El encuentro de Vladimir Putin en París con los dirigentes europeos tuvo lugar mientras que las relaciones de la Federación Rusa con sus principales socios, Estados Unidos y la Unión Europea, se encuentran en el punto más bajo. Un creciente número de voces occidentales claman por políticas más duras con respecto a Rusia e incluso por su exclusión del G-8. Lo que está en tela de juicio es la centralización del poder, la presión del Estado sobre los medios de difusión independientes y la sociedad civil, el tratamiento de Yukos y la concesión de licencias de explotación de los recursos naturales. Por su parte, los dirigentes rusos se sienten traicionados e incomprendidos. Afirman que su política sólo tiende a preservar la integridad territorial rusa a toda costa y a recuperar el control de los recursos naturales del país. Pretenden que únicamente una Rusia fuerte y estable puede ser un buen socio.
Las visiones opuestas son evidentes en las ex repúblicas soviéticas que se encuentran entre la Unión Europea y Rusia. Las revoluciones democráticas en Georgia y Ucrania se han visto en Moscú como complots para aislar a Rusia. La revolución en Ucrania ha sido dolorosa para Moscú. En el Kremlin se preguntan quién será el próximo. Sin embargo, no hay que subestimar la influencia rusa. Es necesario implementar una cooperación entre la Unión Europea y Rusia en los Estados post soviéticos, en el marco del respeto de los opciones de cada uno de estos países. No debe pedírsele a estos que escojan entre Europa y Rusia, sino implementar una asociación que beneficie a todos.

Fuente
Moscow Times (Rusia)

Moscow TimesRéférence: «From Rivalries to Dialogue», por Ana Palacio y Vasil Hudak, Moscow Times, 24 de marzo de 2005.