Cuando inicié la traducción de este artículo, cuya lectura me había parecido de interés por el sesgo poco habitual con que estudia al personaje, estuve tentado por el deseo de cambiarle el título en castellano, y ello para no herir la susceptibilidad de algunos lectores de Rebelión, pues no cabe duda de que vestir la imagen pública de John Lennon con el traje de héroe de la clase obrera puede parecer no sólo excesivo, sino incluso una provocación.
Al final, se impuso el respeto por el autor y traduje literalmente el título original A Tribute to John Lennon, Working Class Hero , pero deseo añadir ahora un breve comentario.
Durante los días que siguieron al asesinato de John Lennon (acaecido el 8 de diciembre de 1980, hoy hace veinticuatro años), la prensa aireó los aspectos más diversos de la vida privada del músico, entre ellos la aparente contradicción de que un activista como él, que había puesto su carrera al servicio de causas consideradas radicales en EE.UU., hubiese elegido domicilio en el Dakota, uno de los edificios más caros y emblemáticos de Nueva York, junto al Central Park.
Se supo también que no sólo poseía allí un apartamento, sino dos, y que el segundo estaba refrigerado y servía para guardar los abrigos de pieles del matrimonio. En cuanto a la fortuna personal de los Lennon, fue estimada en unos trescientos millones de dólares.
Con tales datos en la mano, es verdad que resulta embarazoso calificar de héroe de la clase obrera a un artista que, desde su acceso al estrellato a principios de los años sesenta, no padeció nunca las vicisitudes de dicha clase social, pues no es lo mismo ser pobre que rico, y Lennon era muy, muy rico. Sin embargo, dicho razonamiento, de tufo ético, moral, humanista o religioso, poco o nada tiene que ver con el análisis materialista que a mi entender busca el autor en su texto.
El mundo en que vivimos nos ha acostumbrado subliminalmente a meter en un mismo saco la vida y la obra de los personajes públicos -una prueba de ello es el equívoco título de este artículo-, como si ambas coincidiesen siempre, tuvieran igual importancia ante la historia y se pudiesen juzgar según idéntico rasero, lo cual es un rasgo típico del pensamiento burgués.
El materialismo histórico está en las antípodas de dicha tendencia, pues se interesa única y exclusivamente por las consecuencias sociales de cada acto humano y deja a un lado las consideraciones personales, que sólo incumben al individuo... y a nadie más. Por eso, a ningún marxista debería importarle si Marx dejó embarazada a su sirvienta, si Althusser asesinó a su mujer, si Picasso era un hombre insufrible o si los hijos del Che sufrieron
psicológicamente a causa de la ausencia de un padre que los abandonó por la revolución, pues todo eso pertenece a la esfera de la vida privada, que cada cual gestiona como quiere... o como puede.
El caso de John Lennon no escapa a dicha lógica. Por eso, me atrevo a pedir a los lectores que se hayan sentido incómodos ante el título que por un momento olviden al personaje y se centren en Working Class Hero, esa maravillosa canción de aire dylaniano cuya letra es a mi entender mucho más valiosa desde el punto de vista político que el utópico canto a la bondad de Imagine, musicalmente hermosísima pero de un angelismo ineficaz. En Working Class Hero, muy al contrario, el cantante de Liverpool plasmó a la perfección los males del mundo y ofreció el único remedio que parece posible, la lucha.
Por eso, aunque él no fuese de ningún modo un héroe de la clase obrera -a lo sumo se lo podría etiquetar de rebelde útil, en el estilo de Michael Moore-, el "discurso" de su canción sí que es, sin duda alguna, una pequeña obra maestra de arte revolucionario y, como tal, perdurará junto a otros himnos destinados a unir a las masas contra la opresión, a la misma altura que La internacional, Bella ciao, Le temps des cerises o Nicaragüita.
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