Para agenciarse algunos pesos,
que dejen sobrevivir a la obra (y
a su autor), hay que salir, a veces,
armados con las más
estrambóticas tácticas del arte
pedigüeño. No pocos burócratas
respiran satisfechos con el
invento demoníaco de poner a
competir a los "artistas", a los
"creadores" y a los "intelectuales"
por un apoyo, gubernamental o
privado, para el "desarrollo cultural
de la sociedad" (según gustan
perorar). Arte de dividirlo
todo. Respiran satisfechos y benévolos
para convencerse, y sobre
todo, convencernos de que
hacen algo por el bien de todos,
que cumplen "tareas sustantivas"
en la defensa e impulso de "la
cultura"… y creen que son "buenos"
mientras cobran salarios
que muchos trabajadores ni
sueñan.
Debajo de ese manto de piedad burocrática
y burguesa se retuerce entre estertores la
realidad laboral de quienes se dedican a la
producción llamada, "artística", "intelectual"…
"cultural". Poca o ninguna protección
médica, poca o ninguna protección
para el hábitat, poca o ninguna protección
jubilatoria, poca o ninguna seguridad laboral.
Y la cosa empeora.
En Latinoamérica millones de trabajadores
de la producción artística, intelectual
y cultural viven de manotear, a como
se pueda, algunos espacios dentro del mercado
capitalista del arte o la inteligencia.
Se vive a "salto de mata" con deficiencias
técnicas y teóricas de toda índole, con carencias
desvergonzadas hasta para lo más
elemental. Se vive, frecuentemente, a contramano,
esquivando el golpe, diluyendo
los significados y santiguándose, de algún
modo, para que alguien a quemarropa compre,
contrate, pague (luego de regatear) lo
que apenas es suficiente para seguir en un
trabajo desprotegido y subvaluado por el
que, contradictoriamente, suelen "rasgarse
las vestiduras" los defensores demagogos
de la "Cultura", del "Arte", de la "Intelectualidad".
Pero el dinero apenas alcanza
para lo muy básico y muy poco.
Todo trabajador de la producción artística,
intelectual y cultural sabe que sus
necesidades elementales no pueden ser resueltas
si sólo se dedica a su especialidad.
Sabe que es necesario salir a hacer cosas
mil que, entre otras cosas, quitan tiempo y
retrazan el desarrollo de la obra. Saben también
estos trabajadores que la materia prima,
su capacitación, sus necesidades gremiales…
se deprimen y se reprimen cada
día más.
Esa realidad laboral destruye las fuerzas
de miles de trabajadores que en disciplinas
muy diversas, desde las poéticas hasta
las artesanales, desde las científicas hasta
las pictóricas… indagan medios y modos
para producir expresiones concretas
sobre el estado que guarda el espíritu. Se
destruye la producción simbólica de una
época y se destruyen también sus fuerzas
productoras de energía creadora, inteligencia
para la resolución de problemas emocionales,
materiales y estéticos. Devastación
y barbarie.
Para colmo predomina una desorganización
apabullante, una atomización perniciosa
que entre pleitos de todo tipo, desconfianzas
consuetudinarias y conveniencias
coyunturales; facilitan el reinado de la
anarquía, la impunidad, el abuso y el cinismo
de los vivos que han sabido hacer "negocios"
rentables, en más de un sentido,
gracias a semejante situación de inconciencia,
atraso y (no pocas veces) miedo.
En sus extremos más absurdos esta desorganización
convence a muchos de que lo
único (incluso lo mejor) es arrimarse al
Estado o a los mecenas, cortejarlos y seducirlos,
con bisutería decorativa, que no
moleste a nadie y que parezca creativa para
granjearse simpatías, promociones en los
mass media, fama, glamour e ingresos fijos
pertinentes.
No son pocos los trabajadores de la
producción cultural, intelectual y artística
que han sucumbido, hasta con cinismo, a
las tentaciones del sistema y no son pocos
los que padecen tales tentaciones como una
derrota que hay que tragarse si se quiere
sobrevivir en una jungla de menosprecio,
manoseo, degeneración, ignorancia, petulancia
y esnobismo, a diestra y siniestra.
Muchos viven amargados y descreídos y
aun con emprendimientos relativamente
autónomos se sienten atrapados y sin salidas.
Desorganizados, sin un programa solidario,
con la idea peregrina que, en la cabeza
de muchos, los hace creer que cada
uno es un "genio" individual y que sumarse
a otros amenaza su "aura" su "iluminación"…
su "individualidad" (o sus derechos
de autor). Desorganizados y sin conciencia
de clase, sin entenderse, a sí mismos
como trabajadores, sin aceptar su condición
de explotados y alienados pero con
la esperanza de un "golpe de suerte", un
"buen contacto", un acomodo, un compadre,
pariente… un poco de dinero "bien
puesto" en manos correctas y… quién te
dice, se consiguen una plaza en alguna oficina
de Cultura, Arte, Universitaria… para
agregar a sus tareas las de domesticar a sus
pares, someterlos a las reglas, hacerlos dóciles
y, eso si, creativos, inteligentes, para
servir a la burocracia que domina la época.
Círculos viciosos: una pesadilla.
