José Peralta nació hace 150 años, en una pequeña y olvidada aldea cuyo nombre es Gualleturo, de la actual provincia del Cañar y que en ese entonces, l855, pertenecía al Azuay. Sobre su origen es necesario hacer notar que la Fundación Internacional “Eloy Alfaro”, en la solapa del libro “Eloy Alfaro y su Victimarios”, editado en Buenos Aires, Argentina en l95l, dice textualmente: “El Dr. José Peralta nació en la ciudad de Cuenca, Ecuador.
A los l9 años de edad se doctoró en Leyes y en Derecho Canónico. Desde muy joven inició sus luchas políticas como liberal-radical, combatiendo a los gobiernos conservadores, que por entonces dominaban la República, como continuación de la tiranía garciana”.
Si en la nota transcrita se cambia su lugar de origen, también se confunde su iniciación política como liberal-radical, pues el mismo Peralta afirma: “Cursaba yo al último año de Filosofía y pertenecía a casi todas las congregaciones religiosas estudiantiles... de buena fe estaba convencido de que militaba en el bando de la verdad y del bien representado por los padres jesuitas y su prosélitos”.
José Peralta se inicia en la política criticando al clericalismo como periodista, pues en l878, junto a Carlos Joaquín Córdova y a Manuel Nicolás Arízaga, fundan el semanario El Patriota que fue la causa para ser encarcelado y que además le obligó a salir de Cuenca y refugiarse en Guayaquil. A su regreso se dedica a estudiar abogacía en la Corporación Universitaria del Azuay, pero tiene que ir a graduarse en Loja pues en Cuenca se lo impiden valiéndose de formulismos intrascendentes.
La vida pública de José Peralta se desenvolvió alrededor del periodismo, que fue su más certera y contundente arma para desenmascarar al sistema imperante y defender las conquistas alcanzadas por la Revolución encabezada por el Viejo Luchador.
Peralta se formó bajo el tutelaje jesuita, y precisamente en esa época es cuando surge el periodista que llevaba adentro. Junto con Vicente Alvarado, en l877, funda el periódico El Deber, como apologista de la religión católica, periódico que inclusive le ocasiona su primer encarcelamiento. Luego aparece Peralta en su doble faceta de periodista y político; ya como liberal, junto con Carlos Joaquín Córdova y Manuel Nicolás Arízaga, funda el semanario El Patriota, que nuevamente es el motivo para ir a la cárcel y al desarraigo, pues tuvo que refugiarse en Guayaquil, en l878.
Una vez superados estos primeros escollos, obtiene sus doctorados universitarios y se inicia en el periodismo ideológico y de barricada: fundó el periódico El Correo del Azuay, que tuvo inclinaciones restauradoras, y más tarde El Progreso, en el que publicó su novela de juventud llamada “Soledad”. Posteriormente aparecen los periódicos de carácter doctrinario que le sirvieron para divulgar las tesis del Liberalismo Radical Ecuatoriano. Larga es la lista: desde El Escalpelo, de l887, hasta El Rebenque, de l896, con el cual castigó a los mercaderes de la prensa; y luego La libertad, en donde aparece su seudónimo de Ayax, y La Linterna, que provoca la rabia de la curia. Se ve obligado a cambiar de nombres a sus periódicos y es amenazado con la excomunión. Luego aparece, en l895, La Razón, en que combate a la clerecía, con artículos como “Raza de Víboras”, en donde el estilo periodístico de Peralta se convierte en diatriba valiente e invencible; después aparecen El Optorama, La Regeneración, El Atalaya, y El Constitucional, escrito en Quito. “Esta labor periodística demuestra la gran estatura del político y periodista que no se intimidó jamás ante las amenazas”.
A esta lista hay que agregar: La Verdad (Cuenca, l889), La Época (Cuenca, l889), La Tribuna (Cuenca, l89l) y El Observador (Cuenca, l89l).
Con el Periodismo, José Peralta se convirtió en la figura más brillante del pensamiento político del Azuay y llegó a ser, además, legislador, estadista, diplomático, maestro, rector de la Universidad, pionero del laicismo en la educación, guía de los obreros, y defensor tenaz de la transformación emprendida por Eloy Alfaro.
Junto a otros ideólogos del liberalismo, elaboraron el “Decálogo Radical”, que el General Eloy Alfaro estaba obligado a cumplirlo; el Decálogo comprendía: l).- Decreto de Manos Muertas; 2) Supresión de conventos; 3) Supresión de Monasterios; 4) Enseñanza Laica obligatoria; 5) Libertad de los indios; 6) Abolición del Concordado;7) Secularización eclesiástica; 8) Expulsión del clero extranjero; 9) Ejército fuerte y bien remunerado; 10) Ferrocarriles al Pacífico.
José Peralta y Abelardo Moncayo fueron los filósofos del Laicismo en el Ecuador, que Peralta lo puso en práctica como profesor de filosofía, en el Colegio “San Luis” y como Rector en la Universidad de Cuenca. En el Colegio suprimió la misa diaria y la obligación de confesarse y comulgar para los alumnos y profesores, dejándoles en absoluta libertad religiosa, así como prohibió “los castigos incompatibles con la dignidad y la civilización”, así como orientó a sus alumnos a seguir los postulados de los Enciclopedistas Franceses e inculcó el respeto a “los sagrados derechos del hombre y del ciudadano”. Como Ministro de Instrucción Pública y Cultura, creó los Normales Juan Montalvo y Manuela Cañizares de Quito y los normales laicos de Guayaquil, Cuenca, Ibarra y Tulcán.
José Peralta, recio polemista y hombre público de brillante trayectoria, tiene a su haber numerosas obras políticas y literarias, que son ejemplo de dignidad y rebeldía, entre otras: “El Magisterio Monástico”, “La venta del territorio nacional”, “Por la verdad y la patria”, “Una plumada más”, “El problema obrero”, “El Casus Belli del Clero Azuayo”, “El Régimen Liberal y el Régimen Conservador juzgados por sus obras”, “Ineptitud y traición”, “Raza de víboras”, “Para la Historia”, “Eloy Alfaro y sus victimarios”, “Teorías del universo”, “La moral teológica y la naturaleza ante la Teología y la Ciencia”, “Años de lucha”, “La Esclavitud en América Latina”.
Durante su vida política y como periodista, en defensa de Alfaro y su Revolución Liberal, José Peralta mantuvo una enconada lucha contra Leonidas Plaza Gutiérrez, el asesino de los dirigentes de la Revolución Alfarista, a quien estigmatiza en su formidable libro “Eloy Alfaro y sus victimarios”; contra Manuel J. Calle, apologista y defensor del placismo, y contra Federico González Suárez, al que tilda de haber tenido una “conducta ambigua y nebulosa” frente al Crimen de El Ejido, y “porque, triunfante el General Plaza, este Arzobispo llegó a convertirse en su apasionado defensor, en el más firme apoyo y antemural del gobierno más opresor y deshonroso que haya podido tener nuestra desventurada República”.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter