En diciembre del 2006 habrá elecciones presidenciales en la República Bolivariana de Venezuela. Y al momento de escribirse este artículo -un año antes, y unos días después de las elecciones parlamentarias- puede decirse que la campaña política para tal evento ya comenzó.
No sólo ya comenzó, sino que ahora mismo está al rojo vivo, y todo indica que la tendencia será seguir recalentándose.
No puede vaticinarse mucho sobre lo que podrá acontecer para dentro de un año, pero al menos dos cosas son seguras: 1) uno de los candidatos será el actual presidente Hugo Chávez, y 2) todo el año 2006 estará especialmente caldeado en términos políticos.
El proceso que se viene desarrollando en Venezuela en estos últimos años es complejo; con sus características muy peculiares, es una revolución social que pareciera haber llegado para quedarse. Socialismo del siglo XXI, suele llamárselo. Aunque todavía no está muy claro qué es eso y hacia donde va, sin dudas lo que está en juego es un enorme cambio de paradigmas en el país.
Sin designarse a sí misma como revolución marxista, los cambios que viene produciendo no pueden dejar de asociarse con todas las experiencias de socialismo real habidas en el pasado siglo, con la diferencia que aquí hay un sello propio absolutamente particular, y que se da en el marco de la democracia pluripartidista.
Tan evidentes y sustanciales son los cambios en juego que los sectores golpeados -la oligarquía nacional y el gran capital transnacional, fundamentalmente el estadounidense- ven en esta revolución el peor demonio de la historia nacional. Es por eso que en ya muchas ocasiones han intentado su neutralización, con golpe de Estado, con paro patronal, con sabotaje a la producción petrolera. Recientemente, con las elecciones legislativas, de nuevo asistimos a maniobras de entorpecimiento de la actual administración. Pero lo curioso, realmente digno de sopesado análisis sociopolítico, es que luego de cada una de estas intentonas, el proceso revolucionario sale fortalecido y avanza en sus objetivos estratégicos.
El boicot promovido por los partidos de oposición con motivo de las elecciones parlamentarias retirándose de la contienda para crear una crisis política, acompañado del plan de desestabilización criminal abortado por autoridades del gobierno, si bien contribuyó a un alto nivel de abstencionismo -no mayor al histórico para este tipo de eventos, valga aclarar-, no pudo impedir que la Asamblea Nacional quedara en manos absolutas del oficialismo, con lo que la historia vuelve a repetirse una vez más: la revolución es agredida, y ello la termina fortaleciendo. Ahora, con un congreso totalmente controlado, será más fácil avanzar en la profundización de medidas revolucionarias.
Pero ahí está el quid de la cuestión: no hay revolución sin contrarrevolución. Experiencias al respecto sobran, y más aún en la región latinoamericana.
La Revolución Bolivariana ha pasado ya por varias -demasiadas- acciones contrarrevolucionarias, y la fortaleza que sigue exhibiendo vaticina que para el año entrante vivirá crónicamente bajo ataque. En realidad la dinámica en juego en sustancia es bastante simple: o cae, o se solidifica. Por lo visto hasta ahora, la tendencia es consolidarse y acrecentarse.
Los recientes comicios parlamentarios, que vinieron acompañados de un plan terrorista de sabotaje y desestabilización donde se tenía pensado matar 15,000 personas para crear un clima de ingobernabilidad, junto al boicot realizado por los partidos de oposición, marcan la tónica con que la derecha conservadora, nacional y estadounidense, se moverán a partir de ahora: la contienda de diciembre del 2006 está iniciada. Tal vez se llegue a esas elecciones de diciembre; pero quizá el proyecto de la contrarrevolución sea impedir incluso arribar a ese momento.
Por lo pronto, el boicot producido estos días prepara las condiciones para urdir el argumento de un parlamento monopartidista -"dictadura castro-comunista de partido único"- que violaría la transparencia democrática. Con eso, sin ningún lugar a dudas, se va a estar bombardeando continuamente, medios de comunicación mediante, mostrando la supuesta ilegitimidad del actual poder legislativo. Esa es la matriz que va a marcar los meses venideros.
En forma inmediata, la revolución ya salió en respuesta. Dos días después de la justa electoral, el presidente Chávez endureció públicamente el discurso llamando a profundizar el proceso bolivariano. Un fuerte llamado a luchar contra la corrupción y el burocratismo -que todavía existen, y mucho- fue la consigna. Y la obtención de diez millones de votos para diciembre de 2006, es decir: dos tercios del electorado.
