Con excepción de los latinoamericanos, para quienes el imperialismo de los EE.UU. es evidente desde hace casi doscientos años, nadie imaginaba que el multilateralismo, tan enraizado en la diplomacia estadounidense, pudiese ser dejado de lado y sustituido por un unilateralismo de vocación imperial.
Al entrar en el quinto año de pasaje de siglo y milenio, es fácil ver que estos pasajes son en la realidad mucho menos dramáticos que los discursos que los celebran. Aún así, aunque hace muy poco tiempo, en 1999, no tenía mucho sentido hacer algunas de las preguntas que hoy dominan la actualidad internacional. Como por ejemplo, ¿cuál es el futuro de la globalización neoliberal? ¿Pertenecen al mismo occidente Europa y los EE.UU.? ¿Estará emergiendo un nuevo imperialismo, protagonizado esta vez por los Estados Unidos?
En 1999 el futuro de la globalización neoliberal parecía incuestionable.
Era obvio que Europa y los EE.UU. eran el núcleo duro de Occidente, aunque sus fronteras fueran difusas (¿Sería el Japón parte de Occidente en el mismo sentido que los japoneses eran tratados por la Sudáfrica del apartheid como “blancos honorarios”?) Con la excepción de los latinoamericanos, para quienes el imperialismo de EE.UU. era evidente desde hacía casi doscientos años, nadie imaginaba que el multilateralismo, tan enraizado en la diplomacia estadounidense, pudiese ser dejado de lado y sustituido por un unilateralismo de vocación imperial.
Hoy sin embargo, estas tres cuestiones son cruciales, y preveo que lo serán todavía más en los próximos años. Tres hechos decisivos son responsables de esto. La globalización neoliberal es una nueva versión del mecanismo que desde el siglo XVII asegura la existencia de un centro (dominante) y de una extensa periferia (dominada) en el sistema mundial.
Consiste en que los países centrales (más ricos) imponen a los periféricos (más pobres) el comercio libre, reservando para sí el derecho de ser proteccionistas en lo que les conviene. Para funcionar eficazmente este mecanismo exige una estabilidad en el sistema mundial que está fuertemente conmovido desde el final de la década de los 90 por las siguientes razones: El colapso de la Argentina y su impacto en la autoconfianza del neoliberalismo; la contestación mundial a la globalización representada por el Foro Social Mundial; y la invasión a Irak y su impacto, tanto en la profundización de la debilidad de la economía de los EE.UU., como en el renacer de los nacionalismos ideológicos contrarios al libre comercia y a la cultura que lo acompaña.
El segundo factor es la emergencia del euro y su éxito al convertirse en pocos años en una moneda de reserva mundial en competencia con el dólar, siendo previsible además de que a la larga gane el euro. La rivalidad económica entre Europa y los EE.UU. es un dato ineludible, y la guerra de Irak le dio una dimensión política que no tenía.
Mientras el capital norteamericano aconseja la alianza con Europa como condición de estabilidad del comercio mundial, los neoconservadores que ahora dominan la Casa Blanca abogan por la sumisión de Europa, sobre todo a través del control del acceso a las reservas de petróleo, vuelto posible por la superioridad militar de los EE.UU. A pesar de sus problemas internos, Europa no tiene razones para dejarse intimidar, ya que la historia tiende a demostrar que la superioridad militar sin superioridad económica tiende a ser un canto de cisne.
El tercer factor es precisamente el viraje unilateralista y belicista de los EE.UU. El proyecto imperial es evidente, pero también es evidente la incapacidad para llevarlo adelante, como bien lo demuestra el caos creado en Medio Oriente y Asia Occidental. Son sin embargo los representantes del capital quienes mejor han analizado la insensatez de este proyecto. Escribía hace poco Stephen Roach, de la Morgan Stanley: “¿Puede una economía con muy escaso ahorro seguir financiando una expansión continua de la superioridad militar? Mi respuesta es un rotundo no... Un dólar debilitado podrá ser la salida” Comparado con el colapso del dólar, el ataque de Al Qaueda a las Torres Gemelas sería un pequeño acontecimiento.
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