Tania Savitcheva, niña leningradense de 12 años, había comenzado a escribir un diario poco antes que Ana Frank, víctima del Holocausto. Las dos niñas tenían casi la misma edad y ambas escribieron sobre el mismo tema: los horrores del fascismo-nazismo. Las dos murieron sin ver la victoria: Tania, en junio de 1944, y Ana en marzo de 1945.
Tania Savitcheva, niña leningradense de 12 años, había comenzado a escribir un diario poco antes que Ana Frank, víctima del Holocausto. Las dos niñas tenían casi la misma edad y ambas escribieron sobre el mismo tema: los horrores del fascismo-nazismo. Las dos murieron sin ver la victoria: Tania, en junio de 1944, y Ana en marzo de 1945.
El Diario de Ana Frank se publicó después de la guerra y el mundo entero habló de su autora. El Diario de Tania Savitcheva no fue editado. Tiene nada más que siete páginas que describen la desaparición paulatina de su numerosa familia durante el asedio de Leningrado. Aquel pequeño bloque de notas fue presentado en el juicio de Nuremberg como prueba acusatoria contra el fascismo.
El Diario de Tania Savitcheva está expuesto actualmente en el Museo de Historia de Leningrado (San Petersburgo) y hay varias copias en una vitrina del Memorial del cementerio Piskarevskoe, donde reposan 570,000 leningradenses muertos durante los 900 días de asedio nazi, y en el monte Poklonaia, en Moscú.
La debilitada mano de la niña escribía de forma irregular, ahorrando fuerzas. Su espíritu debilitado, minado por sufrimientos insoportables, no era ya capaz de traducir las emociones. Tania no hacia más que registrar hechos reales de su existencia: las trágicas “visitas de la Segadora” a su casa natal. La lectura hiela la sangre:
“28 de diciembre de 1941. Zhenia murió hoy. Eran las doce y media de la noche. 1941”.
“Abuela murió el 25 de enero a las 3. 1942”.
“Leka murió el 17 de marzo a las 5 de la mañana. 1942”.
“Tío Vassia murió el 13 de abril a las dos de la tarde. 1942”
“Tío Liocha murió el 10 de mayo a las cuatro de la tarde. 1942”
“Mamá, el 13 de marzo a las 7:30 de la mañana. 1942”.
“Todos están muertos”. “Sólo queda Tania”.
... Era la hija de un panadero y una lencera, la más pequeña de la familia. Todos la querían. Grandes ojos grises bajo un mechón rubio, chaqueta de rayas, voz cristalina de ángel que prometía un porvenir de cantante. Los Savitchev tenían el don de la música. La madre, María Ignatievna, incluso había formado una pequeña banda familiar: los dos hermanos, Leka y Misha, tocaban la guitarra, la mandolina y el banjo; Tania cantaba; los demás los acompañaban a coro.
Muerto prematuramente el padre, Nikolai Rodionovitch, la madre se esforzaba en la crianza de los cinco hijos. La lencera de la Casa de la Moda de Leningrado recibía numerosos pedidos y se ganaba la vida bastante bien. Lindos bordados adornaban la casa de los Savitchev: cortinas, servilletas, manteles. Tania también bordaba: flores, siempre flores...
Los Savitchev planeaban pasar el verano de 1941 en una aldea no lejos del lago de Chudes, pero sólo Misha se fue a tiempo. El principio de la guerra, el 22 de junio, desbarató los planes. La familia decidió permanecer en Leningrado y ayudar a los del frente en lo posible. La madre cosía uniformes para los combatientes. Leka, exento del servicio militar a causa de su miopía, trabajaba en el astillero del Almirantazgo, la hermana Zhenia torneaba cubiertas de minas, Nina había sido movilizada y destinada a la construcción de obras defensivas. Vassili y Alexei Savitchev, los dos tíos de Tania, servían en la defensa antiaérea.
Tania tampoco se quedaba cruzada de brazos. Con otros niños, ayudaba a los adultos a apagar las bombas incendiarias y a cavar trincheras. Pero el cerco se cerraba cada vez más. El plan de Hitler consistía en rendir Leningrado por hambre y borrar la ciudad de la faz de la Tierra.
Un día, Nina no volvió de su trabajo. Un violento bombardeo artillero había tenido lugar durante el día y la familia la esperaba con ansiedad. Cuando perdieron toda esperanza, la madre le entregó a Tania, como recuerdo, el bloque de notas de su hermana, el mismo en que la niña escribiría su diario.
Zhenia murió en la fábrica. Hacía dos turnos, donaba sangre. Su agotado organismo no resistió. Poco después, la abuela falleció de un paro cardíaco. Fue sepultada en el cementerio Piskarevskoe. En «Historia del astillero del Almirantazgo», se pueden leer estas líneas: «Aún a punto de desfallecer, Leonid Savitchev trabajaba con gran dedicación. Un día no se presentó a su turno. En el taller se supo que había muerto...»
Tania seguían escribiendo las hojas de su bloque de notas. Sus dos tíos murieron. Después, murió su madre. Finalmente, la niña hizo un terrible recuento: «Todos los Savitchev han muerto. Sólo queda Tania».
Tania nunca supo que no todos los Savitchev habían muerto, que su sangre no se había extinguido. Su hermana Nina fue salvada y evacuada hacia la retaguardia. En 1945, regresó a su ciudad natal y, en la casa devastada, entre ruinas y pedazos de metralla, encontró el bloque de notas con las inscripciones de Tania. Su hermano Misha se curó de una grave herida recibida en el frente.
En cuanto a Tania, un equipo de empleados sanitarios encargados de visitar los edificios leningradenses la encontró sin conocimiento, vencida por la inanición. Su corazón apenas latía. Junto a otros 140 niños que desfallecían de hambre, fue evacuada hacia la localidad de Chatki, en la región de Gorki (actualmente Nijni Novgorod). Algunos llevaban a los pequeños refugiados un poco de comida, otros algún apoyo moral.
Muchos niños recuperaron sus fuerzas, pero Tania no. Durante dos años los médicos lucharon por la vida de la niña leningradense, pero la muerte resultó más fuerte. Tania sufría temblores y terribles dolores de cabeza. Tania Savitcheva expiró el 1º de julio de 1944.
Fue sepultada en el cementerio del pueblo. Cerca de la lápida de mármol que cubre su tumba hay una estela con un bajorrelieve que representa a la niña y las páginas de su diario. Las notas de Tania fueron grabadas también en la piedra gris del monumento «Flor de la vida» que se levanta no lejos de San Petersburgo, en el kilómetro 3 de la «Carretera de la vida» que se estableció durante el asedio.
Tania Savitcheva había nacido un 25 de enero, el día de Santa Tatiana. Los Savitchev sobrevivientes, sus hijos y sus nietos siempre se reúnen ese día.
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