Frente a un levantamiento popular, la Coalición Anglosajona recurre a los métodos clásicos de contrainsurgencia: golpear ciegamente a la población civil, aterrorizarla para disuadirla de participar en la resistencia. Mientras que la guerra ha terminado oficialmente y el ejército de Sadam Husein ha sido disuelto, se han reanudado los bombardeos ya no contra objetivos militares, sino civiles. Al impedir el acceso de los periodistas a las zonas de las masacres, la Coalición multiplica los crímenes de guerra sin testigos.
Las tropas de la Coalición se enfrentan ahora a un enemigo que ha luchado durante más de un año con combatientes inferiores en número, entrenamiento, experiencia, equipamiento y fuerza física. Los más débiles están muertos. Los sobrevivientes, seleccionados por la implacable ley de la guerra, se han fortalecido.
La Coalición Anglosajona se ha enfrascado en una operación de contrainsurgencia que no puede dominar. Los 160 000 militares regulares en el terreno y los 20 000 mercenarios que los secundan no tienen experiencia exitosa en este tipo de conflicto. Las dos últimas situaciones comparables, Vietnam y Somalia, constituyeron un fiasco.
La Coalición combate contra el tipo de enemigo que más teme: civiles, padres de familia sin historia, enraizados en el entramado social, y no contra soldados regulares. Su muerte, cuando se produce, alimenta el resentimiento de la población contra las tropas de ocupación. Cada resistente que cae contribuye a preparar una nueva generación de combatientes decididos a vengar a sus padres.
Para sacar de la trampa a sus soldados o sus tropas (GIs), George W. Bush, así como su rival John Kerry, sólo consideran la solución de «iraquizar la guerra», es decir, reclutar y entrenar iraquíes y confiarles la seguridad del país. Sin embargo, como lo subraya el analista militar William Lind en el sitio military.com [1], el problema no consiste en las habilidades, sino en la lealtad de estas tropas.
Poco importa la cantidad de dinero que se les pague a estos colaboradores; su precio no sustituirá la fe y el deseo de venganza que mueve a la resistencia. Por el contrario, se les agudiza la tentación de cobrar su sueldo y no hacer nada. Añádase que el equipamiento de estos iraquíes reclutados no es comparable al de los anglosajones, además de ser blanco permanente de la resistencia. En el año transcurrido ya han sido muertos 700 soldados de las fuerzas regulares iraquíes, lo que mina la moral de sus compañeros y hace especialmente lento el reclutamiento de refuerzos.
Se empieza incluso a hablar de agentes dobles en el seno de las fuerzas iraquíes de la Coalición. El desempleo galopante empuja a los jóvenes iraquíes a presentarse como candidatos para unirse a las fuerzas de seguridad, pero de eso a que estén motivados para el combate hay una distancia.
Numerosos informes hacen pensar en la planificación de una ofensiva mayor contra los enclaves en poder de la resistencia como Faluya antes de las elecciones previstas para enero próximo. La reciente batalla de Samarra sólo habría sido una prueba en condiciones reales para la evaluación de dicha ofensiva.
La entrada de 2 000 efectivos de la «Guardia Nacional» iraquí a Samarra junto a tropas norteamericanas, tras un bombardeo a buena distancia de los barrios sospechosos de albergar a los resistentes, era un intento de mostrar la unidad y demostrar que los iraquíes están dispuestos a matar a otros iraquíes para servir a la Coalición. Ahora bien, en cuanto a que en realidad hayan desalojado a los resistentes durante los allanamientos de cada casa, nada es menos seguro.
Los informes de las operaciones provenientes de la resistencia afirman que esta prefirió abandonar el centro de Samarra luego del bombardeo aéreo para proteger a una mayor cantidad de civiles. Estas mismas fuentes afirman que francotiradores norteamericanos fueron apostados en los techos de los edificios de la ciudad y no vacilan en tirar sobre los civiles que tratan de recuperar los cuerpos de los suyos que yacen en las calles.
Dado que el conteo de los civiles en los hospitales es el único medio, en ausencia de periodistas, para juzgar las tácticas estadounidenses, es preferible para el mando retrasar al máximo la recuperación de los cuerpos y su traslado al hospital. Según un responsable del hospital de Samarra, al terminar la ofensiva, y cuado los civiles trataban de recuperar los cuerpos bajo el fuego de los francotiradores, 70 cuerpos ya habían sido conducidos a la morgue entre los que se encontraban los de 23 niños y 18 mujeres. Por otro lado, 160 heridos habían sido hospitalizados [2].
Así, todo parece indicar que la Coalición utiliza la masacre de civiles como arma contra la resistencia, tal y como lo anunciábamos en estas columnas en diciembre pasado [3], es decir, hace once meses. La operación «Martillo de Hierro» se extiende bastante más allá de lo que podía anticiparse debido a la creciente eficacia de las acciones de la resistencia. El ataque a los civiles es un arma doble, pues además de desestimular a la resistencia a utilizar las zonas residenciales para protegerse, permite igualmente someter a la población mediante el terror al sugerirle que toda participación en la resistencia provoca automáticamente golpes ciegos.
