Esta es una expresión aplicable a las prácticas políticas de la IV República. El cogollo era -y lo sigue siendo- símbolo de la gestión del mando y del usufructo del poder. El cogollo se ramifica y se convierte en red de cogollos para consolidar el mando cupular que impone su voluntad al colectivo. La red de cogollos, sustentada en los intereses particulares de los grupos que la crean, se convierte entonces en dictadura.
Al haber dictadura del mando, que es sinónimo de sectarismo, exclusión y visión única del mundo, surge en consecuencia la hegemonía. La toma de decisiones hegemónicas son asimétricas. Valga decir, transitan en una sola dirección: de arriba (cúpula) hacia abajo (colectivo). La asimetría en las decisiones son inconstitucionales, ya que se viola la soberanía popular. Cuando a la comunidad no se le consulta acerca de los asuntos que son de su competencia y vitales para la definición de su destino, se cae en la dictadura del mando. Cuando esto es así, se continúa con la práctica reformista de la reacción y, en consecuencia, se actúa con métodos contra-revolucionarios.
“Los enemigos más grandes de la revolución están por dentro de ella misma y eso hay que combatirlo a muerte y así debemos reconocerlo. Hay burocracia inútil y mala y esa es la hay que acabar. Llamo a todos a enfrentar la contra-revolución, por la vida de esta Patria”, palabras de Hugo Chávez.
Lo de la dictadura de los cogollos es bueno conceptualizarlo para poner en alerta a la comunidad y a los nuevos gestores del mando burocrático del Estado. La marea roja postelectoral, que aniquiló a los residuos de la oposición, surge por Hugo Chávez. Hay que estar bien claro en eso. Punto de partida para que la comunidad organizada con base en los dispositivos constitucionales (Asambleas de ciudadanos, cabildos abiertos, contraloría social, CLPP) se mantenga “ojo avisor” a fin de señalar a quienes se desvíen por las trochas de la dictadura del cogollo. No se crean quienes han obtenido un cargo de elección popular que tienen derecho a ejercer el mando a su libre albedrío. Como tampoco pueden contagiarse con la tentación de la dictadura las estructuras partidistas u orgánicas que de alguna manera incidieron en el tubo o kino rojo. Que no asuman esta victoria como la legitimación de la cúpula. Una cosa es darle el respaldo a Chávez y otra pensar que el dedo de los cogollos es tolerado por un pueblo que tiene otro nivel de expectativas con respecto a la Revolución.
Hugo Chávez le enseñó al pueblo a pensar y decidir por sí mismo. El pedido que le hizo el Presidente se cumplió. Pero ahora, el pueblo va a exigir eso que llaman “la profundización de la revolución”. O corren o se encaraman, es el mensaje para los dirigentes y líderes de la transición.
“Venezuela cambió para siempre” ha sentenciado el Presidente. Y eso significa que ahora, en la nueva fase del Proceso Revolucionario, el poder se ubica en dos dimensiones: (i) la del aparato burocrático del Estado (gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas), que se constituye en vocería del pueblo; y, (ii) la dimensión de las decisiones directas de la comunidad por vía de los dispositivos constitucionales. Por lo tanto, que se bajen de esa nube quienes creen que podrán continuar ejerciendo el mando igual a las prácticas clientelares de la IV República. La Revolución llegó para materializar la soberanía del pueblo, no para seguir favoreciendo a las cúpulas que son los cogollos de la dictadura.
Quienes se identifiquen como revolucionarios auténticos, quienes sigan a Hugo Chávez como máximo líder de la Revolución Bolivariana y referencia obligada de los movimientos emancipadores de América Latina, quienes creen en el bien común sustentado en el amor al prójimo y la buena voluntad, esos revolucionarios y bolivarianos, no pueden ni aceptar ni practicar la dictadura del cogollo. Por el contrario tienen que combatirlo.
Y una muestra de ello es asumir el cargo comprometiéndose con la comunidad en ser vocero y transformar su entidad en estructura popular y revolucionaria. Es una manera de asumir con humildad la nueva dimensión del mando y entender que ya no hay cabida para la dictadura de los cogollos. Estamos en tiempos de revolución, no de reforma ni prácticas clientelares del poder.
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