En 1945, nadie dudaba que la victoria sobre el nazismo había tenido como principales artífices al pueblo soviético y al Ejército Rojo. Los soviéticos aportaron la mitad de las víctimas de la guerra. Los dirigentes nazis habían programado la desaparición de 30 millones de Untermenschen (hombres inferiores) soviéticos y la deportación de otro contingente de 30 millones. Diez millones de soviéticos, de ellos 2.7 millones de judíos, perdieron la vida en los territorios ocupados. Esos crímenes fueron cometidos por los Einzatsgruppen, las SS, la Wehrmacht y sus auxiliares nacionalistas o fascistas (polacos, de los países bálticos, letones, lituanos, ucranianos), un genocidio del que los soviéticos ayudaron a escapar a un millón de judíos. No se trata de una opinión. Se trata de un hecho histórico, reconocido por los dirigentes de la época. Ernest Hemingway señaló: «¡Cada ser humano que ame la libertad debe al Ejército Rojo más agradecimientos de los que pueda pagar a lo largo de toda una vida!».
Sin embargo, se ha creado desde entonces lo que Marc Ferro denominó un «tabú a posteriori». Durante la Guerra Fría, el papel de los soviéticos en la liberación de Europa fue atenuado y se olvidó que fue el Ejército Rojo el que venció a la Wechmacht, permitiendo así que las tropas anglosajonas liberaran Europa Occidental. Era sorprendente también que un país que, según la opinión de muchos observadores, se encontraba antes de 1941 al borde del colapso se recuperara de manera tan impresionante y movilizara, en todas las naciones, hasta en los goulags, tantas energías patrióticas contra el invasor. Esa resistencia fue asimismo momento oportuno para iniciativas espontáneas, para una gran creatividad social y artística así como para sufrimientos indecibles cuando el país fue reorganizado por Stalin con mano de hierro. Las recientes investigaciones de los historiadores alemanes, que buscaron en nuevos fondos de archivos, confirman y detallan el genocidio al sacar a la luz la complicidad local, sobre todo en Galitzia oriental. Atestiguan que el exterminio de los Untermenschen eslavos y los inicios del genocidio de los judíos forman parte de un único y mismo proceso.
Hay que recordar que la URSS tuvo de 26 a 27 millones de muertos de todas las categorías de la población, que fue atacada no sólo por Alemania sino por tropas aliadas de Rumania, Hungría, España, Italia y Croacia, por legiones y divisiones SS provenientes de toda Europa, incluyendo a Flandes y Valonia, que apoyaron la empresa nazi con la bendición de algunos cleros. Tuvo después que recuperarse sin la ayuda de un «plan Marshall». Además, algunos historiadores creen tener elementos para hablar de «guerra civil europea», en el transcurso de la cual la Europa «cristiana y civilizada» se unió a los movimientos fascistas «contra la barbarie bolchevique». Esa tesis que conviene hoy a aquellos que, en Alemania así como entre los herederos de los nacionalismos colaboracionistas, en los países bálticos y en Ucrania o en Flandes, pretenden rehabilitar a las antiguas SS y los movimientos nacionales o «antistalinistas» que cometieron el error de aliarse a Hitler, al punto de participar en el genocidio perpetrado por los nazis.
Deseamos simplemente que en estos 8 y 9 de mayo, fechas de aniversario de la capitulación nazi, algunos hechos históricos no sean víctimas de la mentira por omisión. ¡Y que nadie se aproveche de esas fechas para rehabilitar el colaboracionismo y erigir monumentos a las ex SS!

Fuente
La Libre Belgique (Bélgica)

«Pourquoi minimiser la victoire «rouge»?», por Guy Spitaels, Jean-Marie Chauvier y Vladimir Caller, La Libre Belgique, 10 de mayo de 2005.