Los firmantes de este llamamiento invitan a la población estadounidense a
resistir a las políticas y a las directrices generales que han emergido tras el
11 de septiembre y que ponen en grave peligro a los pueblos del mundo.

Nosotros creemos que las personas y las naciones tienen derecho a
determinar su propio destino, libres de cualquier coerción militar de las
grandes potencias. Creemos que todas las personas detenidas o
perseguidas por el Gobierno de Estados Unidos deben tener los mismos
derechos. Creemos que plantear preguntas, criticar y disentir son actitudes
que deben ser valoradas y protegidas.

Creemos que las personas con conciencia deben asumir la responsabilidad
de las acciones de sus gobiernos, y ante todo debemos oponernos a las
injusticias cometidas en nuestro nombre. Invitamos a todos los
estadounidenses a resistir frente a la guerra y la represión que han sido
lanzadas sobre el mundo por la administración Bush. Es injusta, inmoral e
ilegítima. Decidamos hacer causa común con los pueblos del mundo.

Nosotros también hemos contemplado con angustia los terribles
acontecimientos del 11 de septiembre del 2001. Nosotros también hemos
llorado las miles de víctimas inocentes y nos hemos horrorizado ante la
terrible carnicería, que nos ha traído a la memoria escenas similares en
Bagdad, Panamá o, hace una generación, en Viet Nam. Nosotros también
nos hemos preguntado, como millones de estadounidenses, cómo es
posible que algo así haya ocurrido.

Pero mientras el dolor estaba apenas en sus comienzos, las más altas
instancias han desencadenado su espíritu de venganza. Han acuñado
una consigna simplista: "buenos contra malos", que inmediatamente ha
sido adoptada por unos medios de comunicación sometidos y
acobardados. Nos han dicho que el mero hecho de plantear preguntas
sobre estos terribles sucesos rozaba la traición. No debía haber debate
alguno. No había lugar para las dudas éticas o políticas La única
respuesta posible era la guerra en el exterior y la represión dentro de casa.

En nuestro nombre, la administración Bush, con la casi unanimidad del
Congreso, ha atacado Afganistán y se ha arrogado, junto con sus aliados,
el derecho de destruir fuerzas militares en cualquier lugar y momento. Las
brutales repercusiones se han hecho sentir desde Filipinas hasta Palestina,
donde los tanques y los bulldozer israelíes han trazado un terrible sendero
de muerte y destrucción. Y el Gobierno se dispone ahora a emprender una
guerra total contra Iraq, un país que no tiene ninguna relación con los
hechos del 11 de septiembre. ¿Qué clase de mundo será este si se permite
al Gobierno de Estados Unidos lanzar comandos, asesinos y bombas
dondequiera que se le antoje? En nuestro nombre, el Gobierno ha creado
en Estados Unidos dos clases de ciudadanos: aquellos a los que al menos
se les prometen los derechos básicos del sistema legislativo y aquellos que
ahora no parecen tener derecho alguno. El Gobierno ha arrestado a más
de mil inmigrantes y los ha encarcelado en secreto y sin límite de tiempo.
Centenares de personas han sido deportadas y centenares siguen en
prisión. Por primera vez en décadas, los procedimientos de inmigración
someten a determinadas nacionalidades a un tratamiento desigual.

En nuestro nombre, el Gobierno ha desencadenado una oleada de
represión en la sociedad. El portavoz del presidente ha intimidado a la
gente diciendo que "tengan cuidado con lo que dicen". Los artistas, los
intelectuales y los profesores disidentes ven sus puntos de vista
distorsionados, atacados y eliminados. El llamado Patriot Act, junto a un
sinfín de medidas similares en los diversos estados, da a la policía nuevos
y más amplios poderes de investigación y secuestro, con la cobertura de
procedimientos secretos.

En nuestro nombre, el ejecutivo ha usurpado constantemente los papeles y
las funciones de las otras ramas del Gobierno. Una orden ejecutiva ha
puesto en funcionamiento los tribunales militares. Una firma presidencial
basta para definir como "terrorista" a un determinado grupo de personas.
Debemos tomarnos muy en serio a los gobernantes cuando hablan de una
guerra que durará una generación y cuando hablan de un nuevo orden.
Nos hallamos frente a una nueva política imperial hacia el mundo y una
política interior que genera y manipula el miedo para limitar los derechos.

Hay una estrategia mortal en los acontecimientos de los últimos meses, que
debe ser vista como lo que es y frente a la cual hemos de resistir.

