Una aparentemente pequeña maniobra de Carlos Slim le permitió meterse hasta la cocina en la disputa que el hombre más rico del mundo sostiene con el duopolio televisivo. Sin ningún tipo de aspavientos compró la Corporación de Medios Integrales, encargada de la colocar publicidad en tiendas, calles… y estadios. Así, Slim controlará lo que se vea en las vallas que rodean las canchas de los partidos que transmiten las cadenas de televisión.
La inversión de Carlos Slim, dueño de Grupo Carso, en Grupo Pachuca (alrededor de 40 millones de dólares) quedó muy por debajo de la realizada en la compra, por 1 mil 668 millones de pesos, de Corporación de Medios Integrales (CMI) subsidiaria de Corporación Interamericana de Entretenimiento (CIE).
Con este movimiento, el empresario controlará lo que se ve y se anuncia al pie de las canchas en las transmisiones de los equipos Toluca, Monterrey y Atlas, en Grupo Televisa; y Cruz Azul, Pachuca y Morelia –del que es dueño Ricardo Salinas Pliego– en Tv Azteca, así como del Club León.
En su página de internet, la CIE indica que las vallas electrónicas y estáticas alrededor del terreno de juego en las que se anuncian sus clientes, así como las lonas que enmarcan cada portería, están colocadas “estratégicamente al alcance de las cámaras de televisión”.
En entrevista con Contralínea, el consultor y conferencista de mercadeo, Octavio Regalado, aclara que no sólo “se reta a las televisoras” con la compra de la CMI, sino que Grupo Carso reducirá la exposición de sus competidores –las mismas concesionarias en sus propias transmisiones– e incluso, “en un caso extremo” y si la Comisión Federal de Competencia no lo impide, podría llenar los espacios públicos en los que la CMI se encuentra “con publicidad de sus marcas”.
Slim compró una compañía de alta penetración publicitaria que, aunque es no masiva, sí es de “alto impacto y alto tráfico”, indica Regalado. La CMI comercializa “espacios públicos” como puentes peatonales, aeropuertos, tiendas Oxxo, centros comerciales, cines y todo tipo de “quioscos” en las calles.
Legalmente las televisoras no pueden impedir que salga en sus pantallas la publicidad que Slim controlará, señala Gabriel Sosa Plata, experto en telecomunicaciones. Sin embargo, desde que se dio el anuncio de la alianza entre América Móvil y Grupo Pachuca, Tv Azteca ha sido acusada de “cerrar las tomas” en los duelos del conjunto hidalguense, con lo que evita que en las transmisiones se vea la publicidad en torno al césped del estadio Hidalgo.
El deporte: mediocre, como siempre
Carlos Slim no llega al futbol por filantropía o amor al deporte: como el mismo empresario lo ha manifestado, su “único partido es el dinero”. En ese contexto, Juan Villoro opina: “No creo que tenga una agenda para volver más justo el futbol”.
Los equipos de balompié se han convertido en medios para que los hombres de poder logren lavar desde su imagen hasta su dinero, entre otras prácticas que poco tienen que ver con el buen desarrollo del deporte. “Por lo tanto, los clubes se han puesto muy apetitosos para personas que quieren tener éxito económico, político y, a través del futbol, de alguna manera hacen sentir a la gente que le están financiando sus ilusiones”, explica Villoro.
En el caso de Carlos Slim, su ilusión es ofrecer televisión en México y ampliar sus contenidos al resto de los países, donde su gigantismo empresarial cobra tanto por la banda ancha como por la señal que llega a cada televisión.
