De Afganistán a Italia, pasando por América Latina, la «guerra contra la droga» es cada día inmolada en el altar de la demagogia y la irracionalidad. Mientras que en Afganistán la «war on drugs» marca el paso, hipotecando dramáticamente el futuro del país, en Italia el gobierno se aprovecha de los Juegos Olímpicos para hacer aprobar en el Senado una ley antidrogas represiva y liberticida. De forma general, a través del mundo, las mafias y los carteles internacionales del crimen tienen buenas razones para brindar por esta nueva ley.
Por suerte, en Europa empieza a oírse otra música. En enero, el parlamento Europeo votó una resolución sobre Afganistán que podría abrir el camino a un enfoque totalmente nuevo en la batalla contra el tráfico mundial de drogas. Por mi parte, pido a los participantes en la Conferencia Internacional sobre Afganistán, que comienza el próximo martes en Londres, que tomen en consideración la propuesta de conceder licencias para la producción de opio para el mercado legal de medicamentos, como sucede ya en otros países como la India, Turquía, Australia, Francia y España. Se trata de una propuesta radicalmente innovadora en relación con la ortodoxia de la «guerra contra la droga». En Afganistán, esta llamada guerra, basada fundamentalmente en la destrucción de los campos de adormidera y en los cultivos alternativos de alimentos, ha sido totalmente ineficaz. Resultado: según la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) Afganistán produjo el 87% del opio mundial en 2005 –alrededor de 4 100 toneladas– lo que generó 2 700 millones en ganancias ilegales, es decir, el 50% de su PIB. El estudio «2005 Afghanistan Opium Survey», publicado en noviembre, estima que el valor global de esta producción, una vez transformada en heroína y distribuida en los mercados mundiales, supera los 40 000 millones de dólares.
Durante estos últimos años, han comenzado a proliferar pequeños laboratorios de transformación en Afganistán, con una producción el año pasado de 420 toneladas de heroína. El aumento de la producción doméstica de heroína ha creado un mercado de consumo local en rápida expansión, lo que favorece el incremento del VIH/Sida en un país sin infraestructuras adecuadas y cuyo servicio sanitario es inexistente. Por otra parte, las carreteras utilizadas por los convoyes de los traficantes ya no se limitan a la famosa «vía dorada» a través de Pakistán e Irán, sino que se han multiplicado, sobre todo a través de las ex repúblicas soviéticas, lo que ha contribuido a incrementar la inestabilidad en un contexto político ya tenso.
El riesgo que corre Afganistán es vivir de ingresos ilegales que amplían la corrupción, permiten a los grupos armados mantenerse y aumentan además la inestabilidad regional. Esto pudiera llevar a Afganistán a alejarse de toda forma de Estado de derecho. La enorme amenaza de una economía basada en la ilegalidad para la estabilidad y la democracia en Afganistán debería hacer reflexionar a las autoridades en cuanto a un modo de cultivo de la adormidera regulado para fines médicos, especialmente para los analgésicos. Las Naciones Unidas estiman que seis países prescriben el 78% de la producción legal de compuestos opiáceos, lo que deja entrever una crisis en el suministro para los demás 185 países miembros de la ONU. Dicha organización estima que hay 45 millones de personas infectadas por el VIH/Sida en países en que el sistema sanitario es casi inexistente, y que en los próximos veinte años habrá 10 millones de nuevos casos de cáncer en los países desarrollados. Por lo tanto, las posibilidades potenciales de la producción legal de opio para la fabricación de analgésicos, morfina, codeína, etc. son enormes. No vamos a detenernos en la terrible contradicción de un país productor de compuestos opiáceos cuyos hospitales tienen una penuria casi total de morfina. Deseo que los gobiernos, las organizaciones internacionales y las personalidades que participen en la Conferencia de Londres no ignoren la propuesta del Parlamento Europeo que ofrece a Afganistán una alternativa válida y realista para una estrategia antidroga que se ha revelado ser un desastre para el país.
«Afghanistan’s opium future », por Emma Bonino, Korea Herald, 25 de enero de 2006.
«Poppy power», Jordan Times, 25 de enero de 2006.
«Poppy power», Daily Times, 27 de enero de 2006.
«Le Mafie ringraziano l’Italia», L’Unita, 30 de enero de 2006.
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