El mal manejo del tema iraquí por parte de la administración Bush está a punto de provocar la ruina de nuestra seguridad nacional. Para salvar la situación, el gobierno debe cambiar la estrategia en Irak, en la región y a nivel internacional.
Lograr la estabilidad en Irak constituye un desafío político y militar. En la actualidad, Estados Unidos prepara un referéndum sobre la Constitución en Irak. Pero este texto será con toda probabilidad rechazado por los sunitas iraquíes, quienes no impedirán con ello que sea adoptado. Ello atizará los rencores de esta comunidad, y las divisiones y la violencia sectaria podrían conducir a una guerra civil que se extendería a toda la región. La Constitución no representará un factor de unificación.
Los árabes sunitas sólo pueden culparse a sí mismos por haber boicoteado las elecciones y apoyar la insurrección, pero no resolveremos nada si se les impone una constitución que no pueden aceptar. Hay que rechazar el referéndum y redactar un nuevo proyecto. Para ello es preciso crear un nuevo comité de redacción sobre la base de las elecciones de diciembre, lo que estimulará a los sunitas moderados, deseosos de participar en el proceso.
Debemos asimismo consolidar el apoyo internacional a nuestras acciones en Irak. Hay que crear un grupo de contacto que reúna a países como Francia, Japón, Gran Bretaña y Rusia o a organizaciones internacionales como la Unión Europea, la OTAN y la ONU. Debemos también desarrollar contactos en la región. La administración Bush debe por otra parte devolver la confianza a la población estadounidense y explicar mejor su política. No podemos seguir contentándonos con fórmulas imprecisas.
«For Success in Iraq, Change Course», por Joseph R. Biden Jr., Washington Post, 14 de septiembre de 2005.
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