Demasiadas veces en la historia la gente ha esperado para resistir hasta
cuando ya era demasiado tarde. El presidente Bush ha declarado: "O con
nosotros o contra nosotros". Esta es nuestra respuesta: nos negamos a
que hable en nombre de todos los estadounidenses. No entregaremos
nuestras conciencias a cambio de una huera promesa de seguridad.
Decimos NO en NUESTRO nombre. Nos negamos a ser parte de estas
guerras y rechazamos todas las acciones emprendidas en nuestro nombre
o por nuestro bienestar. Tendemos la mano a quienes en el mundo sufren
como consecuencia de estas decisiones.

Mostraremos nuestra solidaridad con las palabras y con la acción. Los
firmantes de este llamamiento invitamos a todos los estadounidenses a
unirse a este desafío.

Aplaudimos y apoyamos las propuestas en curso, a la vez que
reconocemos la exigencia de hacer mucho más para poner fin a esta
locura. Nos inspiramos en la decisión de los reservistas israelíes que,
asumiendo un riesgo personal, declaran que hay un límite y se niegan a
servir en Gaza y en los territorios ocupados.

Nos inspiran los numerosos ejemplos de resistencia y de conciencia que
nos ofrece la historia pasada de Estados Unidos: desde los que
combatieron la esclavitud hasta los que pusieron fin a la guerra de Viet
Nam incumpliendo las órdenes, negándose a incorporarse a filas y
apoyando a los que resistían.

No permitamos que el mundo que hoy nos contempla se desespere por
nuestro silencio y nuestra incapacidad de acción. Hagamos que el mundo
pueda sentir nuestro compromiso. Resistiremos frente a la máquina de la
guerra y la represión y haremos todo lo posible para detenerla.

Firman:

Michael Albert; Laurie Anderson; Edward Asner, actor; Rosalyn Baxandall,
historiadora; Russell Banks, escritor; Jessica Blank, actriz y dramaturga;
Medea Benjamin, Global Exchange; William Blum, escritor; Theresa
Bonpane; Fr.. Bob Bossie, SCJ; Leslie Cagan; Henry Chalfant, cineasta;
Bell Chevigny, escritor; Paul Chevigny, profesor de Leyes; Noam Chomsky,
politólogo y lingüista; Robbie Conal, pintor; Stephanie Coontz, historiadora;
Kimberly Crenshaw, profesora de Leyes; Kia Corthron, dramaturga; Kevin
Danaher, Global Exchange; Ossie Davis, actor: Mos Def, músico; Carol
Downer, directora del Centro Feminista de Salud de la Mujer; Eve Ensler,
dramaturga; Leo Estrada, profesor de la UCLA; John Gillis, escritor; Rutgers
Jeremy Matthew Glick, editor de Another World Is Possible; Suheir
Hammad, escritor; Rakaa Iriscience, intérprete de hip hop; David Harvey,
antropólogo; Erik Jensen, actor y dramaturgo; Casey Kasem Robin D.G.
Kelly; Martin Luther King III; Barbara Kingsolver; C. Clark Kissinger, Refuse
and Resist!; Jodie Kliman, psiocóloga; Yuri Kochiyama; Annisette & Thomas
Koppel, cantantes y compositores; Dave Korten, compositor; Tony
Kushner, dramaturgo; James Lafferty, director ejecutivo de la, National
Lawyers Guild en Los Angeles; Rabbi Michael Lerner, editor de TIKKUN
Magazine; Barbara Lubin; Anuradha Mittal, codirector del Institute for Food
and Development Policy/Food First; Malaquias Montoya, artista plástico;
Robert Nichols, escritor; Rev. E. Randall Osburn, vicepresidente de la
Southern Christian Leadership Conference; Grace Paley; Jeremy Pikser,
guionista de cine; Juan Gómez Quiñones, historiador; Michael Ratner,
presidente del Center for Constitutional Rights; Adrienne Rich, poeta; Boots
Riley, arista de hip hop; David Riker, cineasta; Edward Said; Starhawk
Michael Steven Smith, de la National Lawyers Guild; Bob Stein, publicista;
Gloria Steinem; Alice Walker; Naomi Wallace, dramaturga; Rev. George
Webber, presidente emérito del NY Theological Seminary; Leonard
Weinglass, abogado; John Edgar Wideman; Saul Williams, declamador; y
Howard Zinn, historiador.