Juan Pablo II se convirtió en Papa en 1978 cuando la emancipación de los años
60 estaba a punto de desaparecer en la larga noche de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Vimos entonces la transformación derechista del mundo y la consagración del oscuro obispo polaco que se convirtió en Juan Pablo II fue parte de ese proceso. El «Flower power» de la Iglesia fue el concilio Vaticano II y el pontificado de Juan Pablo II fue la ocasión para combatir a los movimientos que se habían beneficiado con la política de Juan XXIII. Los conservadores lo reclutaron, pese a su aversión por un Papa no italiano, entre los miembros de uno de los puestos avanzados católicos más reaccionarios de Europa del Este: la Iglesia polaca, una organización cuya estructura no tenía nada que envidiar a la burocracia estalinista.
El Papa arremetió contra los teólogos de la liberación y reafirmó la primacía del Papa sobre la Iglesia. Convencido de su propia importancia espiritual, convocó a los obispos para darles órdenes y apoyó a los místicos de extrema derecha contra los cristianos de izquierda. La centralización de la Iglesia fue tal que las iglesias locales adquirieron un carácter infantil y las estructuras de control local se debilitaron, lo que llevó al escándalo de los abusos con los niños.
Sin embargo, el peor acto de Juan Pablo II fue la condena al uso del preservativo. El Papa pasará a la Historia por eso y tendrá para siempre las manos manchadas de sangre.
The Guardian Referencia: «The Pope has blood on his hands», por Terry Eagleton, The Guardian, 4 de abril de 2005.
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