La respuesta es profundizar la revolución: "más pueblo", según dijo Chávez en su encendida alocución. Un gobierno más volcado a los sectores humildes, desprotegidos, aquellos que son la razón de ser de un proyecto socialista: de eso se trata la nueva fase post elecciones legislativas. Con un parlamento enteramente oficialista -porque así lo quiso la oposición- el camino para profundizar los cambios está expedito.
Esto lo sabe lo derecha, la nacional y la foránea. La revolución se podrá profundizar más aún si en los próximos días gana la propuesta socialista de Evo Morales en las elecciones presidenciales en Bolivia, cosa que también sabe y valora la Casa Blanca.
La estrategia hemisférica de Washington no puede seguir tolerando que su "patio trasero" se rebele tanto, que no acepte un plan como el ALCA, que contrariamente se den mecanismos de integración alternativos como el ALBA, o el MERCOSUR. Por ese motivo es que el proceso que encabeza el presidente Chávez es un enemigo de primera importancia, como lo fue por cuatro décadas la revolución cubana, o por diez años la revolución sandinista. En todos los casos se activaron los mecanismos contrarrevolucionarios, como sucede ahora también contra el proceso en Venezuela, tendientes a derrotar el proyecto. Y es en ese contexto de agresión que entramos en la nueva fase de la Revolución Bolivariana.
Tal vez no pueda decirse que sea la fase definitoria; los escenarios son diversos, muy amplios en sus posibilidades, y nada autoriza a decir que estamos en una recta final. ¿Final de qué?, por otro lado. Pero es cierto que las posibilidades más claramente delineadas son dos: o derrota, o profundización. Alguna vez preguntado Chávez sobre qué significa "el socialismo del siglo XXI" contestó que eso se podría empezar a contestar en el 2007, es decir: una vez consolidado en el poder luego del acto comicial de fines del 2006.
Por cierto que en las elecciones próximas se juega mucho: podrían ser la ratificación absoluta de un proceso que se va cada vez más a la izquierda, mucho más aún si es ratificado con el porcentaje de votantes que ya salió a buscar el aparato de gobierno con el presidente a la cabeza.
Por todo ello puede decirse que ya ahora comenzó la contienda. Por eso el plan desestabilizador que urdió el gobierno conservador de Estados Unidos con sus aliados locales.
Esa es la lógica que va a dominar la vida venezolana todo el año 2006: continua desestabilización, continua provocación. Los actos pueden ser los más diversos, no descartándose la opción armada: la lucha mediática va a arreciar, se hará cada vez más fuerte la búsqueda de aislamiento de la revolución en los ámbitos internacionales, se buscará aumentar el descrédito de toda la administración como antidemocrática e ilegítima. El objetivo será minar en todo lo posible la Revolución, apelando para ello a cualquier cosa.
No serían improbables escaramuzas militares en la frontera a través del Plan Colombia, intentos de asesinato del presidente Chávez, asesinato de cuadros bolivarianos, clima de violencia generalizada, aumento de la delincuencia común; no sería desechable tampoco el pedido de secesión del Estado de Zulia, hoy día en manos de la oposición y productor de buena parte del petróleo del país (algo así como una "zona libre" dentro de la geografía nacional).
En otros términos: podremos asistir a toda acción que pueda entorpecer el normal funcionamiento del Estado, e incluso de la sociedad civil. El objetivo será impedir una vida normal, trabar todo avance de la revolución. Las acciones provocativas de caos deberían forzar una intervención más dura del gobierno, lo cual tensaría más el clima político dando pie a la imagen de dictadura antidemocrática.
El sabotaje terrorista preparado para empañar las elecciones legislativas, recientemente dado a conocer, es una muestra. Eso espera para el 2006; esa puede ser la pauta del "juego democrático" que propone la oposición, y Washington.
El futuro no está escrito por cierto. Ante tanto ataque, la Revolución Bolivariana, quizá como la cubana, salga airosa, fortalecida y cada vez más comprometida con procesos de profunda transformación; el socialismo del siglo XXI quizá comienza a materializarse en forma palpable antes del 2007. Quizá, recordando ejemplos tan numerosos en la historia -Guatemala, Chile, Grenada, Haití, Nicaragua- pueda ser neutralizada.
El desafío está abierto y de todos y de todas, de cada uno de los que leen esto y puede aportar su grano de arena para fortalecer la revolución, depende que el "otro mundo posible" del que hablamos sea realidad.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter