Lincoln, Lucrecia Garfield por James Garfield, Ida Saxton a William McKinley y Jacqueline Lee Bouvier a John F. Kennedy.
Otras cuatro, por causas naturales enviudaron en el gobierno: Anna Tuthill Symmes a la muerte de William Harrison, Margaret Taylor que sobrevivió a su marido, el presidente Zachary Taylor, Florence Klong De Wolfe cuando Warren Harding falleció de un ataque cardíaco y Eleanor Roosevelt, enviudó de Franklin D. Roosevelt.
LA MÁS ATREVIDA
Hillary Rodham, la maltratada esposa de William Clinton, Llegó a la Casa Blanca en andas de la popularidad de su marido. No se resigno a ser su sombra y salió de allí convertida en la más popular de las primeras damas y la única suficientemente atrevida como para especular con su aspiración a la presidencia. Diplomada en Yale, debutó en la política al ser contratada para investigar a Richard Nixon y era ya profesora en la universidad de Arkansas cuando William Clinton la convirtió en la primera esposa de un presidente que era a la vez, una profesional exitosa. Engañada por su marido, la América machista ha prevalecido sobre la mojigata y la premió por comportarse a la altura que se espera de la mujer del jefe. Hillary pagó con fidelidad al presidente la traición de marido.
Contrariamente a un juicio muy establecido, las primeras damas no son exclusivamente las esposas de los presidentes, pues aunque se les presume casados, hay excepciones. El presidente número 15° James Buchanan fue un solterón impenitente, nunca se casó y su primera dama fue Harriet Lane, una sobrina.
Otros se divorciaron y, sobre todo en los primeros tiempos, no era extraño que enviudaran. La historia no recoge siempre los detalles.
Andrew Jackson, gobernó con dos primeras damas, ninguna fue su mujer: Emily Donelson era sobrina y Sarah Yorke su nuera.
Martin Van Buren, el presidente número ocho, se hizo acompañar por Hannah Hoes, su esposa y luego por Angélica Van Buren, su nuera.
John Tyler, décimo presidente tuvo tres primeras damas: Leticia Christian, su primera esposa, en el interregno, la función fue desempeñada por Priscila Cooper, su nuera y al final, con toda legitimidad ocupó el puesto su segunda esposa, Julia Gardiner.
El 13° mandatario, Millard Fillmore se auxilió en las tareas domesticas y en los actos protocolares por Abigail Fillmore, su esposa y luego por Mary Abigail, su hija. La historia se repitió con el 17°, Andrew Jackson que utilizó a Eliza McCardle su esposa y a Martha Paterson, su hija.
Grover Cleveland, electo para dos mandatos no consecutivos tuvo a su hermana, Rose Cleveland cuando fue el presidente número 22 y a su mujer Frances Cleveland cuando fue el número 24.
Con el 23°, Benjamín Harrison cumplieron tan importante función, Caroline Lavinia, su esposa y luego Mary Harrison, hija de ambos y lo mismo ocurrido con el 27°, William Taft que tuvo a Helen Herron, la esposa y a Helen Taft Manning. El 28, Woodrow Wilson, estando en la Casa Blanca tuvo dos esposas, naturalmente, una después de la otra: Ellen Louise Wilson y Edith Bolling Wilson.
HISTORIAS PARA CREER
Se afirma que el término Primera Dama es una invención norteamericana, utilizada por primera vez en 1877 por la periodista Mary Clemmer, que lo aplicó a Lucy Webb, esposa del presidente Rutherford Hayes.
Hasta hoy, Sarah Childress, esposa de James Polk, 11° presidente, el mismo que condujo la guerra que privó a México de la mitad de su territorio, es considerada como la dama de más exquisitos modales, educada y refinada de las que habitaron la mansión presidencial.
Cuentan que cierto día, un apuesto joven tomo en sus brazos a una bella muchacha, para vadear un río y al llegar a la otra orilla le propuso matrimonio. Ella era Julia Boggs Dent y él Ulysses Grant, el 18° presidente de los Estados Unidos. Cincuenta años después todavía caminaban cogidos de la mano y ella se sonrojaba bajo su mirada.
Laura Bush conoció a su marido, George W Bush a los 31 años y se casó con él tres meses después de su primera conversación. Maestra y bibliotecaria su pasatiempo favorito es la lectura. Prefiere la tranquilidad del hogar al bullicio de la política y su prioridad son sus hijas. Evade hablar con su marido de asuntos relacionados con su trabajo, jamás critica sus decisiones y nunca lo aconseja. Se siente cómoda siendo considerada una mujer corriente y le gusta ser convencional. Nunca comenta en público los asuntos de su familia.
La historia de las primeras damas norteamericanas reserva un lugar para:
Elizabeth Kortright, la de James Monroe, Louisa Adams que compartió su vida con John Quincy Adams, Ellen Lewis Herdon, habitó la Casa Blanca con Chester Arthur, Lou Henry Hoover con Herbert Hoover.
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