El futbol es un producto comercial cuyos vicios son agravados por los mismos dueños, que lo han llevado a una mediocridad perdurable. Villoro critica a la Liga Mexicana de Futbol porque en ella se pisotean los derechos de los futbolistas, quienes viven “al margen de la Ley Federal del Trabajo y la Constitución [Política de los Estados Unidos Mexicanos]”, sin sindicato y siempre en riesgo de ser vendidos sin previo aviso, sufren severos trastornos sicológicos y emocionales. De ahí el nivel de la denominada Liga MX, alimentada de jugadores “sometidos, timoratos”, incapaces de tomar iniciativa, lo que “ha frenado mucho al futbol mexicano”, acentúa.
A los propietarios de los equipos les importan tan poco los futbolistas que “el verdadero éxito del futbol mexicano no está en los títulos, no está en ganar trofeos, sino en transferir jugadores”. Y ejemplifica con el caso del Cruz Azul Futbol Club, equipo que no ha logrado ser campeón en 15 años y cuyo fracaso, paradójicamente, lo impulsa a seguir comprando y vendiendo personas con dinero de la cooperativa:
—Ellos llegan a la liguilla, están a punto, sobre el “ya merito”, y dicen: “no pudimos, bueno, pues vendemos cuatro y compramos cuatro”. Se la pasan comprando y vendiendo– ironiza Juan Villoro.
El autor de Dios es redondo señala como un angular motivo del bajo nivel –que no cambiará precisamente porque fue instaurado para que las televisoras ganaran más dinero a costa de la pauperización del deporte– al sistema de competencia que divide el año en torneos cortos, imposición que acota la posibilidad de llevar a cabo proyectos deportivos de mediano y largo plazos, que permitan triunfos basados en el mérito más que en la fortuna.
Para lograr una continuidad táctica se necesita tiempo y como los juegos a muerte de las liguillas es lo que da dinero a las televisoras, éstas han impuesto los ciclos rápidos. “Estos estilos de juego a largo plazo, como es en todas las ligas europeas, en México se han perdido por imitar los minitorneos argentinos, y sucede que el futbolista mexicano no tiene ninguna consistencia. Qué consistencia puede tener un futbol donde el que gana el primer torneo del año no repite entre los protagonistas”, se queja.
En cuanto a la multipropiedad, será un campo de tregua en pro de la impunidad. En su visita de 2010, Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA, por su sigla en francés), fue muy claro al responder los cuestionamientos sobre la permisividad del “órgano rector” ante el caso mexicano, donde existen diversos dueños de varios clubes: si no hay una queja unánime del resto de los propietarios, la FIFA seguirá sin hacer nada. En silencio, pero en favor de violar los principios deportivos, Carlos Slim y Emilio Azcárraga Jean se darán la mano.
“Hay muchos trogloditas tolerados en el futbol” que aprovechan que “el deporte tiene zonas de impunidad mucho más altas que casi cualquier otra profesión en el mundo entero”, afirma el escritor. La falta de regulación permite que en el futbol haya evasiones fiscales, corrupciones, lavado de dinero, ruptura de códigos morales, arreglos de partidos, dopaje…
“Mientras no tengamos una regulación cívica por encima de los intereses del futbol, no vamos a poder tener un futbol mejor, un respeto a la afición y, sobre todo, la gran paradoja de todo esto es que ayuda a la calidad el hecho de establecer mejores reglas de competencia. Al final, ‘ayuda a la calidad’ puede tardarse, pero a la vuelta de 3 o 4 años vas a tener un mejor futbol si hay mejores reglas de competencia”, insiste.
Y esto no parece algo cercano:
—Deportivamente [el balompié mexicano] no mejora, entre otras razones, porque es un espléndido negocio tal y como está. Y los espectadores que pedimos una relación más ética, que pedimos mayor rendimiento deportivo, nos encontramos con que tal y como está esta porquería es muy rentable: si la basura es rentable no va a modificarse –sentencia Juan Villoro.
Parte I: Slim en el futbol: irrupción en la cancha de Televisa
⇒ Parte II: Publicidad de Slim, a través de Televisa y de Tv Azteca
Parte III: Futbol: adiós a la pasión y al sentido de pertenencia
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