La situación política y social del continente muestra un notable avance de la organización por abajo y la movilización popular en calles y carreteras. Ello ha influido notablemente en los resultados electorales efectuados y en los venideros.
En épocas anteriores podemos distinguir dos períodos muy diferentes el uno del otro, el primero, de fines del siglo XIX y comienzos del XX de organización y lucha liderada por organizaciones socioculturales y sindicatos anarquistas, contexto donde podemos situar como uno de sus puntos álgidos a la revolución mexicana, aunque en prácticamente todos los países las organizaciones anotadas promovieron grandes huelgas y movimientos de calle con barricadas y control de territorios urbanos.
Las fuertes concentraciones de obreros en los puertos, ferrocarriles, minas, etc. permitían un terreno social de intensa sensibilidad clasista, grados de fraternidad muy importantes asentados en las condiciones de la época caracterizadas por el auge creciente del capital que llegaba expandiéndose montando la infraestructura necesaria para la ganancia basada en la materia prima y mano de obra a bajo costo para los intereses de los centros metropolitanos.
Para nada esos sectores combativos consiguieron llegar al campesinado y menos a las comunidades indígenas, salvo honrosas excepciones como México y El Salvador. Los suburbios urbanos eran verdaderas aglomeraciones de obreros que con sus familias compartían lazos de hermandad como una continuación de la unidad alcanzada en el trabajo y la lucha corporativa. Las sociedades de socorros mutuos, mancomunales y asociaciones culturales envolvían también a las familias.
Luego, con el desarrollo del sindicalismo clásico y las ideas de tomarse el poder que llegaron alrededor de los años 20 del siglo pasado, estas dinámicas fueron ordenadas y subordinadas a los partidos que harían de puente hacia las instituciones o formarían las milicias para asaltarlas. La actividad social se concentró en los centros de trabajo, siendo abandonados los barrios y las familias. En Chile el Partido Radical organizó los clubes radicales para reunir y confraternizar entre sus militantes, al tanto que Recabarren luchaba contra el alcoholismo que minaba las filas proletarias. Los centroamericanos consiguieron unirse a sectores campesinos y de ahí provienen la insurrección salvadoreña liderada por Farabundo Martí y las batallas del general Sandino.
El reformismo obrero se instala en la dirección de los principales sindicatos, disputando o subordinándose a la conducción de los populistas como Perón y otros en ácidas disputas, cuando no se establecían alianzas superestructurales de consolidación de la aristocracia obrera que luego serviría de base de sustentación al estado de bienestar y los frentes populares. Las teorías de proletarización del campesinado comandaban la relación que se establecía hacia este sector, en tanto el indigenado era considerado simplemente "campesino".
Todo ello resultaba de dos factores, por una parte el proceso de industrialización a nivel mundial, que obligaba a concentrar las actividades y relaciones económicas de nuestros países en las áreas funcionales a la articulación y dependencia de los países coloniales e imperialistas, teniendo como consecuencia la formación de una numerosa clase obrera. En segundo lugar, el aspecto ideológico que, asentado en esa realidad, levantaba la utopía del gobierno de los trabajadores, la dialéctica de dar vuelta la tortilla.
Hoy día, con el fin del papel económico del estado, la desestructuración de los espacios de trabajo fundados en la relación contractual y la crisis de credibilidad de los partidos tras la caída del muro, los sindicatos casi no tienen razón de ser y menos los partidos, por lo que poco a poco comenzó a perfilarse a nivel continental lo que se dio en llamar por algunos autores como movimientos sociales.
Desde fuera de los centros de trabajo paulatinamente se configuran estos movimientos liderados por militantes de izquierda y considerados brazos de los partidos: movimientos de mujeres, ecologistas, barriales, campesinos, etc, a los cuales se les somete a la misma modalidad de organización sindical, es decir: asambleas cada cierto tiempo para luego practicar una clara pasividad de las personas, que sólo saldrían a protestar cuando lo dijeran los jefes, quienes a su vez esperaban la orden del partido, representación delegada ante las instituciones, directivas escogidas al más puro estilo tradicional de estructura vertical, etc.
El carácter economicista, reivindicativo y corporativo de estas entidades sociales progresivamente ha ido cambiando debido justamente a la crisis de credibilidad de los partidos y los modelos propuestos. El sistema golpeó duramente a la población con una secuencia de golpes militares y dictaduras con la intención explícita de acabar con las dinámicas desde abajo, en una estrategia de sometimiento que operó con objetivos tácticos tales como el de acabar primero con los partidos rebeldes que podrían insuflar ánimos y caminos a la población.
