En esta vuelta de siglo el panorama económico-político internacional se singulariza por dos grandes procesos: la constitución del poder unipolar de los Estados Unidos y la integración de grandes bloques bajo comando de las potencias industrializadas (TLCAN-CAFTA, Unión Europea, ASEAN).
Más allá de sus cristalizaciones específicas, ambos procesos apuntan a una creciente “marginalización del Sur” (aunque también de vastos contingentes poblacionales en los propios niveles centrales del sistema, conforme evidencian recientes acontecimientos en los propios Estados Unidos y Francia).
La aludida marginalización se origina, a su vez, en dos tendencias generales de la economía internacional contemporánea.
La primera de ellas relacionada con la nueva ola de innovaciones tecnológicas originada en los Estados Unidos, la Unión Europea y el Japón: robótica, nuevos materiales, informática, comunicaciones, exploración de fondos submarinos, microtecnología, biotecnología. Cambios tecnológicos que se orientan a sustituir la base productiva anterior –la denominada base fordista- con la consecuencia de institucionalizar y extender la exclusión de la mano de obra y que, en cuanto concierne específicamente a los países periféricos, está resultando en una desvalorización de sus exportaciones primarias (salvo el petróleo).
La segunda tendencia tiene que ver con el estrangulamiento financiero tercermundista, y latinoamericano en particular, derivado de una astronómica deuda externa y de otras retribuciones al capital transnacional. Pagos que en su conjunto y ligados a las pérdidas comerciales han venido a galvanizar un estatuto de rampante neocolonialismo que se reproduce y profundiza al tenor de las políticas impuestas por el capital financiero internacional a través de entidades como la OMC, el FMI, el Banco Mundial, el BID.
El desenvolvimiento de la socioeconomía ecuatoriana en el futuro previsible no podrá soslayar el contexto lacónicamente descrito. Aún más, la eventual firma del Tratado de “Libre Comercio” con Estados Unidos radicalizaría el impacto de las tendencias descritas.
Una crisis por partida triple
El Ecuador está amaneciendo al siglo XXI envuelto en tres crisis simultáneas: la crisis de su capitalismo “tardío” y subalterno, el agotamiento de una mal aplicada estrategia desarrolllista-intervencionista y la fomentada por un neoliberalismo esquizofrénico cuya “explosión” en l999 agudizó la inveterada vulnerabilidad de nuestra socioeconomía.
La crisis estructural del capitalismo ecuatoriano se verifica en la persistencia e incluso agravamiento de problemas como los siguientes: a) baja productividad de la mano de obra y consiguiente baja generación de recursos capitalizables (el país ocupa uno de los últimos lugares en productividad a escala del continente), b) elevadas transferencias al exterior de tales recursos (el año 2004 aproximadamente la mitad de los ingresos ordinarios del presupuesto fueron destinados al servicio de la deuda externa-interna), y c) usos irracionales de los fondos capitalizables remanentes (consumo suntuario, excesivos gastos militares, operaciones especulativas).
El fracaso de la estrategia fondomonetarista-bancomundialista como medio de asegurar la estabilidad y el crecimiento amerita algún desglose.
El agotamiento de la estrategia desarrollista-intervencionista predominante en los años 70 –sustentada en las palancas de la renta petrolera, las inversiones y el crédito externo, el gasto público y la equívocamente denominada “industrialización sustitutiva”- se expresó en un cúmulo de desequilibrios externos y fiscales que, a la par que marcó la interrupción del tenue proyecto de capitalismo nacional autónomo impulsado por el gobierno de Rodríguez Lara y la tecnocracia de la época, condujo a la moratoria y la “sucretización” durante la administración del demócrata cristiano Osvaldo Hurtado, decisiones que hipotecaron las finanzas públicas y, a la postre, colocaron al país en la ruta del monetarismo y la reestructuración subordinada.
La sistemática imposición de la estrategia liberal puede explicarse por tres factores concretos: a) el intento de las distintas administraciones –desde la de Hurtado hasta la del renegado del nacionalismo, Alfredo Palacio- por superar la crisis apelando a las reglas del mercado y la acumulación privada en obediencia a la presión generalizada de grupos locales de presión económica; b) el interés del capital financiero internacional por una explotación intensiva de los países periféricos mediante la desprotección de los recursos naturales y la mano de obra; y c) la debilidad organizativa y política de los contingentes laborales y populares. Conforme se apuntó arriba, en el Ecuador, igual que en el resto de América Latina, la práctica del liberalismo se ha desarrollado bajo una modalidad ambigua –auténticamente esquizofrénica-, es decir, Estado máximo para los grupos financieros y empresariales y Estado mínimo para los pobres.
El liberalismo esquizofrénico y el hundimiento ecuatoriano
La recurrente instrumentación de la estrategia liberal ha venido a exacerbar viejas y negativas tendencias de nuestra socioeconomía, a la par que ha generado otras del mismo signo desfavorable.
Aludimos específicamente a:
Estancamiento del producto social
Desde una perspectiva global, y con referencia al índice más utilizado para la medición de la actividad económica, los años 80 y 90 vinieron a confirmarse como las “décadas perdidas”. La reanimación del crecimiento en los últimos cuatro años no revelan en modo alguno el inicio de un ciclo expansivo, puesto que se explica más bien por la gravedad de la caída de l999, las remesas de los emigrados, el ingreso de divisas del narcotráfico y más recientemente por la escalada del crudo derivada de las guerras recolonizadoras de Estados Unidos en Afganistán e Irak. Previsiblemente la tendencia al estancamiento se mantendrá dado que no se avizora ninguna explotación que pueda contribuir a sustentar una dinámica significativa como en su momento ocurriera con el cacao, el banano o el petróleo, como debido a las “sobrecargas” que soportan el sector externo y las finanzas públicas (servicio de la deuda, incorporación a la guerra civil colombiana, etc.).
