Yo seré uno de los cuatro jefes de Estado presentes que es también un veterano de esa guerra. Vladimir V. Putin me invitó personalmente y, a pesar de las críticas, iré a Moscú. Hablé de ello con el presidente Kwasniewski. Como veterano del ejército polaco y como comandante de una compañía destacada en el Elba en mayo de 1945, me asiste el derecho moral de estar allí. No hay que olvidar que Polonia tenía el cuarto ejército en importancia de la colación antihitleriana, el único cuya bandera ondeaba junto a la de los soviéticos en Berlín. Por ello lamento que no haya ningún soldado polaco en el monumento construido en Moscú, pero sería un error no participar en las ceremonias. Estaré presente allí como veterano y ex deportado. Mijail Gorbatchov puso una cruz sobre la tumba de su padre deportado a Siberia. A su lado se colocó simbólicamente una estela en memoria de las víctimas polacas. Gorbatchov expresó así su respeto hacia todos nuestros compatriotas que fueron enviados a Siberia. Me aseguraron que yo podré visitar ese sitio durante mi estancia, también mi padre fue deportado allí en 1940.
Ignoro por qué Moscú no hace públicas las informaciones referentes al pasado. El caso Katyn, por ejemplo, afectó las relaciones entre nuestros dos países. Estoy de acuerdo con Kwasniewski cuando pide a Putin que se pronuncie sobre lo ocurrido en Europa central después de 1945, pero soy realista. Durante la guerra, el frente soviético atravesó Polonia en cuatro ocasiones. 600 000 soldados permanecieron allí. Los veteranos rusos dicen «nosotros liberamos a Polonia» y están orgullosos de ello. Si afirmar lo contrario sirviera de algo, yo lo haría, pero no haríamos más que perder la amistad de millones de personas. La victoria de Hitler representaba el exterminio de nuestro pueblo. El ejército soviético nos causó una dependencia, pero nos salvó de ser aniquilados.
Mi familia proviene del Este de Polonia, donde siempre ha existido un clima antirruso y antisoviético. Estoy consciente de la tragedia que vivió el pueblo alemán. He visto las colonias de refugiados, de mujeres y ancianos, después que una parte de Pomerania pasó a ser polaca. Me preguntaba por qué los soldados alemanes mostraban tanta resistencia, sin duda por disciplina, pero también por el miedo a los rojos, que tenían enfrente, y a la GESTAPO, que tenían detrás. Yo fui de los primeros en penetrar en el campo de concentración Sachsenhausen, el 4 de mayo, cuando mi unidad se unió a los estadounidenses en el Elba. Fui herido dos veces y recibí el 8 de mayo con gran alivio. En esa fecha, muchos polacos esperaban una confrontación entre soviéticos y estadounidenses, y muchos de mis compañeros se unieron a las guerrillas en las montañas con la esperanza de instaurar la democracia en el país. Fue algo ilusorio. ¿Quién habría querido desencadenar la Tercera Guerra Mundial en aras de la democracia en Polonia? Ellos derramaron mucha sangre inútilmente.
«Ich empfand den 8. Mai als riesige Erleichterung», por Wojciech Jaruzelski, Die Welt, 3 de mayo de 2005. Texto adaptado de una entrevista.
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