Hoy día en el continente corren aires de organización social. Los partidos deben someterse a ello para conseguir bases de sustentación electoral, lo que por su vez implica una subordinación de dirigentes sociales cooptados que son reabsorbidos por las dinámicas verticales y de representación de los gobiernos progresistas, en pugna con la tendencia al asambleismo, la horizontalidad, el protagonismo y la autonomía que crecen igual que fuego en la pradera como prolegómenos de las comunas libres indicadoras de que el socialismo del s. XXI vendrá marcado por bolsones locales de construcción de relaciones comunistas basadas en la autogestión y la democracia directa, así como en el control de territorios por parte de la población local, espacios sociales que podrán mantener diálogo de tú a tú con los gobiernos que sean capaces de reconocer este protagonismo.
En México es muy probable que gane las elecciones el PRD con López Obrador, representante de una izquierda light más bien socialdemócrata, aunque el PRI está tratando de que se le acepte como aliado sembrando el temor que de otro modo volverá a ganar el PAN, pero en ese país ya no es posible imaginar un gobierno sin la fuerte presencia social del zapatismo, la otra campaña y las batallas locales con formas de autoorganización como el Frente de Defensa de la Tierra, contrario a la represa de La Parota. Este candidato sin duda tratará de mantener una equidistancia entre los bloques continentales y Estados Unidos, seguramente buscando penetrar hacia Centroamérica y el Caribe disputando espacios a Venezuela. La salida de este último país del G3 para ingresar al bloque andino es un aviso muy claro, que fue contestado de inmediato por México que ha lanzado lazos fuertes invitando a El Salvador a integrarse a la alianza con los mexicanos
En Colombia es casi segura la victoria de Uribe en la primera vuelta, pero aún existen posibilidades de remontamiento de la candidatura Gaviria apoyada por la izquierda institucional y aún por las guerrillas y los sectores más importantes de las organizaciones sociales, muchas de las cuales lo hacen de manera de no sacrificar su autonomía: sumando fuerzas por arriba para sustentar sus avances por abajo.
En Perú la batalla es entre dos candidatos distanciados de las organizaciones sociales, García y Humala, cada uno con un programa populista con ribetes sociales. Ninguna organización social los apoya, aunque algunas han establecido conversaciones tendientes a negociar el apoyo a cambio de ciertas garantías. De ganar García su alianza principal será hacia Uribe y Bachelet, también Paraguay, esperando ansiosamente que gane un candidato afín en las próximas elecciones ecuatorianas. También lanzará ganchos de abordaje hacia Kirchner por cuestiones de geopolítica, ya que Perú es adversario histórico de Chile, que por su vez ha sabido ganarse la amistad de los militares ecuatorianos que tienen reivindicaciones territoriales sobre regiones amazónicas que les arrebató Perú.
Un segundo nivel de alianzas de García será Lula y Tabaré, con la idea de consolidar el bloque neoliberal populista en contraposición al bloque del capitalismo de estado formado por Venezuela y Bolivia.
Humala tenderá a acercarse al bloque Evo-Chávez y deposita sus esperanzas en una futura victoria del bloque de izquierda y bolivariano en Ecuador. Pero no podrá dejar de mantener fuertes lazos con Kirchner que le buscará el lado simpático con la vieja (y renovada) cara del populismo peronista.
Ante tanta tramoya y macana, a los pueblos les toca afianzar y multiplicar la organización por abajo, pero esta vez buscando las maneras de estrechar lazos de comunicación e intercambios directos entre zonas productivas campesinas, comunidades indígenas y experiencias autogestionarias urbanas, atravesando fronteras, evadiendo las cortapisas del mercado y los estados. La cooperación y el apoyo mutuo entre organizaciones y dinámicas locales, sean productivas, en defensa del medio ambiente, culturales, etc. podrán contribuir a la legitimación y la divulgación del ejemplo de estas experiencias germinales de las comunas libres.
La formación de una red horizontal múltiple transfronteriza por abajo entre experiencias autónomas y protagonistas es una condición sine qua non de las comunidades para asegurar sus caminos propios de desarrollo económico y cultural y no ser cooptadas ni aplastadas por el avance de las redes del capital y del estado, sea en sus formas de gobiernos neoliberales como neo populistas o de neo capitalismo de estado.
Invitamos a las organizaciones sociales a conversar y discutir sobre ello.
Adital (Brasil)
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