En el mundo se va desarrollando una reñida competencia (de momento, entre Estados Unidos, Rusia y Europa) por crear nuevas naves espaciales que llevarán a personas y cargamentos a la órbita circunterrestre, especialmente a la Estación Espacial Internacional (ISS).
En el mundo se va desarrollando una reñida competencia (de momento, entre Estados Unidos, Rusia y Europa) por crear nuevas naves espaciales que llevarán a personas y cargamentos a la órbita circunterrestre, especialmente a la Estación Espacial Internacional (ISS).
Ahora es importante saber si los transbordadores norteamericanos que integran el sistema de transporte espacial «Space Shuttle» reanudarán este año sus vuelos a la ISS.
«Esperamos que sí, porque de lo contrario necesitaremos revisar todo ese proyecto que abarca a tantos países», había comentado a mediados de mayo el director de la Agencia Federal Espacial de Rusia (Roskosmos), Anatoli Perminov.
Mientras, la agencia espacial estadounidense NASA ya está preparando el vuelo del transbordador «Discovery» y espera poder terminar para cuando empiece la etapa de lanzamientos, que se extiende del 13 al 31 de julio.
En la NASA entienden perfectamente que cuando finalice la era de los «shuttle» (quizá sólo les quede volar hasta 2010) podrá quedar interrumpida la presencia norteamericana en el espacio y particularmente en la ISS, y en este caso todo el complejo orbital pasará técnicamente a Rusia y a sus partenaires europeos.
Es por eso que el nuevo dirigente de la NASA, Michael Griffin, haya decidido acelerar la creación del nuevo sistema de transporte, hecho que conviene tanto a los norteamericanos como a la cosmonáutica tripulada en general.
Sin embargo, los planes ruso-europeos en dicho terreno nada tienen que envidiar a los proyectos estadounidenses. Así, son cada vez más claros los contornos de la cooperación entre Rusia y Europa en la ejecución del programa «Cliper».
Se trata de un transbordador espacial que está desarrollando (de momento sólo con recursos propios) la corporación espacial rusa «Energía».
Alan Thirkettle, de la Dirección de vuelos tripulados de la Agencia Espacial Europea (ESA), ha señalado que gracias a la colaboración con la parte rusa, Europa conseguirá determinada libertad en los vuelos tripulados y ya no necesitará rogar a los norteamericanos que acepten llevar en sus transbordadores a cosmonautas europeos (y escuchar en respuesta un frecuente «no»).
El jefe de la Dirección de vuelos tripulados de la ESA, Daniel Sacotte, está convencido que Francia, Alemania e Italia participarán sin falta en la financiación del programa «Cliper» y con ello abrirán el camino al espacio para los cosmonautas europeos, que hoy son 14.
Parece que ya muy pronto terminará la explotación de las famosas naves de carga automáticas rusas «Progress», que durante 27 años abastecen las estaciones orbitales de todo lo necesario. El jefe adjunto de diseños de la corporación «Energía», Nikolai Briujanov, había comunicado a mediados de mayo que la empresa estatal rusa Roskosmos ha recibido el proyecto del nuevo sistema de transporte espacial «Parom».
Explicó que el esquema de funcionamiento de «Parom» es totalmente distinto al de «Progress». Previamente, un vehículo impulsor inserta en una órbita baja (unos 200 kilómetros de altitud) un aparato espacial que no está destinado para transportar ni llevar a bordo cargamento alguno. Pues ese aparato es el remolcador interorbital de uso múltiple «Parom».
O sea, el vehículo impulsor lleva hasta un determinado lugar en la órbita un contenedor con cargamento. Acto seguido, el remolcador espacial se acopla al contenedor y lo traslada al lugar de destino, por ejemplo, a la estación orbital.
«Prácticamente cualquier impulsor, sea ruso como extranjero, es capaz de llevar tal contenedor a la órbita», afirmó Briujanov agregando que las dimensiones y la configuración del contenedor dependerían del carácter del cargamento. «Podría ser un compartimiento estanco para transportar aparatos científicos, o un tanque con combustible para reabastecimiento en el espacio - precisó -.
También podría servir en calidad de contenedor una plataforma no estanca con equipos científicos de grandes dimensiones e instalaciones de servicio, como por ejemplo, baterías solares, cuyas dimensiones no permiten llevarlas en un compartimiento estanco».
En la órbita, el «Parom» facilitará el montaje de voluminosas estructuras (por ejemplo, de módulos de estaciones orbitales o naves interplanetarias), lo que hoy es importante para Rusia y EEUU a la luz de los proyectos de vuelos tripulados interplanetarios.
Pero lo más interesante es que el transbordador «Cliper» y el remolcador «Parom» forman un sistema único de uso múltiple destinado para transportar cargamentos en el espacio, sistema que podrá servir para las investigaciones tanto del espacio circunterrestre como de las galaxias lejanas.
Este artículo apareció originalmente el 31 de mayo 2005 en Ria Novosti.
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