La insularidad del proceso económico
La debilidad de la economía ecuatoriana para la generación, retención y utilización productiva del excedente económico, por una parte, y por otra, los procesos de concentración y centralización de capital, han venido determinado un cuadro de marcada polarización económica, social y espacial, conforme permiten verificar las propias estadísticas oficiales.
Parasitismo financiero y contracción del peso relativo de los sectores productivos
Las políticas de ajuste ortodoxo y el desmantelamiento de los mecanismos de intervención del Estado han tenido el efecto de impulsar la monopolización dentro de un patrón de acumulación marcadamente rentista y especulativo. Esta modalidad de acumulación se habría reproducido en el contexto de la dolarización instrumentada desde comienzos del 2000, alimentando un crecimiento hipertrófico del sector terciario (la propia banca, los seguros, el comercio de importación, los servicios suntuarios). Todo esto en detrimento de los sectores y ramas propiamente productivos como la agricultura y la industria.
El modelo neoliberal es el responsable de la elevada fragilidad financiera que exhibe el Ecuador, identificable en la vulnerabilidad de la economía a las decisiones de un reducido número de agentes económicos. Las gigantescas expatriaciones de excedentes económicos, estimadas en un monto de l0 mil millones de dólares, ilustran sobre esta tendencia institucionalizada.
Debilidad del esquema primario exportador
En concomitancia con el interés del capital financiero internacional por la explotación intensiva de nuestras recursos naturales y energéticos y de la fuerza laboral, y en función de que el país genere divisas para el servicio de su deuda externa, la economía ecuatoriana se ha orientado en los últimos años al mercado externo. La dolarización y el referido bajo nivel de productividad, sin embargo, han venido restringiendo las posibilidades de financiar la expansión económica con el soporte del mercado externo.
Contrariamente a las ilusiones oficiales y de los segmentos empresariales partidarios del TLC con Estados Unidos, las posibilidades de incrementar las ventas a ese mercado son mínimas, tanto más que Washington ni siquiera aparece dispuesto a preservar la totalidad de las exoneraciones concedidas en el marco del ATPDEA, aprobado a título de compensación por nuestra inscripción en la fementida cruzada contra el “narcoterrorismo”.
Contracción y precarización del empleo y los ingreso; urbanización hipertrófica La contracción de la inversión productiva y en general el panorama recesivo que predomina en la economía ecuatoriana, la hegemonía del capital financiero, la sistemática contracción del mercado interno derivada de los recurrentes ajustes, entre otros factores, han determinado un clamoroso problema de ocupación e ingresos de la fuerza laboral.
Expresiones específicas del problema ocupacional son: el éxodo de la fuerza laboral, el aumento de los empleos informales (cuentapropismo), la precarización del trabajo, el multiempleo, el trabajo infantil.
Un corolario de la recesión y de la simplificación del esquema productivo constituye la disfuncionalidad del sistema educativo, conforme denota la abultada desocupación de los egresados y graduados universitarios o su empleo en campos ajenos a su formación.
Los procesos de urbanización desordenada y concentrada en los tradicionales polos de atracción demográfica completan el cuadro de deterioro ocupacional y espacial.
Lumpenización del desarrollo
A manera de válvula de escape a la impotencia de nuestro “capitalismo real” y como reacción a los efectos excluyentes del neoliberalismo, amplios grupos humanos han optado por soluciones desesperadas a sus necesidades de supervivencia, soluciones que van desde las oleadas migratorias –particularmente a Estados Unidos, España e Italia, aunque también a distintos países latinoamericanos- hasta la incursión en actividades reñidas con preceptos legales y morales que nuestra sociedad dice defender. No se trata únicamente de la extensión de viejas y denigrantes formas de vida como la prostitución y la mendicidad, sino de la proliferación de actividades tan protervas como el tráfico de menores y órganos vitales, la trata internacional de prostitutas y travestis, el sicariato, la industria del secuestro, la venta de protección, el saqueo del patrimonio cultural, la depredación de especies vegetales y animales, la usura rampante en las economías subterráneas.
La eventual suscripción del TLC con Estados Unidos tendría como correlato inevitable la liquidación de la agricultura y ganadería que actualmente abastecen el mercado interno y constituyen fuente de ocupación e ingresos para aproximadamente 4 millones de ecuatorianos. La ruina de esas actividades tradicionales solo puede resultar en un nuevo auge de las migraciones internas y externas, así como en la proliferación de cultivos de marihuana, coca y amapola, con lo cual el país mutaría su actual condición de lugar de tránsito de drogas psicoactivas por una en la cual también cumpliría el rol de fabricante de las mismas. Un proceso de “colombianización” de la economía y la política ecuatoriana con su correspondiente saga de violencia y desinstitucionalización.
En suma, el TLC convertiría al Ecuador en un “Estado fallido”. ¿Fundar esa caricatura de Estado será el honor con que quiere registrar su nombre en la historia el médico Alfredo Palacio?
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