Los 26.130 kilómetros cuadrados de la Amazonia deforestados en 2005 representan una verdadera devastación. No sin razón se han hecho oír protestas en Brasil y en la prensa internacional.
¿Por qué ocurre esto justamente bajo el Gobierno Lula, en el cual la ministra de Medio Ambiente, Marina Silva es una profunda conocedora de las cuestiones amazónicas y posee una conciencia ecológica como nadie antes la ha tenido en la administración pública?
La razón principal reside en la contradicción entre dos opciones de gobierno: la del crecimiento económico y la de la preservación ambiental. Urgido a pagar la deuda interna y externa, el gobierno optó por el crecimiento económico, especialmente por aquellos frentes de producción que exportan granos y carnes y que traen dólares. La soya y el ganado exigen grandes extensiones de tierra, conquistadas mediante la deforestación de las selvas, principalmente en el Mato Grosso cuyo gobernador es presentando como el “rey mundial de la soya”.
El crecimiento es preferencial, aunque la retórica gubernamental lo quiera con justicia y distribución del ingreso. Los datos, sin embargo, desmienten tal objetivo: la concentración del ingreso está aumentando, generando desigualdad social que es el verdadero nombre de la injusticia.
La otra opción es a favor de políticas de preservación del medio-ambiente y de la biodiversidad con medidas inteligentes pero cuyos efectos tardan en producirse. Sucede que la falta de una cultura ecológica en la sociedad y en la política no ofrece apoyo para esta opción preservacionista. Por eso no tiene hegemonía y se restringe al Ministerio del Medio Ambiente. La transversalidad de la Ministra Marina Silva tiene un curso corto.
El principal responsable de la deforestación no es el gobierno brasileño, sino el paradigma mundial de producción de bienes materiales, que se impone a todos como modelo único. Acosado por la alta deuda externa, Brasil se ve forzado a asumir este paradigma, cuando podría ser uno de los pocos países del mundo en presentar y realizar una alternativa.
Lamentablemente no hay en este gobierno masa crítica para atreverse con otra vía. Por su parte, los más importantes analistas mundiales llevan años advirtiéndonos que el modelo actual es un camino sin salida. A medio plazo será simplemente insostenible, especialmente ahora que China e India se han convertido en verdaderas bombas de succión de recursos naturales escasos en todo el mundo.
En cuanto a la Amazonia, necesitamos cuidar de ella; si no, el mundo usará contra nosotros el argumento válido sobre toda propiedad privada: sólo se legitima si cumple su función social; en caso contrario, puede ser expropiada. Las políticas de gobierno deben garantizar que la propiedad privada brasilera sobre la Amazonia tenga una clara función social mundial.
Esperamos no ir, irresponsablemente, en dirección a lo peor. Si no, nuestros hijos y nietos dentro de poco dirán contra nosotros: ustedes sabían del posible desastre y no quisieron oír a la ministra Marina Silva ni a tanta otra gente. Vean qué Tierra nos han legado, devastada, sin mancha verde, sin agua suficiente, sin biodiversidad y sin integridad. Tal vez no podamos regenerarla nunca más. ¿Y entonces? Et erat videre miseriam...
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