En 1961 se realizó en Punta del Este, Uruguay, una reunión de los Estados de toda América donde Estados Unidos presentó un proyecto económico para el continente que hoy llamaríamos de cooperación para el desarrollo y que Estados Unidos denominó “Alianza para el Progreso”.
Ernesto “Che” Guevara, que presidía la delegación de Cuba, en su discurso rechazó la propuesta estadounidense, considerándola una burla para las aspiraciones de los pueblos de América Latina. Guevara citó en esa ocasión un párrafo de un discurso de Martí, pronunciado en la primera Conferencia Monetaria Internacional Americana, celebrada en Washington entre enero de 1889 y abril de 1891, en la que Martí representaba a Uruguay.
Hace 110 años Martí dijo estas palabras que siguen teniendo total pertinencia:
“Quien dice unión económica dice unión política. El pueblo que compra manda, el pueblo que vende sirve; hay que equilibrar el comercio para asegurar la libertad; el pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo y el que quiere salvarse vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro se convierte en influjo político…Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro se hacer servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre otros países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller a unión política…La unión con el mundo y no con una parte de él, no con una parte de él contra otra. Si algún oficio tiene la familia de repúblicas de América, no es el de ir de arria de una de ellas contra las repúblicas futuras”.
Esta frase de Martí y el histórico discurso de Ernesto Guevara en Punta del Este, modelos de dignidad y de verdadero realismo político (dignidad y realismo político no son incompatibles, sino todo lo contrario), pueden servir como guías para quienes realmente quieren construir una América Latina y caribeña libre de opresores y de oprimidos, sin ALCA ni TLCs.
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