Carlos Slim Helú el famoso empresario, propietario entre otras empresas de Teléfonos de México, por sus declaraciones que marcan una posición socioeconómica cuando menos sui géneris, se podría colegir que se ha colocado en la punta de un nuevo tipo de hombres de empresa o en la metamorfosis de los mismos dentro de una visión de mayor amplitud en cuanto al desarrollo integral del país.
Enfrentado con un gobierno, que a la menor crítica demuestra tener la piel muy sensible, no ceja en su propósito de exponer los errores del poder público que datan de muchos años atrás pero que ahora se agudizan por negligencia o por temor a tomar nuevas y renovadas políticas gubernamentales.
Tres posturas de Slim son las que más les escuecen a los hombres del poder: sus pronósticos de las crisis que se avecinan, su crítica severa a no imaginar y mucho menos tener una política propia de desarrollo y por ende sólo depender de los dictados del exterior con los magros resultados que nos mantienen en menos cero crecimiento y su censura a la política de la limosna en lugar de cumplir con su obligación de generar las condiciones y las oportunidades de desarrollo de los mexicanos y sus familias.
Al oír los planteamientos de Carlos Slim, tal parece que estamos escuchando el discurso de la izquierda más depurada. ¿Por qué? por haber coincidido con esa izquierda en el sentido de que no estábamos, como lo sostenía el propio presidente, Felipe Calderón Hinojosa y su secretario de Hacienda, Agustín Carstens en un simple catarrito y que por el contrario íbamos a entrar en la peor crisis sólo comparable con la depresión del 29; el empresario, claro sin inmutarse, tuvo que ver los desfiguros de altos funcionarios que se desagarraron las vestiduras en un intento fallido de defender a su jefe o mejor dicho de defender lo indefendible. El tiempo le dio la razón y es probable que haya sido recipiendario del innecesario: “Usted perdone”.
Hoy vuelve a la carga mucho más severo, al lanzar un llamado a fortalecer la economía interna, al denunciar el empresario que “hemos vivido con ajustes económicos impuestos desde afuera, en lugar de poner en práctica planes de desarrollo” y en ese contexto urgir la necesidad de hacer valer la rectoría del Estado, con la afirmación de que la mejor manera de reducir la pobreza no pasa por la caridad sino por la creación de empleos.
Al inaugurar en San Pedro Garza García, Nuevo León la séptima edición del foro México Cumbre de Negocios, el presidente honorario del Grupo Carso, aseguró además que en la búsqueda de equilibrio en las finanzas públicas los gobiernos en México han “confundido instrumentos con objetivos” y que las políticas fiscal y monetaria no están planteadas para buscar desarrollo económico, creación de empleo y crecimiento, por lo que ahondó: “No se trata de sacrificar generaciones”.
Cuando nos enteramos de esa posición fuerte por realista y valiente porque no teme enfrentar gobierno y no pocos del conservadurismo a ultranza, dijimos: este es el discurso de la izquierda siempre aborrecido y censurado.
Hoy Carlos Slim, se compromete y compromete a defender la rectoría y la soberanía del Estado, a mandar al cesto de la basura las recetas del exterior, que sin duda son las culpables de todos los males del país y a no confundir oportunidades de educación, preparación y empleos para el desarrollo de los mexicanos y sus familias. Si nuevamente surgen los espadachines defensores estereotipados gubernamentales, no hay problema, el tiempo y las historia también los mandarán al cesto de la basura.
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