Por primera vez en cuatro años, Alemania vivirá unas elecciones fuertemente disputadas y, una vez más, Gerhard Schröder tratará de sacar ventaja empleando una demagógica retórica antinorteamericana. En uno de sus mítines, Schröder condenó por anticipado toda intervención militar contra Irán. Al hacerlo, olvidó los objetivos que mantuvo hace varias semanas en la Casa Blanca cuando afirmó que compartía las mismas ideas de George W. Bush con respecto a Irán y que la posesión de armas nucleares por Teherán era «inaceptable».
El canciller espera que esta artimaña funcione tan bien como su rechazo a la Guerra de Irak en 2002, lo que le permitió ganar las elecciones. Felizmente para las relaciones germano-estadounidenses, esto no deberá funcionar ahora y Angela Merkel deberá convertirse a la vez en la primera mujer canciller y en la primera proveniente de la Alemania Oriental. Se trata de un momento histórico para Alemania, sobre todo porque ello permitirá la aceleración y modernización de la economía alemana.
En estas elecciones, sin embargo, Angela Merkel no tendrá que enfrentarse solamente a la coalición verde-social-demócrata. También tendrá que enfrentarse a un nuevo partido izquierdista que combate la globalización y aboga por la retirada de las tropas alemanas de Afganistán. Este partido tendrá un papel que desempeñar en el próximo Parlamento. Si su influencia es demasiado grande, Alemania corre el riesgo de ver formarse un gobierno de «gran coalición». Para las relaciones germano-estadounidenses sería preferible que esto no ocurriese y es por ello que las elecciones alemanas serán seguidas con interés en el mundo industrializado.

Fuente
Washington Post (Estados Unidos)

«Germany’s Crucial Vote», por la redacción del Washington Post, Washington Post, 31 de agosto de 2005.