Decía el presidente, Adolfo López Mateos, por cierto el mejor recordado de los últimos 50 años e incluyo a todos los posteriores, que las relaciones con Estados Unidos debían darse dentro del ámbito del respeto mutuo y sin ceder un ápice en sus decisiones hegemónicas; hay que chantajearlos, precisaba, con la izquierda que llamó dentro de la Constitución, para que entiendan que es preferible tener un amigo en la frontera común.
Esta lección de lógica política bilateral no ha sido tomada en cuenta y por ello la ignominia de que la gran potencia mundial no sólo militarice la frontera común sino además se aliste a levantar el muro de la ignominia de más de 3 mil 500 kilómetros.
Solamente en la inocencia o en la complicidad del Gobierno en turno se pensó que siendo dóciles a los mandatos del imperio prevalecerían buenas, magníficas, progresistas y fraternales relaciones con el gigante del norte. La fuerza de México siempre había radicado en la grandeza reconocida de su política exterior. Demostramos debilidad, y de ninguna manera nos referimos a la fuerza armamentista, sino a los argumentos de esa política internacional nuestra de respeto a la soberanía de las naciones y a la libre determinación de los pueblos.
Cuando los gobiernos, en traición a sus representados, son sumisos a las hegemonías ocurre lo que ahora ofende no sólo a México, sino al continente y al mundo entero. Que no quepa la menor duda: sin defensa alguna por parte del vecino del sur, los poderes estadounidenses se pusieron de acuerdo y en menos de 48 horas, uno detrás de otro, anunciaron las sendas canalladas.
El lunes por la noche el presidente, George W. Bush dio a conocer en lo que pretendió ser un mal juego malabarista de palabras y sólo fue un engaño, que no se militarizaría la frontera común con México; no obstante que a partir de junio estacionará 6 mil soldados armados para reforzar a los 12 mil elementos de la patrulla fronteriza. El jefe del imperio cree que a los mexicanos nos puede engañar con sus eufemismos como engaña a sus paisanos.
Este miércoles por la tarde el Senado de Estados Unidos aprobó la construcción del muro fronterizo. Una cerca ignominiosa que tendrá una longitud en su primera etapa de 595 kilómetros a lo largo de la frontera común.
La enmienda fue aprobada por 83 votos a favor y 16 en contra y también prevé levantar unos 800 kilómetros de barreras para impedir el paso de automóviles. No podía ser de otra manera: la medida fue propuesta por los republicanos, mayoría en ambas cámaras del Congreso.
Desde luego que las manifestaciones de los últimos días, que sorprendieron a un pueblo normalmente seguro de su destino y las que hoy protagonizaron cientos de manifestantes en las cercanías del Capitolio para exigir respeto a los derechos para los inmigrantes, nada importaron.
Muro y militarización de la frontera es el pago justo al sumiso gobierno mexicano en turno.
Teodoro Rentería Arróyave es periodista y escritor, vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP
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