Si Irán es el sucesor de Persia, donde nacieron los cuentos de Las Mil y una Noches, entonces ha entregado al mundo otra gran fantasía: la bolsa petrolera iraní. Irán perdió todo contacto con la realidad cuando desarrolló su plan de creación de una bolsa de intercambio petrolero en euros. Tal proyecto tiene pocas oportunidades de atraer muchos capitales o de tener un impacto sobre el dólar.
El único mérito del plan de ataque iraní contra el dólar es tener cierta lógica económica. Los planificadores iraníes reconocen que la gran utilización del dólar en el comercio internacional de petróleo obliga a los actores económicos a comprar y guardar dólares. Ello aumenta su valor y estimula el empleo del dólar en los demás mercados. Al introducir el euro en el comercio petrolero, Teherán espera que los actores económicos vendan sus dólares para comprar euros y que el billete verde pierda su valor, reduciendo su interés para los demás mercados, lo que afectará la economía estadounidense. Se trata de un análisis razonable desde un punto de vista teórico, pero no tendrá impacto en la práctica. La bolsa iraní simplemente no es atractiva para los inversionistas, que no tienen por qué abandonar Nueva York o Londres por una bolsa iraní sin transparencia, sin infraestructura tecnológica y que los obligará a frecuentar una administración corrupta.
Irán no puede sostener su bolsa dejando que su propio petróleo sea negociado en otros mercados por falta de medios financieros y por su propia dependencia del comercio petrolero. Además, las operaciones bursátiles son ajenas a la cultura iraní, marcada por el Islam y el rechazo al interés especulativo. Incluso si, a pesar de estos inconvenientes, la bolsa fuera un éxito, su impacto sería secundario.
«Iran’s plan to weaken the dollar will fail», por Milton Ezrati, Christian Science Monitor, 29 de marzo de 2006.
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