Una de las paradojas de nuestra época es que junto a la globalización mundial también se fortalece el regionalismo. Ya Europa abandonó sus fronteras tradicionales. América también sigue la vía de la unificación con sus acuerdos de libre comercio. Globalización y regionalismo constituyen las dos caras de una misma moneda creada por las propias fuerzas del mercado. Luego de la caída del comunismo no existe otra alternativa soportable para ese mercado. Se impone la tendencia del gran regionalismo, menos pronunciado en Asia Oriental. Su forma definitiva dependerá de las decisiones políticas y de las elecciones estratégicas adoptadas en la actualidad. Y esto es algo decisivo ya que en mi opinión las cuestiones macroeconómicas en el siglo XXI dependen de las relaciones entre América, Europa y Asia Oriental. Si nuestra región no se une perderá ante Europa y América. La ASEAN (Association of South-east Asian Nations) estuvo de acuerdo en crear un mercado común antes de 2020 y su cuota en la economía asiática pasó del 20% en 1980 al 41% el pasado año. Nuestro regionalismo estará menos institucionalizado y será menos burocrático que en Europa y será además multipolar.
Las históricas relaciones entre China, la India y Japón siempre han sido complicadas. Pekín, Delhi y Tokio comprenden la necesidad de la cooperación pero las fuerzas del mercado que unifican la región complicarán la matriz de sus intereses al añadir nuevas variables de competencia y asociación. China y Japón no han sido nunca grandes potencias simultáneas en la historia de Asia Oriental. Una guerra breve pero sangrienta opuso a China y la India en los años 60. En la actualidad, los intercambios comerciales entre ambos países florecen pero la competencia para acceder a las fuentes de energía aumentará, lo que complicará la situación de Pakistán. Las relaciones entre la India y Japón son menos problemáticas pero se basan en la inseguridad cultural. La rivalidad y la competencia entre grandes potencias constituyen una realidad de la vida y la persistencia de intereses nacionales que impiden la integración europea son prueba de ello. Sin embargo, la rivalidad no conduce obligatoriamente al conflicto.
Cuando creamos la ASEAN hace 38 años no pensábamos que el tema fundamental de la cumbre que se celebrará en Malasia en diciembre sería el de las fronteras de Asia Oriental. ¿Deberá limitarse a sus fronteras tradicionales o debemos incluir a la India, Australia y Nueva Zelanda? En todo caso, estos países participarán en el encuentro. La cumbre debe incluir al mayor número posible de participantes y abordar múltiples temas.
Los norteamericanos deben tomar parte en el proceso de solución de problemas de seguridad en la región. Ya han participado en más de una guerra en la región por la libertad y la apertura. El crecimiento ha sido posible gracias a la estabilidad que trajeron. En Estados Unidos se alzan voces que adjudican a China el papel de adversario estratégico en una nueva Guerra Fría. Son aquellas que proponen resolver el problema chino mientras el país siga siendo débil. Es una empresa peligrosa que sólo reforzaría el nacionalismo y convertiría a los chinos en nuestros enemigos. En mi opinión, los presidentes de Estados Unidos y China saben que las buenas relaciones entre ambos países son fundamentales. George W. Bush dejó claro que no apoyará la independencia de Taiwán y los dos países están de acuerdo en que la existencia de armas nucleares en Corea no sería beneficiosa. Además de esta cumbre, debemos crear instituciones que permitan reflexionar sobre numerosos problemas concretos. Estados Unidos no tiene que formar parte obligatoriamente de cada institución pero debe ser parte indisociable de la arquitectura general.
«Новые границы Азии», por Goh Chok Tong, Inosmi.ru, 10 de junio de 2005.
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