Todo el mundo se arrepiente de algo. Cuando era joven pude constatar la extrema pobreza de Biafra y cuando analizo mi pasado me doy cuenta de que no hice lo suficiente para combatirla. Como ministro de Finanzas o Primer Ministro hice todo lo que pude por preservar los fondos concedidos para la asistencia para el desarrollo. Pero, de manera retrospectiva, lamento no haber hecho más. Claro está, tengo múltiples excusas (la negativa del Parlamento a conceder sumas adicionales, otros problemas urgentes..., etc.), pero ello no basta para aliviar mi conciencia.
Seguimos sin dedicar suficientes fondos a la asistencia para el desarrollo. Los países ricos donan 50 mil millones de dólares para ayudar a los países pobres y 350 mil millones a los subsidios agrícolas. Hacemos bien al declararle la guerra al terrorismo, pero deberíamos al mismo tiempo librar la guerra contra la pobreza. Si no hacemos nada, la situación en el mundo se deteriorará ya que los conflictos se propagarán a medida que empeoren las condiciones económicas. El hecho de que algunos fondos sean malversados no es pretexto para abandonar la ayuda a África.
El desarrollo del comercio tampoco es suficiente. Las grandes empresas y los dirigentes del G-8 deben demostrar que el liberalismo tiene corazón.
«I did care, but I didn’t do enough», por John Major, The Guardian, 6 de julio de 2005.
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