Mientras que la Unión Europea desarrolla felizmente los preparativos de la reunión en la cumbre con Rusia, fijada para el 10 de mayo, algunos de los nuevos miembros de la Unión Europea ven el buen tono en lo de demostrar de tiempo en tiempo ánimos abiertamente antirrusos.
Mientras que la Unión Europea desarrolla felizmente los preparativos de la reunión en la cumbre con Rusia, fijada para el 10 de mayo, algunos de los nuevos miembros de la Unión Europea ven el buen tono en lo de demostrar de tiempo en tiempo ánimos abiertamente antirrusos.
Sobresale especialmente en ello Polonia. Siendo un país con importante número de población, un considerable potencial económico y una rica cultura, Polonia podría asumir el papel clave en la construcción de la Europa unida. Pero en vez de proceder así, la diplomacia polaca últimamente se ha reconcentrado en dos derroteros fundamentales: la orientación irreflexiva a Estados Unidos y una venenosa rusofobia.
Según reconoce el famoso escritor polaco Adam Michnik, director del diario polaco «Gazeta Wyborcza» (Gaceta Electoral), «Polonia es el país más proestadounidense en el mundo, es más pro estadounidense que el propio EEUU».
El apoyo rastrero por Varsovia a la incursión estadounidense en Irak le incitó a Jacques Chirac (presidente de Francia) a criticar a los nuevos miembros de la Unión Europea «mal educados», procedentes de Europa del Este, diciendo que ellos «perdieron la oportunidad de guardar silencio».
Desde aquel entonces el conflicto entre la «Europa Vieja» y los novatos de la UE no hace sino agravarse. Hace poco Varsovia se negó de modo demostrativo a adquirir cazas franceses «Mirage» y va a comprar 48 «F-16» estadounidenses por 3,5 mil millones de dólares, que es uno de los más grandes contratos en la época postcomunista.
Es difícil encontrar un mejor argumento a favor de los recelos de que Polonia vea al garante de su seguridad no en la familia europea, en que acaba de ser admitida, sino en una superpotencia de allende el océano: Estados Unidos.
Si Varsovia busca ayuda militar en ultramar, ¿por qué quiere recibir el apoyo económico de este lado del Atlántico, procurando sacar lo máximo de la caja europea común?, empiezan a preguntarse en Bruselas.
El ministro de Exteriores de Alemania, Joschka Fischer, fue más allá al formular en público la siguiente interrogante: ¿No estará utilizando Washington a Varsovia para escindir y debilitar a la Unión Europea ampliada? La prensa de la «Europa Vieja» a menudo la llama a Polonia «caballo de Troya» o hasta «burro de Troya», según dijo un periodista.
Paralelamente, Polonia se ha permitido estos últimos meses hacer unas invectivas antirrusas. Por ejemplo, las autoridades de Varsovia no encontraron ocupación mejor que cambiar el nombre de una de las encrucijadas capitalinas, poniéndole el nombre «plaza de Dzhojar Dudaev», quien es considerado en Rusia padre del terrorismo checheno.
La Dieta de Polonia a su vez ha exhortado a Rusia a censurar la ejecución de los militares polacos realizada en Katin en 1940. Es una exigencia bastante rara, dado que Moscú a comienzos de los años 1990 ya reveló la verdad concerniente al crimen cometido en Katin y lo censuró en más de una ocasión. E. Buzeka, ex primer ministro de Polonia, en aquella ocasión dijo: «Queremos que la tragedia de Katin devenga símbolo de nuestro recuerdo común y compromiso de superar juntos aquel difícil episodio de nuestra Historia en aras del porvenir, en aras de edificar relaciones de amistad entre nuestros países».
Pero después de aquello la Dieta vuelve a insistir en que Moscú diga «mea culpa» una vez más.
La conducta de Polonia predispone contra ella a la «Europa Vieja», la hace pensar que Varsovia se desvía del «espíritu europeo», prefiriendo mostrar servilismo a EEUU, y al propio tiempo complica relaciones con Rusia, las que tienen carácter positivo en muchos aspectos prácticos.
Los novatos de la UE son movidos por el deseo de desquitarse de Rusia por actos de injusticia cometidos contra ellos en la época soviética, olvidando que también el propio pueblo ruso los sufrió. Los noveles de la UE intentan sembrar en la Europa Grande el espíritu de confrontación y intolerancia con respecto a Rusia.
Presa del «síndrome de hermana menor», Polonia sigue agarrándose a las ideas estereotipadas de la época de Guerra Fría, viendo en la Europa unida un contrapeso a Rusia.
El ingreso de los Estados postcomunistas en la UE les da la sensación de encontrarse bajo una «cobertura» que los protege contra la peligrosa influencia de Rusia.
Es por ello que la «Europa Vieja» y los novatos de la UE divergen mucho en la interpretación del papel que desempeña Rusia en el continente europeo. Pero esa contradicción hace menos daño a Rusia que a éstos últimos. Al proceder así, los noveles no logran encontrar su lugar en la política europea y, como consecuencia de ello, intentan fortalecer sus posiciones con la ayuda de EE UU.
Pero ese juego aporta pocos beneficios. Por su apoyo ilimitado a la incursión en Irak, Polonia no ha recibido de EEUU ningunos contratos de reconstrucción de la economía iraquí, y a los ciudadanos polacos les siguen aplicando un riguroso régimen de visados en la frontera estadounidense. La traición al espíritu de Europa y a sus ideas de mantener relaciones de buena vecindad con Rusia no se premia.
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