No faltan las personas que, aún en el ámbito de los sectores que respaldan el proceso revolucionario bolivariano, ven con cierta perplejidad las amenazas de invasión y magnicidio que con machacona periodicidad denuncia el propio presidente Chávez. En la acera de enfrente, por el contrario, están claritos. Saben que el modelo alternativo que se está construyendo en Venezuela es genuinamente revolucionario.
Eso supone que conocen de la naturaleza propia de una revolución: La alternancia en el poder de una clase explotada y excluida por siglos en substitución de otra clase privilegiada y explotadora cuyo proyecto se ha agotado.
No en vano la actual clase oligárquico-burguesa conoce de su propio origen histórico como clase emergente frente a la agotada clase de la nobleza feudal allá en la Europa de la Revolución Francesa, cuando las consignas de Libertad, Igualdad y Fraternidad se abrían paso frente al absolutismo y el señorío feudal. Por supuesto sobre esta realidad histórica tiene noticia del asunto también la mega burguesía imperial.
En Venezuela está en marcha un proceso de cambio estructural en el aspecto de la infraestructura económica y con ella en todos los aspectos súperestructurales, políticos, económicos, sociales e ideológicos. El arribo de Hugo Chávez al poder, -torpemente incomprendido por las clases dominantes- ha suscitado un paulatino proceso de cambios profundos, menos en lo cuantitativo dadas las características de una revolución dentro del marco jurídico-político burgués, que en lo cualitativo, pero cambios muy profundos en definitiva.
En Venezuela no se está dando un proceso de maquillaje al que nos tenían acostumbrados muchos de los gobiernos progresistas advenidos al gobierno en América Latina a lo largo del tiempo. En Venezuela realmente se está produciendo una transferencia real del poder a la clase obrera y campesina que se va constituyendo en clase dominante. En Venezuela, siguiendo un camino electoral y democrático se está verificando un cambio de clases, no exento, naturalmente, de emboscadas y violencia por parte de las clases dominantes que aún conservan inmensas cuotas de poder y se resisten a los cambios.
El régimen neocolonial venezolano, reinstalado no bien se deshizo de Simón Bolívar y fundó la IV República en 1830, rabiosamente antibolivariana y oligárquica, aliado a su nuevo amo internacional, construyó un modelo de explotación, apenas continuación del viejo régimen colonial, acaso con la diferencia de que en los edificios públicos y en la mente de muchos, la bandera roja y gualda pasó a ser la tricolor: amarillo, azul y rojo, (sería bueno mirar las primeras medidas de aquella oligarquía en contra de los decretos de El Libertador favorables al pueblo como:
El Decreto de Confiscaciones o el de Liberación de los Esclavos, o leyes emanadas del Congreso oligárquico como: La Ley del toma y daca, para tener una idea clara de esto). Ese régimen está siendo derrumbado, decreto a decreto y ley a ley, por un amplio movimiento de las clases populares donde se encuentran obreros, campesinos, trabajadores informales, militares, profesionales y sectores de las clases medias entre otros.
La consigna de Chávez: “La pobreza se acaba dándole poder a los pobres”, es mucho más que parte de una arenga feliz, es algo estratégico, profundo y parte intrínseca de la Revolución Bolivariana. No pasa un día en que la consigna no vaya haciéndose luminosa realidad. Se está, día a día, a pesar de tanta y fiera oposición y de no pocas inconsecuencias internas, instalando una democracia real, nueva, auténtica, una democracia que reposa en la participación consciente y activa de las organizaciones populares que van surgiendo, como la verdolaga en el transcurso de este abierto conflicto de clases.
En Venezuela sobran los ejemplos que evidencian el gran salto cualitativo adelante a partir del modelo anterior. Sobran los ejemplos:
– a) Acceso al crédito en condiciones excepcionales por parte de los microempresarios.
– b) Acceso a la educación (Desde la alfabetización hasta la universidad) de cientos de miles, millones de venezolanos excluidos y condenados a la ignorancia.
– c) Acceso a la medicina preventiva y la atención médica primaria por parte de quienes de tenían que echar a morir por causa de una apendicitis o una gripe desatendida.
– d) Acceso a la propiedad de la tierra por millares de campesinos eternamente convertidos en jornaleros.
– e) Acceso a los espacios de la cultura antes vedados para los sectores populares: Teatro Teresa Carreño, Celarg, Círculos de creadores populares, etc., etc.,
En Venezuela los sectores populares están tomando las riendas de su futuro, están creciendo en conciencia y aumentando la radicalidad de sus reivindicaciones. En Venezuela el pueblo aprendió a hablar y está hablando, mucho y fuerte. Se ha descubierto a sí mismo. Se sabe protagonista de un proceso muy distante de meras reformas que lo lleven hacia un estado capitalista de carácter paternalista o populista. Sabe el pueblo organizado, y sabe también la clase oligárquico-burguesa-neocolonialista, que el modelo que se está construyendo no es compatible con el neoliberalismo capitalista.
Esta realidad del proceso revolucionario bolivariano que se está verificando coloca a Venezuela claramente en la mira, tanto del imperio estadounidense como de sus secuaces criollos. De a poco, dada su torpeza, se han ido percatando del problema que tienen entre las manos. ¿Aceptarán estos poderes soberbios, arrogantes y ciegos que no se puede detener la marcha de la historia? ¿Preferirán la participación en un proyecto de sociedad igualitario en el cual podrían -con profundos cambios de mentalidad, agallas y arrogancia-, tener cabida?. Algunos sectores parecieran estarlo entendiendo, son aquellos que están prefiriendo trabajar con el proceso que continuar en la alocada tarea de torpedearlo. Otros, la inmensa mayoría, esa es la verdad, persistirán en sus planes por detener la rueda de la historia.
En principio todo es posible, sin embargo, la historia no apunta hacia la improbable conciliación de la vieja clase neocolonial y la clase emergente popular. Los mentores, por no llamarlos amos, de esta vieja clase, no optará por la comprensión, la tolerancia y la convivencia pacífica. Se lo crean unos, no se lo crean otros, lo duden algunos, o estén convencidos los más, lo cierto es que el imperio guerrerista y soberbio que hoy maneja a su antojo el poder militar en el mundo no cejará en su empeño por extirpar este “tumor maligno” que representa para sus intereses las lecciones de dignidad que se vienen prodigando en la patria de Bolívar. Por tanto, lo mejor es prepararnos porque estamos en la mira.
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