¿Qué hacer de Rusia? En estos momentos se han publicado muchos artículos en los cuales algunos autores consideran que la situación actual se asemeja a la de los sangrientos años del reinado de Stalin, mientras que otros piensan que el gobierno ruso trata, aunque lentamente, de normalizar la situación. Los que saben cómo era la vida bajo Stalin no aceptarán nunca esta comparación con la Rusia de Vladimir Putin. El Goulag ya no existe y uno de los principales adversarios de Putin, Kodorkovsky, tiene la posibilidad de escribir artículos políticos en la cárcel y de contar con numerosos apoyos. La verdad sobre la guerra en Chechenia es accesible a quienes quieren conocer la realidad de lo que ocurre.
El problema no se debe al autoritarismo de Putin, sino al hecho de que la sociedad rusa en su conjunto está en crisis y no quiere reconsiderar sus posiciones actuales.
El periodista del New-York Times, Nicholas Kristof, ve en Rusia las premisas de una evolución fascista del tipo de la España de Franco o del Portugal de Salazar. Creo que la comparación con la Turquía posterior a la guerra sería más justa. Turquía, que había perdido la guerra y se encontraba sumida en un caos, vio cómo un líder autoritario y carismático, Mustafa Kemal (Ataturk), llevó a cabo reformas radicales y edificó, sobre las bases del nacionalismo turco, una democracia dirigida que data ya de varias generaciones. El ejército ha protegido el poder cuando este se ha visto amenazado por el islamismo (ante todo el kurdo), los separatismos y los movimientos de la izquierda radical. La libertad de expresión sigue siendo el problema. El poder ha concentrado en sus manos la dirección de la economía, tal como lo hace Putin actualmente, y no acaba de solucionar el problema kurdo.
Turquía, al igual que Rusia, enfrenta problemas que vienen del pasado, como por ejemplo el genocidio armenio que no es reconocido por la sociedad. Alemania, por su parte, ha analizado su pasado, pero Japón no lo ha hecho, tampoco las ex potencias coloniales se han disculpado en este sentido, como en el caso de Bélgica donde se plantea el problema de las masacres perpetradas en el Congo durante el gobierno del rey Leopoldo II. Turquía es una fiel compañera de Europa, ha frenado a la URSS y estabilizado al Medio Oriente, abundante en riquezas.
Por esos motivos, el Occidente democrático no ha podido ejercer una gran influencia sobre Turquía. Los recientes acontecimientos se deben a que Turquía quiere convertirse en miembro de pleno derecho de la Unión Europea.
El surgimiento de un régimen semiautoritario, basado en el culto a la personalidad (Putin o cualquier otro) es inevitable en las circunstancias históricas actuales. No debe esperarse ni exigirse una democratización total de Rusia, ni una revisión radical del pasado, pero ello no significa que se deje de exhortar a Rusia a que respete las libertades civiles. El único medio de lograrlo es fortaleciendo los lazos de amistad con Moscú, comprender que el mejor aliado en la democratización de un ex imperio es el tiempo. El proceso en Rusia puede demorar años.
Inosmi.ru Rerencia: «Россия напоминает Турцию после Первой мировой», por Jaan Kaplinski, Inosmi.ru, 5 de abril de 2005. Este texto ha sido adaptado de una traducción al ruso de un artículo publicado en el periódico finés Turun Sanomat.
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