Por ejemplo, si alguien decide albergar a algún resistente, su propio vecino debe estar condicionado par denunciarlo por miedo a pagar él mismo por posibles represalias. Es una táctica clásica que eleva al crimen de guerra a método de control de la población, a la cual recurrieron los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Recientemente las imágenes confirmaron los crímenes de guerra de los norteamericanos. A principios de año un video mostraba a la tripulación de un helicóptero Apache que disparaba contra civiles. Un video más reciente da cuenta de hechos similares sobre civiles, pero esta vez desde un F-16 para «limpiar» una calle de Faluya en abril de 2004 [4]. Por otra parte el Pentágono anunció el inicio de una investigación luego de la difusión de estas imágenes por la cadena de televisión Canal 4. No hay que insistir en el hecho de que muchos otros horrores que no han sido mostrados a los telespectadores no serán objeto de las mismas.
Sin embargo, de igual forma, un reciente testimonio de un periodista del diario británico The Guardian informa sobre el fuego deliberado sobre civiles agrupados alrededor de vehículo militar que acababa de ser destruido por los resistentes [5]. Entre las víctimas civiles de esta carnicería se encontraba un periodista de la cadena Al Arabiya.
El recurso de la Coalición Anglosajona a consejeros israelíes formados para la contrainsurgencia en los territorios palestinos contribuye a identificar las operaciones en Palestina e Irak que, poco a poco, se van confundiendo ante los ojos del mundo musulmán. Ya grupos de la resistencia chiíta han acudido al Hezbollah libanés, por su aureola de victorias contra el Tsahal, para contar, ellos también, con asesoría en cuanto a resistencia.
Es posible que en un futuro próximo el Hezbollah extienda su apoyo técnico a otros grupos de resistentes y que Hamas y muchos otros sigan su ejemplo. Dado que la necesidad hace la ley, las distintas fuerzas de resistencia iraquí tienden a unirse frente al enemigo común, y, por ende, esta unidad favorece un reagrupamiento de las fuerzas musulmanas llamadas, también, a superar sus divisiones. Así, la estrategia de los neoconservadores de fragmentar el Gran Medio Oriente podría volverse en su contra y estimular el despertar del nacionalismo árabe, e incluso del Islam [6].
El jordano Zarqaui, si está aún vivo y si no es un provocador, evidentemente no está en Faluya, pero ha servido de pretexto para el castigo de los habitantes de la ciudad mediante un bombardeo masivo. Como lo destaca la prensa árabe desde hace varios meses, la voz que se dice ser la de Zarqaui no tiene acento jordano [7].
Por otra parte, parece cada vez más evidente que muchos secuestros son obra de criminales que encuentran en ello un buen medio para llenarse los bolsillos mediante la venta de los rehenes a grupos oficiales de la resistencia. Este fenómeno ilustra el fracaso de la Coalición en sus esfuerzos por brindar una imagen de seguridad, pero igualmente le permite hacer blanco de sus crímenes a los civiles sin temor a que sean reportados por los periodistas occidentales, en su mayoría encerrados en sus hoteles [8].
Los escasos testigos en las cercanías de Samarra han podido confirmar que los bombardeos habían matado a un gran número de civiles, mientras que muchos otros huían de la ciudad por todos los medios, incluidas embarcaciones. El propio gobierno provisional condenó estos golpes aéreos en zonas residenciales, calificándolos de «castigos colectivos» inaceptables [9]. La reacción de la U.S. Air Force no se hizo esperar y manifestó su regocijo el mismo día en que por primera vez una bomba de baja potencia guiada por láser, la GBU-38, considerada más precisa y con menos «daños colaterales», fuera utilizada en Faluya para alcanzar un edificio donde se habría realizado una reunión en presencia del decididamente infatigable Zarqaui [10]. De este modo el Pentágono no desmiente tener entre sus objetivos a la población civil, pero trata de ocultar que a partir de ahora los golpes ciegos formen parte de sus tácticas.
Un artículo de la Associated Press que cita a Abu Thar, ex-coronel del ejército regular que se unió a la resistencia, confirma en todos los casos los avances tácticos de la resistencia: «Vemos las declaraciones contradictorias de la administración norteamericana en cuanto a Irak como una nueva señal de su derrota. (...) Cada vez son más los voluntarios que vienen hacia nosotros cansados de los desmanes de los norteamericanos. Lo consideran un deber nacional y religioso.» [11]
[1] «The Grand Illusion.
[2] «US troops storm the iraqi city of Samarra», por Peter Symonds, World Socialist Website, 4 de octubre de 2004.
[3] «Opération "Marteau de fer"», por Paul Labarique, Voltaire, 11 de diciembre de 2003.
[4] «War crimes: massacre of civilians in Fallujah», Globalresearch, 28 de septiembre de 2004.
[5] «He’s just sleeping, I kept telling myself», por Ghaith Abdul-Ahad, The Guardian, 14 se septiembre de 2004.
[6] «Shiite-Sunni Islamist ’High command’ may be forming», por Patrick Seale, The Daily Star (Beirut), 4 de octubre de 2004.
[7] «This is a massacre, not a war in Iraq», por Sam Hamod, Information Clearing House, 4 de octubre de 2004.
[8] Ver el testimonio de una periodista iraní que trabaja para el Wall Street Journal y se encuentrea en Bagdad: «From Baghdad, a Wall Street Journal reporter’s e-mail to friends», por Farnaz Fassihi, 30 de septiembre de 2004.
[9] «Iraqi President condemns US air assaults», por Sabah al-Bazee, 5 de octubre de 2004.
[10] «F-16s drop first GBU-38 bomb in Iraq», U.S. Air Force, 5 de octubre de 2004.
[11] «U.S. faces complex insurgency in Iraq», por Jim Krane, Associated Press, 4 de octubre de 2004.
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