Parece que en la actualidad algunos piensan que dar la palabra a los pueblos es la respuesta para todo y que la democracia ya no necesita fortalecer la sociedad civil, transformar las relaciones sociales ni inculcar valores liberales antes de acudir a una votación. Desde Afghanistán hasta Irak, sin olvidar a Palestina, la elección de un nuevo gobierno se ha convertido en la panacea.
Es en Irak donde las elecciones asumen la mayor importancia. Previstas para el 30 de enero de 2005, deben permitir a los Estados Unidos iniciar su retirada, ya sea real o ficticia. No obstante, al igual que todas las demás etapas de la transición iraquí, se corre el riesgo de que las elecciones puedan provocar decepciones tan vívidas como las inmensas esperanzas puestas en ellas. Y esto sin hablar de la probable marginación de los electores árabo-sunnitas. Inclusive para los chiítas y los curdos, que serían los grandes ganadores en una participación masiva, el abismo entre la votación y los arreglos que deriven de ella será indudablemente profundo. El 30 de enero, en efecto, se celebrarán las elecciones para la Asamblea Nacional, el Parlamento curdo y los Consejos de Gobernadores. Estos tres escrutinios a la vez confundirán a los ciudadanos que no saben ni por quién votan, ni por qué mandato ni por qué programa. Esta confusión, sin duda, afectará la legitimidad de las opciones expresadas, comprometiendo así la estabilidad que se busca.
A esto se añade la selección del sistema de voto (basado en la proporcionalidad integral) que no permite la transferencia de votos en las regiones que presentan riesgo - fallo que, como hemos visto, puede costar caro a los árabes sunnitas y, por consiguiente, al país entero. Con el escrutinio por lista se corre el riesgo de dar la impresión de que la operación sólo habrá servido para ratificar opciones hechas de antemano y, además, en un contexto en que los estados mayores de los principales partidos políticos, algunos de los cuales acaban de volver del exilio, apenas han tenido tiempo para celebrar sus reuniones populares. Peor aún, al hacer del país una circunscripción única en vez de mantener las 18 gobernaciones, se corre el riesgo de dañar el peso de los regionalismos y otras sensibilidades ideológicas tan relevantes en la historia contemporánea del país. La circunscripción única elimina la pluralidad de estos micro-consuelos a favor de las manifestaciones solidarias más importantes, en especial la etnia y el credo religioso. No se votará por un proyecto de sociedad o por un programa político, sino para defender una pertenencia de identidad y garantizar así ganancias colectivas.
Finalmente, el último problema se refiere a las condiciones de eligibilidad. De conformidad con la ley sobre los partidos y los criterios de la comisión electoral, los candidatos no deben haber sido considerados culpables de enriquecimiento ilegal, ni haber sido miembros influyentes del partido Baas, ni haber tenido vínculos pasados o presentes con las milicias armadas. Intenciones loables, pero con candidatos favoritos como Ahmed Chalabi (regularmente acusado de corrupción), Abdelaziz Al-Hakim (jefe de las Brigadas Badr, una de las milicias principales) e Iyad Allaoui (ex miembro del partido Baas), en realidad, ¿de qué estamos hablando? Sumemos a esto el tener que pagar 2,5 millones de dinares (1 600 dólares) para ser admitido como candidato individual o 7,5 millones (4 800 dólares) para ser incluido en una lista, exigencia que, entre los candidatos potenciales, aumenta paradójicamente las posibilidades de aquellos cuyas finanzas son precisamente sospechosas o que, en un momento u otro, estuvieron cerca del antiguo régimen.
Para no agravar las relaciones con los Estados Unidos, Europa apoya las elecciones, pero esto no solucionará nada. Se mantendrán las incoherencias profundas de una ocupación que decide ignorar un nacionalismo que se le resiste y despertar el sentimiento comunitario que, en lo adelante, amenazará la propia unidad del país. Asimismo, se mantendrá el dilema de la presencia estadounidense, a la vez causa principal de la violencia y único freno para su extensión generalizada.
«Les élections ne devraient guère améliorer la situation en Irak», por Robert Malley y Loulouwa Al-Rachid, Le Monde, 3 de enero de 2005.
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