Algunos trabajadores, no importa la
edad, se juntan para ir a pedir, demandar,
exigir del Gobierno o de algún patrón, becas,
sueldos, pagos… van juntos, se amontonan
y no pocas veces se atropellan y estorban
ellos mismos. Se confunde el estar
"juntos" con el estar "organizados", que no
es lo mismo. Otras veces se logra un grado
de organización más clara en torno a un
pliego o programa de demandas y acciones,
y van, en grupo a las puertas de las
oficinas, a manifestarse, incluso, con cierta
creatividad, pero resulta que agotada la táctica
se agota la "organización". Algo falla.
Otras veces se forman grupos, mejor "organizados"
donde, a veces, convergen varias
especialidades de creadores, estos atisban
un temario general para debatir políticamente
y crean una fuerza con la que se logra
mucho, pero para ellos, separados del
resto, separados de los trabajadores de otras
ramas, separados del resto de los artistas,
intelectuales etc.
Separados del mundo, de su clase social,
de las luchas unidas contra el enemigo
común… como sectas o como "aparatos"
cuyo fin (y principio) son ellos mismos…
los hay con discursos progres, incluso
revolucionarios (dicen). Se vuelven
especialistas en conseguir dineros para sus
huestes, logran mejorar su situación económica
e incluso algunos de ellos se hacen
"hábiles" en aquello de acarrear feligreses.
Mientras la realidad del resto de de los trabajadores
empeora.
¿Y qué tal si se lo ve de otro modo?
Por ejemplo luchar para la organización
abierta, para la creación de un programa de
transición, un acuerdo abierto entre las organizaciones
de trabajadores, todas, incluso
las de los trabajadores de la cultura, de
igual a igual junto a los movimientos sociales
de base, discutiendo en conjunto la
manera de expropiar los bienes del estado
y de la burguesía pero no para beneficio de
un sector, una pandilla de vivos, o una secta
de iluminados, que se autoproclaman
vanguardia de sus intereses sectarios, sino
un proceso firme y amplio de expropiación
total de las herramientas de producción,
incluidas claro, las de la producción intelectual,
artística y cultural y hacia la destrucción
definitiva del capitalismo.
Qué tal la organización de los trabajadores,
todos, rumbo al huelga general,
con independencia política absoluta, para
que en el seno de semejante movida los
trabajadores de la cultura, el arte y la intelectualidad
refunden sus principios y sus medios,
sus modos e ideas inspirados por la
revolución permanente y no por el arribismo
diletante.
Frente a la oferta de becas y financiamientos
que los Estados despliegan ante
los trabajadores de la "Cultura" y las "Artes"
para que "babeen", y en primer lugar, se
peleen todos contra todos, por qué no llamar
a una gran asamblea de trabajadores,
luchar sin trampas ni reservas para que se
logre y tenga por misión la expropiación
de esas becas y de todo recurso del estado,
es decir, la recuperación del estado mismo,
y además la recuperación de toda herramienta
de producción, la recuperación de
la riqueza misma de los pueblos que, ésta
vez en manos de los trabajadores se sabrá
invertir en sus propios recursos, en el desarrollo
de su inteligencia y sus símbolos. Con
la participación de todos, con derecho a
equivocase y sin derecho a engañarse.
Eso no se logra de un día para otro y
menos si no se tiene claro qué aceptar y
qué no, es decir qué hacer o qué dejar se
hacer a estas horas. Por ejemplo dejar de
creer que el griterío por si mismo convence,
concientiza y moviliza a los trabajadores.
Dejar de creer que una negociación
parcial refleja un triunfo general. Dejar de
creer que se es Mesías por creerse más "inteligente",
"culto" o "creativo", dejar de
creer en soluciones mágicas, dejar de creer
en sectas de iluminados, dejar de creer en
burocracias dadivosas, dejar de creer en
gurus para los pueblos. A los trabajadores
sólo los salvan los trabajadores, organizados
concientemente para la revolución.
Urge una producción simbólica, artística,
intelectual, creativa, emocionante, seductora…
capaz de desalienarnos, sanar
las mentes, las conciencias y los espíritus
con el imaginario revolucionario que será
capaz de ayudarnos a arrancarle al capitalismo
todas las armas con que nos extermina.
Un imaginario, mil imaginarios, que
desde las artes, las ciencias, las mejores
ideas, nos de fuerzas éticas, morales, amorosas
para destruir al capitalismo desde sus
raíces, para dar un salto cualitativo aprovechando
lo mejor que se ha logrado y, esta
vez, sirva para el bienestar, la alegría, la
felicidad y el "amor" (loco de contento), de
todos hacia todos permanentemente.
Urge una producción simbólica, artística,
poética, rica, creadora, sin fajas, sin
clichés, sin esquematismos vulgares, sin
doctrinarismo simplista, es decir, revolucionaria
de verdad y capaz de esclarecer todo
lo que no queremos para el futuro y capaz
de darnos, provocarnos, fuerzas para crearlo
nuevo, fresco, nuestro… entre todos.
Un imaginario artístico, cultural, científico
como una lucha de todos y para todos, esta
vez para transformar al mundo y cambiar la
vida. Es de ese tamaño y de esa complejidad
la tarea. Es así de desafiante y urgente.
La próxima "beca" que se consiga alguien
bien podría dedicarse a eso. Podríamos pactar
eso. ¿Vale la pena invertir el tiempo en
otra cosa?
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