El principal obstáculo es la complacencia con que los periodistas y sus redacciones aceptan una línea dictada por los intereses financieros que las poseen y que han corrompido la profesión. Muchos se mienten a sí mismos cuando piensan que conservan cierto profesionalismo y que su «objetividad» es sacrosanta. El ejemplo más notorio es la complicidad y el silencio de la llamada «gran prensa norteamericana» que favoreció directamente la invasión a Irak y el asesinato de decenas de miles de personas inocentes; es un acto de piratería increíble, dada su proporción, y los peores no son los chupatintas y propagandistas de Fox –al menos ellos no esconden sus objetivos– sino más bien los miembros de la prensa liberal, orgullosos de los grandes preceptos de la Columbia School of Journalism y que practican la censura por omisión. Baste con mirar cómo el New York Times o el Washington Post hacen todo lo posible por omitir la magnitud de la matanza de civiles en Irak. El enfoque seudo equilibrado de los medios de comunicación, en especial, me hace rebelarme contra esto. Acostumbro a bromear diciendo que si Bush afirmara que la tierra es plana, los periódicos pondrían en titulares al día siguiente: «Forma de la tierra: las opiniones divergen».
Pero, cuando se considera lo que ya sabemos sobre la administración Cheney y cómo los medios de comunicación semioficiales (Fox News, las páginas de editoriales del Wall Street Journal, Judith Miller, Bob Woodward, etc.) funcionan aquí, en nuestro país, en realidad no es una sorpresa conocer que esas mismas técnicas se utilizan para manipular el «campo de batalla de la información» en Irak. Después de todo, no existe razón alguna para que los iraquíes tengan derecho a más democracia que nosotros. Irónicamente, parecen tener mayor ética periodística algunos de los chupatintas contratados por el Pentágono que sus colegas estadounidenses. Así, algunos de sus artículos se publicaron en los periódicos iraquíes con la mención «publirreportage» o «infomedia». Eso es la máxima honestidad a la que el New York Times pudo aspirar cuando publicaba los artículos de propaganda de Judith Miller sobre las armas de destrucción masiva de Sadam Husein.
«Obstacles to solid, challenging, investigative reporting today», por John Pilger, AdBusters, diciembre de 2005.
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